De perder estamos hartas. Sobre el escepticismo ante las denuncias de abusos sexuales

Ximena Peredo – Los abusos y el acoso sexual tienen una víctima puntual pero el agresor es un monstruo de mil cabezas. Hay un nombre, pero no está solo.

Los abusos y el acoso sexual tienen una víctima puntual pero el agresor es un monstruo de mil cabezas. Hay un nombre, pero no está solo. Mientras que uno es el perpetrador el resto nos atan, nos tapan la boca, nos amenazan con no denunciar. Lo normal sería defenderse inmediatamente, pero a las mujeres se nos ha arrebatado ese instinto.

Por Ximena Peredo

cartel comparte testimonio abusos
Foto: @AnaCPamanes (Twitter)

Hace algunos años varios escritores del norte del País fuimos convocados a participar en plena sierra duranguense en un taller de escritura con Hernán Lara Zavala. El tipo es muy agradable. Todos lo quisimos casi inmediatamente porque, además, se comprometía con nuestros textos. Todo iba muy bien hasta que aprovechando que estuvimos solos un momento este señor me besó a la fuerza y sin decir “agua va”. ¿Qué hacer en esos momentos en los que sientes la lengua de tu maestro moverse dentro de tu boca? Pensé: lo aviento, le grito, lo acuso con el grupo, pido mi inmediato regreso a Monterrey… o espero a que saque su asquerosa lengua y le digo, de la manera más cordial -¿civilizada?- que a mí no me gusta él y gradualmente –sin hacer escándalo, casi de puntillas- me alejo hasta no volverlo a ver.

En estos días posteriores a la publicación de varias denuncias anónimas en el sitio AcosoEnLaU contra profesores del Tec, de la Udem y del Cedim por acoso y/o abuso sexual, hemos tenido muchas instantáneas, como placas de rayos X, del discurso social dominante, es decir, vimos cuán reguladas y hasta formateadas están nuestras opiniones sobre los delitos sexuales. Dentro de todas las reflexiones que el caso me ha generado trabajaré una en este breve ensayo: el escepticismo que muchos asumieron frente a los testimonios aludiendo a que 1) las víctimas no han abierto su identidad ni han presentado una denuncia formal ante las instancias del Poder Judicial y 2) podría tratarse de una venganza orquestada contra los acusados.  Ambas posturas encontraron discursos justificatorios para negar su apoyo a las víctimas. El colmo (y del mansplaining) fue que uno de los profesores señalados de acosador, Ángel Sánchez Borges, en su muro de Facebook, les dio consejos a las denunciantes sobre cómo mejorar su denuncia.

Este es un escepticismo basado, supuestamente, en las formas. Para esta postura, las denunciantes, si no mentían, al menos cometieron muchos errores como para parecer confiables. Debían mostrar la cara, de lo contrario su ocultamiento llamaba a suspicacia. Pero más que eso: debían poner una denuncia formal.

El 91 por ciento de los delitos sexuales no se denuncian en nuestro País y sólo el .7 por ciento de las denuncias, en general, terminan en sentencia. Es decir, la violencia sexual está normalizada por la impunidad.  Si no es perverso al menos es ingenuo que a las víctimas que denuncian les exijamos que entren a la teatralidad de quien hace que cree en lo que ya nadie cree. “Vayan y siéntense frente al agente del Ministerio Público a decirle que el profe les hizo esto o aquello. Háganlo para que les creamos”. Aunque sabemos que tenemos el cuarto lugar mundial en impunidad –el primero en América-, en esta ocasión exigimos que las denunciantes nos enseñen su denuncia sellada para creerles, aunque el sistema de procuración de justicia está colapsado.  Y pongo otro ejemplo: la cárcel. Por más que crea en los testimonios de estas mujeres no querría que alguno de estos señalados como abusadores pisaran la prisión en el estado en el que estos supuestos espacios de reinserción social se encuentran. Es decir, el sistema judicial no puede, el día de hoy, brindarnos justicia. Pero hay más: los delitos sexuales exponen a las víctimas. Hasta que no existan protocolos que garanticen a la víctima protección al denunciar el Poder Judicial no será la arena para buscar justicia. No está ahí. Y sí, esto es un gravísimo problema, pero es mejor verlo que ignorarlo.

El escarnio público es la justicia de los pueblos despojados de la Ley. Es lo que hacemos con los políticos que ya sabemos que no recibirán su merecido. Si no hay un juez que se atreva a procurar justicia, al menos escribimos sus nombres, los denunciamos, les reclamamos públicamente, nos burlamos y algunos se levantan de la mesa cuando los ven entrar o les niegan el saludo (y esto se vuelve viral). Esta es la justicia previa o posterior al fracaso de las instituciones judiciales , pero es la única a la que podemos acceder. De hecho, uno de los acusados, Felipe Montes, el día de ayer emitió un comunicado en el que tacha a los testimonios de calumnias pero, igualmente, lo hace al margen de las instancias judiciales pudiendo interponer una denuncia por difamación.

