COLUMNAS   

Árido Reino


Desbrozando el caos en un espacio articulado

Para Jorge Luis Darcy la poesía no es pose ni ornamento, y, por el contrario, es un hábitat, una respiración, un metabolismo, una manera de existir.

OPINIÓN

Para Jorge Luis Darcy la poesía no es pose ni ornamento, y, por el contrario, es un hábitat, una respiración, un metabolismo, una manera de existir.

Por: Armando Alanís Pulido

darcyI La dieta del elegido

Cito a Octavio Paz: “La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar al mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior. La poesía revela este mundo; crea otro. Pan de los elegidos; alimento maldito”.

Lo cito porque en el autor que hoy nos ocupa encuentro coincidencias y sorpresas: Es un lector asiduo y voraz de nuestro Premio Nobel de Literatura y un estudioso de su obra. Su tesis para la maestría en Letras por la Universidad Autónoma de Nuevo León se titula El oxímoron en la poesía de Octavio Paz. Aclaro: Quiero pensar que las coincidencias son las lecturas/bagaje, que forman y conforman la obra poética de un autor, en este caso de un autor –lector– investigador. Las sorpresas, pues tienen que ver más con encontrar una  “nueva voz”. Darcy nació en 1969 y pertenece a una generación de poetas (la de los nacidos en la década de los sesenta del siglo pasado) que creíamos ya cerrada y conocida, donde transitan de la mejor manera voces como la de Samuel Noyola y Eduardo Zambrano, entre otros. Jorge Luis ha publicado antes seis libros (la mitad en el extranjero) y no se había integrado en parte ni a su generación ni al corredor literario local conformado por lecturas, charlas y encuentros de escritores.

Este libro editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León lo hace visible desde ya en este árido reino, y por supuesto que me congratulo como lector. Como autor me hizo reflexionar con nostalgia sobre las voces que han desparecido de la escena local, recuerdo, por citar un ejemplo, que un grupo de autores irrumpimos a principios de los noventa del siglo pasado en los suplementos de algunos periódicos locales y en eventos y lecturas. Éramos más de una treintena, generamos ciclos ,encuentros, revistas, animábamos la escena literaria local con mucha efervescencia, nos antecedía también una generación  robusta y posicionada más en la promoción y el fomento de la cultura tanto en universidades como instituciones culturales públicas. Lamentablemente un 95 por ciento de esos autores tienen décadas de no publicar nada, algunos aparecen intermitentemente, y encontrar a Darcy me llena de optimismo en muchos sentidos, porque una voz como la de él, sin duda alguna, aporta y retribuye muchísimo a la personalidad de la poesía nuevoleonesa.

II Debo decir

Como la tarde que a sí misma se prohíbe, como la tarde que arde, Jorge Luis ha decidido amasar el pan, cantar en el ardiente horno de la cotidianidad, agradecerle al mundo su fugacidad porque de eso está hecho lo eterno. Debo decir que la incorporación de Darcy al panorama poético local, nacional e internacional, es decir, su aparición, se horneó de la mejor manera, a la temperatura perfecta, esa que madura y que al mismo tiempo es una quemadura: Una larga intimidad con sus maestros y con sus lecturas.

Cuando nos enfrentamos a nosotros mismos, como lo hace el autor en este momento, hay que convocar al silencio, a la ternura, a la prisa y a la desobediencia. Debo decir que El pan del deseo contiene esa ceremonia siempre buscada, esa herida que ya es costumbre y que bien dicha es un privilegio. Debo decir que decir sin desdecirse, encontrar la extensión y el eco, prolongar la noche y la vida a Darcy le sale bien, porque sabe de sabores, conoce el peso de mirarse despierto siempre. Y entonces, debido a eso, convoca y aparece una palabra eficaz, un sonido que sabe erigirse, una sombra que hechice, un remolino que desprenda la tinta, un color que desencadene el tiempo, un reflejo más allá de sí mismo, un poema y veinte más que son los que conforman este libro.

a ti encaminé los oficios del número
los bailes de la letra
mientras hacías tuyo mi nombre
desde la luz intensa de las oficinas
escondida en los desordenados anaqueles
de la pubertad
cuando quise insistir más que un ave de rapiña
cuando quise estar antes que el rocío
tu cuerpo me rescató del infinito
y horneabas en mi el pan del deseo
mudándome de piel bajo el influjo
de toda necesidad resuelta
pero fuimos en un sitio
dónde la lógica entorpece los movimientos del corazón
los adverbios están heridos
y solo es posible acumular el polvo
en un sitio en que se debe de ser la palabra
que se piensa y se dice
y nosotros éramos la otra
la verdadera palabra final
la que se siente y se calla

(El pan del deseo, fragmento, página 27/28)

El cubano Manuel García Verdecia dice bien en el prólogo que para Darcy la poesía no es pose ni ornamento, que, por el contrario, es un hábitat, una respiración, un metabolismo, una manera de existir. Celebremos entonces la existencia de este poeta y todo lo que hornea.

El pan del deseo es un golpe de vértigo contenido, es una solitaria claridad, es la noche que se prolonga, es los signos corriendo hacia el despeñadero para que como lectores evitemos la tragedia e incorporemos a nuestra dieta este alimento que nos salva: La poesía.


El pan del deseo
Jorge Luis Darcy
UANL, 2017.