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Musique de merde


El rock ya no incomoda

En algún momento el rock también se trató sobre ser moderno y esto tenía que ver con una postura y una forma definida.

OPINIÓN

Hace una semana el periodista musical David Cortés presentó su libro El otro rock mexicano en Monterrey, y durante la presentación mencionó algo que luego retomamos en una charla de sobremesa: El rock ha dejado de ser un fenómeno cultural para convertirse en mero entretenimiento.

En los ochenta, y parte de los noventa, era fácil ver esa leyenda de “El rock es cultura”, además de que en los acetatos también se incluían leyendas como “El disco es cultura” o “La música es cultura”. Sin embargo a la música se le ha dejado de dar este trato para priorizar su comercialización.

En la música lo cultural y lo comercial no deberían estar peleados. Diría que en ningún terreno artístico. No son el agua y el aceite, aunque así no lo haya hecho creer la industria. Un ejemplo de eso puede ser el grunge, un fenómeno que naciera en Seattle y que explotó el sentimiento de depresión que experimentaba la juventud nacida en la segunda mitad de los 70, convirtiéndolo en un movimiento músico cultural que además tuvo grandes ganancias económicas en la industria musical y que tuvo a bien desvanecerse una vez cumplido su tiempo. Y digo que fue un movimiento cultural, además de musical, porque en sus letras reflejaban el sentir de una generación, no solo norteamericana, sino mundial, que terminó influyendo hasta en la forma de vestir.

En Latinoamérica el punto álgido llegó en los noventa cuando diversos grupos fusionaron los elementos básicos del rock y el punk con los de la cultura popular, esto hizo que muchas bandas comenzaran a hacer giras por Europa y crearan un público. Pero específicamente en México llegó con esta movida que rescataba la identidad nacional y la cultura popular en las figuras de la época de oro del cine, la artesanía, el caló y el folclor. Se trataba de la fusión entre lo musical y lo cultural y de ahí también hubo grandes ganancias para la industria musical.

Como movimientos culturales no podemos dejar de señalar la contracultura.

De alguna forma esto, la contracultura, era una particularidad. Es decir, muchos escuchábamos rock y nos gustaba por ese ir a contra corriente de lo establecido. Tampoco es que nos hiciéramos los punks, sino que simplemente queríamos ser diferentes. Todavía hace poco escuchábamos hablar de las diferentes “etnias” del rock, por un lado los emos, por otro los punks, los darks, los skatos y un largo etcétera. Esto está desapareciendo en la homogeneización del rock, porque el rock dejó de dirigirse a un público para dirigirse a una masa.

Y no es que se trate de clasificar, sino de identificar. En esa homogeneización se van perdiendo los elementos distintivos de una cultura para convertirlos en una masa amorfa y en ningún sentido puede ser positivo perder la identidad. Sí, ahora el rock es más popular, más conocido. Si antes rogábamos por tener la visita de algún grupo grande en nuestra ciudad, hoy podemos hablar de festivales internacionales. Pero todo tiene un costo y este ha sido la pérdida de la identidad del rock y todos los elementos culturales que lo conformaban.

Estos elementos van desde gustos específicos de música, influencias externas -yo comencé a interesarme en la literatura por el rock- , maneras de pensar (el no racismo, la tolerancia, lo relacionado con el trato animal, las guerras, ecología, todo esto antes de ser tendencias), forma de vestir y una manera distinta de enfrentar el presente.

Si bien es cierto que el rock no comenzó siendo un fenómeno cultural, ni contracultural sino todo lo contrario, una moda que tenía acceso al top 40, y que también tuvo en sus expresiones más radicales, como el punk, una relevancia en la imagen, tampoco podemos negar que con él siempre había un aire de modernidad. En algún momento el rock también se trató de eso, de ser moderno y aún así esto tenía que ver con una postura y una forma definida.

Lo moderno, que podía ser entendido como vanguardia, hoy en día se entiende como tendencia. Y la tendencia es a perderse entre la homogeneización del mundo, ser como el otro porque nadie quiere ser excluido. Parece ser que el rock tampoco quiere ser excluido de la mesa, por eso el rock ya no incomoda, sino que se acomoda.