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Nick Cave: el cuervo, el diablo y Dios

Nick Cave es como Nina Simone, pero en vez de cantarle a la injusticia, le canta al dolor humano. Canta sobre lo oscura que puede ser la historia, sobre la realidad disfrazada de ficción y sobre lo que puede hacernos nuestra naturaleza inherente.

Nick Cave es como Nina Simone, pero en vez de cantarle a la injusticia, le canta al dolor humano. Canta sobre lo oscura que puede ser la historia, sobre la realidad disfrazada de ficción y sobre lo que puede hacernos nuestra naturaleza inherente.

Por: Diego Castañeda

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Foto: simonlamme / Facebook Nick Cave & The Bad Seeds

Yo tendría unos 13 años cuando mi hermano mayor puso una canción de Radiohead llamada “Fake Plastic Trees” y me explico la letra. Me dijo que la leyera, que la interpretara. ¿Qué te hace sentir? ¿Qué piensas que quiso decir el compositor? ¿Qué significa para ti?

Pude notar como la voz de Yorke ya no era simplemente una melodía hermosa, sino que significaba algo. Él quería decir algo. Me eché a llorar, pues fue la primera vez que vi la música como algo más que solo música, y eso hablaba directamente a mi alma. Desde entonces pasé mi vida escuchando y poniendo atención. Me obsesioné con conocer el mensaje y qué había detrás de las canciones.

Hay canciones que te ayudarán a seguir adelante, otras te darán calma mientras observas el otoño pasar, o van a acompañarte cuando sientas que ya no hay más para ti. Hay canciones que te darán oscuridad cuando la luz te esté cegando demasiado, y Nick Cave tiene esas canciones.

Me cuesta hablar de Nick Cave porque no es un artista fácil; no porque le guste andar en escándalos, sino porque desde hace tiempo viene formando un camino, un destino que precede del dolor y de la belleza pura del ser. A veces me cuesta escucharlo porque sus canciones son dosis de realidad, y en lo personal, me abren una puerta hacía épocas oscuras, hacía momentos de duelo, momentos perfectos en los que de alguna u otra manera, para bien o para mal, me sentí vivo.

En la preparatoria mi amigo David “El metalero” me contó en una ocasión de este compositor que “hablaba en vez de cantar”, al que Metallica le había hecho un cóver. Era la primera vez que alguien hablaba así de un cantante, como si se tratase de un “cuenta cuentos”. Nick Cave fue un gran descubrimiento, nos sumergimos en esa música obscura un tiempo, que al comienzo no entendimos del todo, pero de cierta forma tenía algo. Esa voz profunda parecía estar suspendida en algún momento, en algún universo propio. Hasta que lo entendimos.

Pocas canciones me han destruido en una manera tan hermosa. Pocas canciones llegan a significar algo realmente. Lo que es real duele. Nick Cave tiene formas. Él conoce caminos para llegar al corazón y cruzar esa línea delgada que pocos se atreven a cruzar, pues muchos no podríamos volver, muchos no sabríamos regresar, de lo profundo y vasto que puede ser el interior. Muchas personas prefieren no descubrir esa parte de sí mismos, mientras que algunos otros hemos llegado ahí quizá por casualidad. O quizá porque así debe ser la vida.

Se trata de la música. Se trata de las palabras. Se trata de convivir con uno mismo, y dejarse abrazar por el interior. Saber cargar con el peso de quienes somos.

Nick Cave es como Nina Simone, pero en vez de cantarle a la injusticia, le canta al dolor humano. Canta sobre lo oscura que puede ser la historia, sobre la realidad disfrazada de ficción y sobre lo que puede hacernos nuestra naturaleza inherente. Y hay momentos en los que lo hace con un excelente sentido del humor. Ha perfeccionado su técnica. Puede entrar y salir, puede cantarle a la muerte y al mismo tiempo a la vida.

Una vez leí en una columna que se referían a Cave como “el hombre que le enseñó a Dylan a escribir canciones”. Es una declaración que incomoda a muchos, pero viene a mi mente aquella anécdota en la que Nick Cave escribió sobre su encuentro con Bob Dylan en Glastonbury en el 98, y donde un misterioso y abrumado Dylan, terminada la presentación de los Bad Seeds, se acercó al camión de Cave, lo tomó del brazo y le dijo “me gusta lo que haces”, y se retiró. Justo después del encuentro, Cave cayó en una faceta extraña, en la que no podía escribir canciones. Cuando lanzó Nocturama, fue un fracaso comercialmente mientras que Love and Theft llevó de nuevo a la cima a Dylan.

Hará falta saber escuchar e interpretar, pero sobre todo sentir. Cave se apoderó de las palabras, porque no tuvo opción. Un forjador de historias con una trayectoria amplia, con discos que valen la pena de principio a fin, y con múltiples proyectos paralelos de igual calidad. Un músico que inclusive desde su piano nos habla, y tiene la capacidad de escribir directamente en nuestro interior.

En vivo, desde los monitores, revienta un ruido que representa la desesperación, la redención. Y ahí en el escenario, mientras toma las manos de las personas y las acerca a su corazón en una especie de terapia catártica (busca a su público para liberarse y salvarse), los Bad Seeds están en un frenético trance, tejiendo la tela para que los versos fluyan. Nick Cave lleva una cuervo por cabello en la cabeza, en su sombra vive el diablo y en sus profundos ojos azules lleva a Dios. Este año Nick Cave y los Bad Seeds vuelven a México, para deleitarnos con esa magistral manera de entregar todo a la canción, y esta a su vez, al público.

De eso están hablando todos, pero la historia lo llevó hasta aquí, a ser quien debe ser desde el inicio. Todo nos ha llevado hasta aquí. Al final Cave, nos dice cómo termina todo: “si el pasado no te mata, el futuro definitivamente lo hará”.