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El otro como propiedad. Entrevista con Gabriela Fonseca

En su novela histórica La pasión de Trista Gabriela Fonseca nos lleva a la antigua Roma, con una historia donde lo que comienza como una aventura infantil culmina en la etapa adulta con niveles demenciales de posesión.

Una esclava y su amo, un patricio miembro de la aristocracia de la antigua Roma, entablan una relación. Su vínculo comienza desde la niñez en la que ella es adquirida por él. Lo que comienza como una aventura infantil culmina en la etapa adulta con niveles demenciales de posesión. Al menos es así como lo plantea la autora Gabriela Fonseca en su novela La Pasión De Trista (Dark and Glow Press, 2018). Esta es la historia de Fausto y Trista narrada en un contexto, circunstancias y tiempo inusuales versus la urbanidad actual en la que la cristiandad reprimida también juega un papel determinante. Porque el sadomasoquismo y la sumisión pueden ser tratados en otras facetas más allá del moderno cliché impuesto por las 50 sombras de Grey.

Fonseca ha ejercido como editora de la sección internacional del diario La Jornada desde 1989 y como corresponsal en Colonia, Alemania. Ha publicado otras novelas como: Peso Muerto, Secretos del mar y de la muerte y el libro de relatos Los diablos de Teresa. Ella habla de los pormenores de esta sui generis historia.

¿Por qué en esta abordas precisamente la época de la Antigua Roma?

Alguna vez dije: nunca voy a hacer novela histórica. Nunca hay que decirlo porque las historias que no quieres contar son las que te van a llevar de una manera más ágil a eso. Lo que pasa es que esta novela la pensé en el contexto, es una novela contada en tres partes, una trilogía, pero esta es parte de ella. En esa que hablo de una especie de limbo al que se va a morir la gente que no ha sido feliz. Las que faltan tiene más que ver con este lugar donde se va no tanto por su culpa sino por decisiones.

Yo percibí en esta novela una metáfora del sometimiento…

Sí, eso fue también la intención: el ver al otro, la pareja, un hijo, compañero de trabajo, tu madre como alguien de tu propiedad, si tienes derechos u obligaciones y a quienes no estás otorgando derecho de réplica. De qué quieres ir a lo más amplio entre países y gobiernos, poblaciones y demás. Estás tratando a alguien como si fueras de tu propiedad, como si no fueran seres autónomos, como si no tuvieran derechos. En la novela la obsesión de este hombre por esta mujer llega a hacerlo esclavo a él, cualquier cosa que no espera de ella lo ve como un signo de rebelión y la somete. 

También cuando escribimos lo que queremos es ver realizadas algunas fantasías que tenemos y en este caso es el amo que se dé cuenta que en realidad es el esclavo de sí mismo. Es algo que de alguna manera me gratifica a la hora de contar una historia. A mí me gusta cuando los papeles se voltean. “Trista” sabe cómo ser esclava, pero él ya no sabe cómo ser amo.

Me pareció muy maniaco el episodio de amarrarla con una trenza.

Él dice: “ahora vas a ser mis ojos” porque él se enferma hasta quedar ciego, pero él sabe que ella se puede alejar y no sabe cómo agarrarla y quiere tenerla a una mínima distancia siempre.  Y que tiene una obsesión de volverse el amo de sus ideas, su acto y voluntad; esta cosa instintiva de querer dominar y aferrarse a otra persona.

¿Cómo fue tu investigación para este libro?

Me puse a ver el derecho romano, qué derechos tenían los amos contra los esclavos. Fausto los viola todos. Sí podías castigar a tu esclavo para ciertas cosas, estaba probado que no eran cuestiones. Los patricios no es que se sujetaran a un patrón de conducta, no tenían que rendirle cuentas a casi nadie. Hay un capítulo en que ese güey está golpeándola en la cocina y violándola hasta que su padre los ve y le dice que esa no es la forma de castigarla hasta que otro esclavo la azota.

Los derechos que tenían los esclavos era que tenían que estar bien tratados y alimentados. Si eran castigados debía haber una razón lógica para ello y que el amo tenía la prerrogativa del abuso y libertad. No eran derechos para los esclavos sino una manera de mantener la paz en Roma y la libertad de culto para ciertas religiones en los pueblos que conquistaban. En Egipto dejaban que los nubios practicaran su religión, también los judíos, eran válidas, mientras que el cristianismo se consideraba una superstición.

@miricaiba