Futbol en tránsito

¿Alguien habrá odiado el triunfo mexicano?

¿Cuál es la razón por la que un aficionado de determinada nacionalidad puede decantarse por apoyar a otra en un partido en el que no participe su equipo?

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¿Cuál es la razón por la que un aficionado de determinada nacionalidad puede decantarse por apoyar a otra en un partido en el que no participe su equipo?

Por: Adín Castillo

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Foto: Facebook Selección Nacional de México

Ganarle al equipo que siempre gana en el futbol sacó a relucir el amor que se le tiene en el mundo a los mexicanos, o eso es lo que piensan muchos.

Terminó el partido y la fiesta desmedida traspasó nacionalidades. De todas partes del mundo parecía llegar alegría y felicitaciones para los mexicanos. Sentimentalismos de todo tipo se podían leer en redes sociales luego de la histórica (por ser la única) victoria de México ante Alemania en los mundiales.

Escribió Martín Caparrós, en su columna de The New York Times, que en un bar de París, donde había franceses, estadounidenses, árabes, sudamericanos, y demás humanos futboleros, todos gritaron el gol de Lozano.

¿Cuál es la razón por la que un aficionado de determinada nacionalidad puede decantarse por apoyar a otra en un partido en el que no participe su equipo?

Las posibilidades son muchas. Algunas las hay que pueden traspasar cuestiones estrictamente futboleras, más allá del rectángulo verde. Por ejemplo, un argentino sólo tiene que escuchar en primaria el tema de las Malvinas para nunca en su vida considerar «hinchar» por Inglaterra.

Los mexicanos, por alguna razón, tenemos la certeza de que nuestra personalidad fiestera, esa facilidad por la bebida y la parranda, además de ese «gran corazón» que nos caracteriza, es la razón por la que casi todo el mundo se puso feliz por la victoria ante Alemania.

Aunque nuestra ego excesivo puede tener algo de cierto, además de una especie de afinidad del ser humano por los David del mundo que se enfrentan a los Goliat, en el futbol, decantarse por un equipo también puede estar relacionado con la aversión hacia el otro.

Caparrós dice que a todos les gusta ver «trastabillar a Alemania». Sí, probablemente a todos, porque ¿quién le gana a Alemania? Caparrós, ferviente aficionado futbolero de origen argentino, ha visto cómo su selección cae en cuatro de siete enfrentamientos mundialistas ante los teutones, además de dos empates. Sólo en México 1986 Argentina le ganó 1-0 la final, pero de ahí tres victorias alemanas y un empate, incluyendo la última final en Brasil 2014.

La aversión se agrava, por supuesto, cuando el que te gana en la cancha además te jode afuera de ella. Los mexicanos no parecemos tener ninguna clase de odio futbolero hacia los alemanes, a pesar de que siempre nos ganan (bueno, ahora es casi siempre), pero muchos sí lo tienen hacia los argentinos. ¿La explicación? Nos dejan fuera del Mundial y encima se burlan. En un Alemania-Argentina, los más de los mexicanos se pondrían la de Alemania.

Recién en julio de 2017, Flavio Azzaro, comentarista argentino, calificó al futbol mexicano en televisión nacional como «una cagada total» e «inmirable». La indignación fue generalizada. Sin ahondar mucho en el tema, hubo hasta argentinos que jugaron en México defendiendo nuestro honor ante Azzaro. Esa percepción que tiene Azzaro muchos la hemos visto en redes sociales con los argentinos respecto a nuestro futbol.

Ahora, ¿quién no estuvo feliz por el triunfo de México contra los alemanes? Dejando de lado la obviedad de que los mismos teutones no lo estuvieron, me atrevo a asegurar que muchos de los aficionados miembros de la zona de Concacaf tampoco estaban destapando botellas de champagne con el resultado. Los comentarios que hacemos sobre la zona, como el típico «clasificamos caminando», además de adjetivarnos como «Gigantes de la Concacaf», deben ser bastante odiosos para ellos. Esa costumbre de menospreciar a las selecciones de nuestros hermanos centroamericanos y del Caribe.

Nuestro  lenguaje contra los de Concacaf, nuestra forma de hablar, en redes, en televisión y en radio, es similar a la que Azzaro profirió hacia nosotros. Aunque el lenguaje no necesariamente sea tan peyorativo, entre líneas uno puede detectar el menosprecio futbolístico con el que los vemos.

No quiero pensar lo que vamos a pensar ahora cuando nos topemos en eliminatorias a selecciones como El Salvador, «si ya le ganamos a Alemania». Hay que estar felices, sí, pero también hay que pisar la tierra.

Una cosa más. Hubo otros, unos pocos seres a mi gusto bastante despreciables, que no disfrutaron el triunfo de México, a pesar de que son compatriotas. Los detractores empedernidos de Osorio. Sobre todo esos que prefieren que el futbol le dé la razón a sus análisis, aunque eso signifique que México pierda.