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Calma: llegaron Los Wálters

El secreto mejor guardado del Caribe es un proyecto a distancia entre Kansas y San Juan, que después de cuatro álbumes hoy nos tranquiliza con un suave «calma, que todo llega».

De una vez: no puedo dejar de escuchar a Los Wálters. Son una adicción. Hundida en el ocio, a veces, les dejo comentarios en Instagram, YouTube o Twitter, que luego ellos responden con amabilidad y con jocosidad. Ah, entonces yo los amo más.

Los descubrí por Spotify. El bendito descubrimiento semanal. Suelo decir que tengo una actitud rígida, intolerante y maniaca con el algoritmo, al que no mancho con escuchas de baja calidad, léase pop mexicano de los años noventa, léase pop anglosajón de los tempranos dosmiles, que si quiero escuchar escucho por YouTube, a sesión cerrada lo que equivale a decir a puerta cerrada, con las cortinas echadas, a oscuras, en la más completa soledad. Pero la disciplina con que emprendo la curación de mi Spotify me ha permitido armar playlists con bandas de vaporwave, shoegaze y dream pop que siguen la estela de lo que he escuchado, por encima de mis gustos adolescentes o de primera juventud, de un tiempo a esta parte.

Hablo de bandas y proyectos que se repiten en dichas playlists: The New Division, Man Without Country, Negative Gemini, NAVVI, Gold & Youth, Class Actress, No Joy, Mood Rings, Pastel Ghost, Roosevelt, Shura. Y otras playlists exclusivamente de música en español en la misma escala del sentimiento: The Chamanas, Javiera Mena, Diosque, Bomba Estéreo, Ibiza Pareo, Girl Ultra, Alex Anwandter, Coral Casino, Jesse Baez, Buscabulla, Amanitas…

Así vinieron. El algoritmo obró su magia. Se me aparecieron una mañana ardiente de enero, verano porteño a pleno. Amanecía, por fin, aunque yo tenía el ventilador puesto y tecleaba furiosamente. La canción se llamaba así: “Amaneció”. Me capturó. El entusiasmo y algo como el humor, algo que, sin ser paródico, invitaba a la risa y a la distensión. Me enamoro con frecuencia a primera escucha, pero esta vez fue diferente pues hubo intriga, una curiosidad extrema. Fui a escuchar el álbum entero, Isla Disco, que comenzaba con un guiño del tamaño de la muralla china a los ídolos pop de Puerto Rico de los años ochenta, Menudo: “Claridad”. Pero no era un cover, aunque lo pareciera a primera oída. Tras un intro con una letra sandunguera y pegajosa (¡Ven, Claridad! /Acaríciame la oscuridad/Coloréame de felicidad/Y transpórtame a un espacio trivial/¡Ven, Claridad!/Que pasó el tiempo y no quiero olvidar/Que el universo es una estrella fugaz/Y que la luna es de queso y de sal), viene una explosión de sintetizadores y ritmos, y una compulsión irresistible de mover la cabeza, mover los hombros, mover el cuerpo entero. Bailar. Y luego aparece “Balada lunar” y las ganas se duplican. Y, por fin, otra vez, “Amaneció”. El disco apenas llevaba tres canciones y yo ya era adicta, como dicen que ocurre cuando te inyectas heroína por primera vez. ¡Y lo que me faltaba! De inmediato el último sencillo de aquel disco, “Mayagüez” (por la ciudad más al west de la isla de Puerto Rico), abre con un como órgano electrónico que da pie a aquellos versos hermosamente escritos, rimados, cantados:

Con todo y que la economía cada paso desafía
Una prueba siempre activa
Móntate, ven a ver quizás
En una hamaca, frente al mar
Lo podemos hablar…

El motivo de la hamaca, recurrente. Y mucha batería, y mucho bajo. Y los sintetizadores, claro. Otro sencillo a continuación: “Más de nadie”. Ecos de Kraftwerk, de “Das Model”. Un disco que jamás baja, que se contorsiona, que repite eres una maravilla, eres oh my God hacia “Supermán”. De todo hay en esa isla, la Disco: ritmos latinos y del europop, y guiños reguetoneros, y ochentosos, y algo muy color pastel, y neón, y spandex.

Me volqué al mundo de Los Wálters. La gracia del nombre, en honor a uno de los puertorriqueños más famosos del pop latinoamericano: Walter Mercado (dato: quien hoy mismo tiene 86 años). Los videos, que me fui bebiendo con placer creciente.

El poético de “Toca madera”:

Mi linda aurorita, tú siempre me visitas, toca madera.

El funky hasta la epilepsia de “San Juan” (con esa hermosa línea: eres víctima de un mar que nunca se calma):

Pero después de la playa nos comeremos dos piraguas*, convirtiendo el movimiento hacia el viejo San Juan
*piraguas: la versión puertorriqueña de los raspados, por su forma piramidal y base de agua: piragua.

El último sencillo de Isla Disco, “Mayagüez”, dirigido por la fotógrafa Steph Segarra, que captura un road trip por las carreteras puertorriqueñas: los cuatro protagonistas (entre ellos la artista Aleida López, integrante de la banda) salen por la madrugada, se fuman un porro, pasan a cargar gasolina, se detienen en un parque con dinosaurios, comen en una “lechonera”, se cruzan con una comparsa carnavalera. Las aguas rosas de Cabo Rojo. El atardecer y la playa. Es un video gozoso y al mismo tiempo de una enorme nostalgia: en una nota de Jhoni Jackson en el sitio Remezcla se enumeran las locaciones destruidas o transformadas por el huracán María en septiembre de 2017, el peor en la región desde 1932, que dejó una crisis de acceso a electricidad y bienes básicos (a ello se alude en “Distracción” de Caramelo).  

Me entero que Ángel Figueroa y Luis López colaboran a distancia gracias a la nube: a través de Dropbox, por ejemplo. Se mandan versiones, éstas se retrabajan, se mezclan, se escriben verso y verso. En la nube: qué adecuado para un proyecto con un ethos claro, una alegría de vivir, de juntar los cuerpos, de apreciar las cosas por lo que tienen de bello. “Nuestro lema es diversión antes que perfección. Hay una perfección que nunca llega, pero hay una belleza en la búsqueda”, dicen en una entrevista que les hizo Amaya García en Bandcamp Daily(Ahí pueden escucharse todos sus discos, por cierto: https://loswalters.bandcamp.com/)

Me los imagino en vivo, y no tengo que esforzarme demasiado porque en YouTube hay muestras variadas de su potencia, del ánimo puramente rockero de sus presentaciones, de la perfección y rigurosidad de su sonido. A Buenos Aires, donde ahora vivo, nunca han venido, pero en México se han presentado, entre otros sitios, en el festival NRMAL y –la envidia me corroe– en El Imperial de la colonia Roma.

Ahora es invierno. Vientos polares. Escucho Caramelo: un disco muy breve, y perfecto. Cinco canciones perfectas. Quiero siete cucharadas de tu cuerpo entero, escucho pegada al calefactor. Entre la ansiedad, me recuerdan: calma. Me imagino en la isla. Y amanece. Todo el tiempo está amaneciendo.

Lilián López Camberos

(Ciudad de México, 1986) Escritora y periodista. Por ahora vive en Buenos Aires, Argentina. Blog: laotraisla.com

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