El linchamiento es un gran riesgo. Cierto. Y nunca hay que dejar de ver a la persona acusada. Por ello es importante pedirle explicaciones. Puede que no conteste, pero pedirlas en alto, porque quienes debieran hacerlo abandonaron sus puestos.

Pero el escepticismo tuvo otro rostro, el de la suspicacia.  Otros se llamaron incrédulos alertados por el tono vengativo, sospechoso, que identificaron en los testimonios. Había un gato encerrado. Alguien quería vengarse de Felipe Montes, y esto es lo que él mismo ha venido alegando en sus erráticas intervenciones. En el fondo de estas posturas advierto la creencia –que precisamente envalentona a los agresores- de que las víctimas son incapaces de defenderse. Por ello han sido usadas, manipuladas. Es peor, como seguramente no se representan a ellas mismas hay que desconfiar de su dicho.  Por otro lado, algunos respingaron por oler un tufillo de venganza. Con esto no sólo se anula el derecho de las víctimas a buscar si no un poco de justicia, al menos el escarnio público.  Tengo la impresión de que mientras los hombres tienen todo el permiso para regodearse en sus odios, las mujeres nos volvemos sospechosas cuando exhibimos a nuestro agresor con rencor, ¿qué esperan, dulzura?

El escepticismo que despertaron estos testimonios me parece totalmente coherente con la sociedad autoritaria travestida de prudente que normaliza la violencia sexual –siete feminicidios cada día en el País . El beneficio de la duda que le dieron a Felipe lo entiendo como una reacción inmediata, pero no después de leer los testimonios de mujeres que lo acusan de  abusos prolongados, de chantajes ruines, de violencia sexual aprovechándose, además, de su posición de maestro. Me parece lógico que consideremos decentes e incapaces de tales atrocidades a las personas que queremos, o a quienes nos inspiran o nos parecen agradables. Sin embargo, los acosadores y abusadores sexuales suelen ser personas especialmente agradables. Seducen. Caen bien. Por eso uno los deja pasar. Los quiere. Hasta que de la persona querendona emerge un “monstruo pentápodo”. Y son legión. Este caso nos enseña que no podemos dejar de aceptar que miembros de nuestros clubes y gremios, personas perfectamente “normales”, pueden ser criminales.

¿Qué hacer? El Instituto Estatal de las Mujeres, si de algo valiera, debería de estar acompañando a estas mujeres. Lo mismo señalo de la Fiscalía Especializada en Atención a la Mujer del Gobierno de Nuevo León. Tendrían que atraer el caso. Buscar a las víctimas. Servir como un filtro que brindara protección y certeza sobre la veracidad de las acusaciones.  ¿Cómo entender que se mantengan al margen? ¿Acaso creerán que no les corresponde intervenir? ¿Prefieren mantenerse escépticas?

Los abusos y el acoso sexual tienen una víctima puntual pero el agresor es un monstruo de mil cabezas. Mientras que uno es el perpetrador material el resto nos ata, nos tapa la boca, nos amenaza con no denunciar. Lo normal sería defenderse inmediatamente, pero a las mujeres se nos ha arrebatado ese instinto. Nos enseñaron a perder. ¿Por qué lo hemos permitido? Porque lo que sigue a la denuncia puede ser peor (y de muestra este caso como botón). Y las mujeres hacemos cuentas, como siempre… ¿para qué denunciar?, ¿para aparecer en medio de un escándalo injusto, para pasarla mal otra vez?  Decidimos fríamente hacer como que no dolió. Hacer como que no dolió. Hacer como que no dolió…

Aquella vez en la sierra decidí no denunciar al tallerista porque no tenía –y no tengo- energía que perder en infiernillos. Ahora lo hago aquí. Podrían acusarme de estar difamando al Sr. Lara Zavala pero él, si quiere defenderse, estará en todo su derecho. Pero ya. De perder estamos hartas.

12 comentarios en «De perder estamos hartas. Sobre el escepticismo ante las denuncias de abusos sexuales»

  1. Lo peor Ximena Peredo es que desde pequeñas nos quitan ese instinto de denunciar. A fuerza nos enseñan a perder. Las musmas instituciones que deberían escucharnos y defendernos se hacen ciegas y sordas( llámese ministerio publico. Defensoria de la mujer. COPAVIDE. Etc.) Y amenazan a los padres de las menores, les hacen dar largas a su denuncia porque » no hay mas prueba que lo que dice la niña», a pesar de tener la grabacion de la entrevista psicológica donde la menor de 6 años narra todo el evento y muestra el estado emocional de estres Post traumatico. Despues de un año del wvento quieren someterla nuevamente a otra evaluación revictimizandola nuevamente.

