Galeana 344

Mi academia militar

POR:

Si lo piensan como reporteros de El Porve somos como el Viet-Cong. Para poder competir sabemos que estamos en inferioridad, primero numérica, luego tecnológica y finalmente ante las fuentes. Era un juego de guerra de guerrillas.

Siempre que me preguntan cómo llegué al periodismo, hace casi 16 años, les doy robotizadamente la misma respuesta: en El Porvenir había como una regla no escrita donde en su sección de Cultura me cuentan que preferían contratar estudiantes / egresados de carreras de la Facultad de Filosofía y Letras. Y sé que no son todos, pero sí la mayoría y como desde los años ochenta.

Si la plática sigue le cuento cómo aprendí periodismo yo que no sabía absolutamente nada del tema hasta ahorita que tengo más de 15 años ejerciéndolo y hasta estudio el doctorado en periodismo en la Universidad Nacional de La Plata, en Argentina. De hecho creo que a los argentos les interesó en mi anteproyecto de investigación que les dijera que me interesa seguir estudiando el periodismo porque lo fui aprendiendo como pedagogo que se fue convirtiendo en comunicólogo y veía todo desde otra mirada científico-social.

Así lo interesante no es el cómo, sino el dónde lo aprendí. Para mí el El Provenir fue una academia militar. Y lo digo hoy con una mezcla de cariño y nostalgia, pero que hace diez años era más de desazón y frustración contra todo lo que luchábamos.

Estuve ahí del 2004 al 2006. Cuando llegué me quedé impresionado por lo atrasados tecnológicamente que estaban. De hecho no lo podía creer. También vale advertir que mi hermana y yo siempre bromeamos que ambos somos unos “millenials remisos” hoy cuarentones. Y es que sí, a diferencia de la inmensa mayoría de “la raza de la edad”, Dahlia y yo tuvimos nuestra primera computadora en 1988, e internet en 1992. Un día le platiqué a ella que vi un sistema operativo que no tiene prompt, y donde todo se maneja por ‘ventanas’. Claro, era en 1993 y se llamaba Windows. Usábamos el cable del teléfono para conectarnos a internet y obvio nadie podía llamar a la casa. Ambos crecimos con el chat MiRC. Para mí fue tremendo choque el encontrarme, ya en 2004, con un periódico que usaba el sistema operativo más antiguo, el de mi infancia.

Cuando escribí mi primer nota en El Porve nadie me dijo que tenías que escribir un slash luego de cada vocal para que “el sistema” entendiera que eso era un acento en la palabra.

Y por suerte en casa a mis padres por un tiempo les dio por la fotografía y tenían varios cuerpos, varios objetivos (incluso un tele 200), muchos rollos y como 20 álbumes fotográficos que detallaban casi por semana toda nuestra infancia. Entonces me fue rarísimo, pero tampoco ajeno, encontrarme que entrado el Siglo XXI en el periódico aún usaban cámaras réflex análogas. Y que para cada ‘evento’ en la puerta Blanquita, previo su respectivo gancho, me soltaba dos o tres rollos de doce cuadros blanco y negro. ¿Es neta? me preguntaba.

Pero lo rudimentario creo que fue otra pieza clave del rompecabezas de mi aprendizaje sobe el periodismo. De hecho ahora pienso que bueno que fue así y no un camino fácil.

Allende las puertas de El Porve, ya sabiendo “el budget” de lo que me tocaba cubrir en el día, llegaba una trinchera aún peor en las calles. De entrada un evento no empezaba “hasta que llegaba El Norte”, varias fuentes te veían para abajo y unas directamente ni te pelaban.

Pero ahora lo veo y eso también ayudó. Porque es neta que varias veces les comenté a mis compañeros (redacción hacia adentro) que si lo piensan como reporteros de El Porve somos como el Viet-Cong. Para poder competir sabemos que estamos en inferioridad, primero numérica, luego tecnológica y finalmente ante las fuentes. Era un juego de guerra de guerrillas.

Con Jorge Castañeda, y un poco con Abraham Vázquez, creamos un entramado combativo que implicaba ser furtivo, esconderte, hacerle creer al reportero de Vida! que ya te habías ido y volver al campo de guerra a entrevistar al artista o personaje. Al día siguiente sacabas otro ángulo de la misma nota y hasta acá te imaginabas los gritos que le espetaba el eterno Betaa tu colega de El Norte por que no traía lo mismo. Uno de ellos, Vicente Guerrero, luego me seguía por todos lados a donde fuera en cada evento que coincidíamos. En algún momento abusé de eso llevándolo a seguirme para entrevistar a nadie. Sabía que me acompañaría hasta el fin del mundo si era posible.

Y es que aunque teníamos nuestro orgullo bien en alto, en realidad reconocíamos que no teníamos nada que perder, éramos de El Porve. Los compañeros reporteros de El Norte, y los de Milenio, llegaban con su fotógrafo y a veces camarógrafo y no se tenían que preocupar de tomar fotos como nosotros. Era por eso que si acaso “ganábamos” una batalla la saboreábamos más. Era David contra Goliat. Lo más chido es que al día siguiente empezaba otra batalla.

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Luis Salazar Pérez

(Monterrey, 1978) Pedagogo por la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL y actual doctorando en Periodismo por la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Reportero de El Porvenir de 2004 al 2006 y de otros eventos nacionales e internacionales como el Fórum Internacional de las Culturas (2007), el primer Festival Internacional de Santa Lucía y el Festival Internacional de Cine (ambos en 2008). Desde ese mismo año, y hasta la fecha, es reportero de distintos medios impresos y virtuales de la UANL y locutor en la Radio Universidad. Desde hace seis años se transporta en una bici plegable inglesa y es cultor de tango rioplatense (conductor radiofónico y coleccionista) desde hace 20 años.