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COLUMNAS   

Árido Reino


Nos despojamos de este mundo o hipótesis en estampida

Pareciera que queremos a fuerza insertarnos en el mudo animal lo cual a la fauna le tiene sin cuidado; ellos se ocupan de otras cosas, y de eso habla Mendiola en su libro, con una mirada que busca crear una sociedad perfecta donde cada especie alcanza una autonomía indiscutible.

OPINIÓN

Pareciera que queremos a fuerza insertarnos en el mudo animal lo cual a la fauna le tiene sin cuidado; ellos se ocupan de otras cosas, y de eso habla Mendiola en su libro, con una mirada que busca crear una sociedad perfecta donde cada especie alcanza una autonomía indiscutible.

Por: Armando Alanís Pulido

mendiolaLa literatura regiomontana carece de muchas cosas; una de ellas, la más importante, la que más pesa, es memoria. Es decir, su estudio, su registro cronológico y su  rescate. Pienso en autores que han muerto en los últimos años, ninguno ha merecido una recopilación y edición de su obra completa y menos de su trabajo inédito. Más allá del homenaje inmediato, el verdadero homenaje sería seguir editando y promoviendo su obra, para así leerlos. Urge tener a los autores de Nuevo León a la mano para no condenarlos a ser una especie en extinción; es necesario que instituciones como Conarte y la UANL atiendan esto mediante una colección especial de esas voces. Sirva esto como propuesta y  además como pretexto para recordar a José María Mendiola, ya que pronto se cumplirán cinco años de su partida física.

Preámbulo con fauces abiertas o los tiempos son cortos para el arrepentimiento

Hace algunas décadas Chema Mendiola presentó uno de mis libros. Aquella noche en el Museo Metropolitano, mientras el otro presentador (Gabriel Contreras) hablaba pestes de mi poemario, Chema dijo que el libro representaba para la época algo así como… bueno, realmente no me acuerdo bien qué fue lo que dijo (fue en 1995), pero seguramente dijo lo correcto y con esto de ninguna manera estoy auto-alabando aquel librito editado por Oficio Ediciones. Cuando digo que dijo lo correcto, me refiero a él mismo, a su obra, que comprende tres libros de narrativa: El libro del brujo, Larva de musa etílica y Un elefante en matatenas y uno de poesía, Las casas que nos habitan. Decir que su narrativa es poética no es un lugar común de esos que pululan a la hora de escribir una reseña; lo cierto es que Mendiola siempre inserta algunos poemas en sus libros de narrativa y la aparición de su libro de poesía era de esperarse. En el caso de este libro, los poemas que aparecen, además de marcar inicios y terminaciones de capítulos, son la amable guía y al mismo tiempo el escalón de descanso para las lecciones que se nos muestran. Regresando un poco a aquella noche de 1995, recuerdo que al final de la presentación se me acercó una persona que se identificó como abogado –ya valió, pensé-, pero solo quería decirme que había asistido pensando que mi libro tenía algo que ver con derecho penal, ya que al ver el título (Todo lo que diga puede ser usado en mi contra) creyó que le sería útil para su oficio. También me preguntó por qué no me había defendido de los ataques del otro presentador, y me pregunto si Gabriel Contreras estaba loco, a lo que contesté que sí. Recordando esa anécdota pienso que algo parecido le puede pasar a este libro titulado El libro de las especies, ya que es muy probable que en las presentaciones que se hagan asistan como público  veterinarios, miembros de la Sociedad Protectora de Animales o biólogos, ya que los lectores (y los no lectores) siempre confunden los títulos.

Welcome to The Jungle

De repente uno anda solo como un perro, o le tira los perros a alguien, o azota como una res, o anda como burro sin mecate (o como burro en primavera), o estas azorrillado o viboreando a todos, o pajareando a ver que oye y luego uno se va volando, o se hace buey (wey) o se encabrita o se le van las cabras, o se siente como pez en el agua o cae en la boca del lobo, o hace el oso.

Pareciera que queremos a fuerza insertarnos en el mudo animal (lamentablemente siempre las referencias son en tono peyorativo), lo cual a la fauna le tiene sin cuidado; ellos se ocupan de otras cosas, y de eso habla Mendiola en su libro, con una mirada que va más allá de la típica toma de Animal Planet, para crear una sociedad perfecta donde cada especie alcanza una autonomía indiscutible. Chema nos pone a reflexionar sobre nuestra animalidad minimizada o maximizada, sobre nuestro salvajismo y nuestras leyes de la selva; resumo esta idea como ya lo escribió el gato: el más inútil y perezoso de los animales es el hombre.

Quiero hablar también de las intenciones. Supongo que el autor las tuvo al maquinar y escribir el libro y que tal vez ahora a la vuelta de los años y con la bondad de la publicación estas hayan cambiado o sean innumerables ¿Por qué? Simplemente porque no podemos ser indiferentes ante los instintos de los que proponen humanidades alternas, y sobre todo de que nos hacen mucha falta las humanidades interiores. Si seguimos el tránsito hacia el conjunto de estas humildes hipótesis (hipótesis en estampida,  por supuesto) seguramente seremos, por decirlo de alguna manera que este a tono, más domésticos; y ahora, ante este moderno zoológico sin jaulas, tenemos la oportunidad de aprender otras conductas, podremos sonreír como un leopardo, escuchar como los quetzales, pintar como los rinocerontes o soñar como las tortugas.

Este libro es raro en su especie. Si mi labor fuera ponerlo en un anaquel en la librería lo pondría en la sección de los diccionarios, no muy alejado de la sección de poesía. Aunque este libro, con un sentimiento de la vida en verdad mágico, el único lugar donde debe de estar es a nuestro alcance.


José Maria Mendiola
El libro de las especies
Conarte
2004