  2. Estoy feliz de que por fin se comience el diálogo sobre este problema que venimos cargando desde siempre.
    Cuantas veces no escuchamos del amigo llevadito, del directivo de la empresa que se le pasa la mano, del compañero que saluda de beso y abrazo y te hace sentir incómoda… ojalá todas se atrevan a denunciar, en el momento que se evidencía el acusado este se siente avergonzado y deja de actuar así, y si tenemos suficiente suerte, verá que esa cultura que le inculcaron estaba mal y dejará de hacerlo con convicción.
    Lo que más añoro es que las niñas y generaciones jóvenes tenga un chip diferente y vean normal el denunciar cualquier insinuación que las haga sentir incómodas o acosadas.
    En verdad vienen tiempos de cambio.

  3. Se evitarían muchos problemas si se educará no solo a los hombres para respetar a las mujeres, sino también a las mujeres a defenderse inmediatamente…
    Televisa aunque es una basura su contenido, en los 80’s promovía la campaña (bastante buena por cierto) bajo el slogan: «Tu vales mucho y mereces respeto cuidate a ti mismo, cuentaselo a quien más confianza le tengas y mucho ojo ¡eh!» con imagenes de pequeñas escenas donde niños y mujeres eran víctimas de acoso y propuestas indecorosas…
    A mi me educaron para defenderme inmediatamente y yo ya no soy ninguna jovencita, y a todas las mujeres de mi familia se le educo de esa manera, que se replica en las menores de edad de nuestra sangre… así que me cuesta trabajo creer que lo que estan denunciando este sucediendo…
    Además, no se sabe que pensar pues es casi del conocimiento publico que desde 1987 ha quedado en evidencia que tanto alumnas como alumnos del Tec y de la UANL, acceden a tener relaciones sexuales con sus maestros y maestras para obtener desde buenas calificaciones, becas hasta recomendaciones para su primer empleo… Así que no se puede llamar acoso a algo que se acepto desde un inicio…

    • Sigue siendo acoso, desde el momento en que los profesores desde su nivel y cargo, se aprovechan de la situación para ejercer presión de una u otra manera. El abuso o acoso no es consensuado, es tolerado en el mejor de los casos. Y si la víctima es menor de edad, es un delito.

    • Siguen siendo menores de edad varias de las víctimas. Aunque la víctima diga sí, sigue siendo PEDERASTIA el delito del agresor.

  4. Excelente redacción y contenido. Considero que muchas hemos sido acosadas o en la calle o en la propia familia. A mí me sucedió con un pariente cercano, entiendo la vergüenza y culpa por lo cual no denunciamos.
    Yo me prometí hacerlo de ahora en adelante porque en ese momento era una niña y no tuve el apoyo de mi familia ni sabía lo que pasaba.
    Pero toda esta revolución feminista me da fuerzas para alzar la voz.
    Gracias!!!!!

  5. Sin palabras Ximena, es un mundo berraco. La víctima está condenada a «hacer como que no dolió» y evadir más que confrontar a los demonios.

  6. Gracias Ximena, excelente ensayo. Creo que tienes toda la razón en decir que habíamos perdido el impulso de denunciar. Parece que lo vamos recuperando, aunque parcial y lentamente. Hay muchos intereses políticos y económicos cerrando los caminos del cambio.
    Uno de las barreras que más me impresiona es la que nosotras mismas nos imponemos al no tomar en serio nuestra molestia ante el acoso y la tendencia a ridiculizar cualquier protesta al respecto. Es triste que debido a los siglos de sometimiento, en las mujeres persista una terca incredulidad frente a afirmación del derecho al respeto y a la dignidad de las mujeres. Con demasiada frecuencia expresiones como «está enojada porque quería que le dieran más» o «ella bien que se lo buscó» provienen de mujeres, incapaces de manifestar solidaridad ante las víctimas de acoso. La alianza con el agresor, sigue pareciendo más segura para aquéllas que probablemente no pueden romper con sus propios vínculos de dependencia y prefieren no encarar la vergüenza de ser a la vez cómplices y víctimas del cotidiano y casi invisible abuso del machismo imperante.

  7. Muy buena reflexión. La justicia se hace por un acto criminal no basado en el historial de buenas acciones de las personas. Así es la justicia en la tierra; en el cielo si pueden esperar una justicia más integral… La verdad es que muchas personas están defendiendo a los agresores porque «usted me trató muy bien», «usted es una buena persona». La cuestión es que cualquiera puede ser un acosador sexual porque la cultura y la sociedad lo permite. La desigualdades entre mujeres y hombres son el caldo de cultivo. Por otro lado, muchos de los que piden la cara de las mujeres víctimas no lo hicieron de los zapatistas que también traían la cara cubierta. Porque de las humillaciones y discriminación hacia las personas indígenas nadie duda pero de las que se hacen hacia las mujeres todos dudan aunque lo veamos también diario. Será que muchos de los defensores ponen sus barbas a remojar. En fin ya me extendí, Ximena, felicidades por el ensayo.

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