Antolín
Los que conocen a Arnulfo Vigil saben de qué está hecho, pero no todos saben lo que ha hecho. De niño quería ser científico y hablaba con las vacas (una de ellas le dijo que se dedicara a otra cosa), es filántropo (pocos saben de su anónimo apoyo económico anual al Ballet de Monterrey), es editor y con su editorial Oficio publica más libros al año que el Fondo Editorial Nuevo León y Conarte juntos. Es el abuelo ye ye de sus nietos, fue fotografiado por Spencer Tunick en el Zócalo de la ciudad de México (eso me consta porque yo lo acompañé). El género que más escribe es ensayo, pero ante todo es poeta y a los poetas les pasan cosas poéticas.
Esta anécdota que les cuento a continuación, por ejemplo, sucedida hace algunos años, fue, entre otras, cosas milagrosa. Después de lo sucedido le hice saber a Vigil mi preocupación por haber sido el único testigo. Arnulfo, con una voz así como la del Dr. Manuel de la O, me tranquilizó diciéndome lo siguiente: «No te preocupes, tú tienes credibilidad porque eres un hombre bueno y nunca dices mentiras. Además, Dios fue testigo de este milagro».
El telescopio
Arnulfo y yo llegamos tarde. El Subcomandante Insurgente Marcos nos había invitado unas cheves y la plática se puso sabrosa. Todos habíamos coincidido en la ciudad de Hermosillo, Sonora, en el marco del Encuentro Literario «Horas de Junio». Además, en nuestra presuroso trayecto para ir a la cena con Cardenal, en el camino vimos en un aparador unos telescopios en oferta y eso nos hizo demorarnos más. Cardenal y el Sub habían dado juntos una conferencia magistral un día antes, y nosotros unas lecturas de nuestra obra poética. Ellos eran los invitados especiales y las estrellas, aunque el Sub me dijo que la estrella para él era Arnulfo. Estuvimos de acuerdo. Llegamos al restaurant y Cardenal nos esperaba en una mesa junto a alguien mal encarado que fungía como su secretario particular. El poeta estaba enojado y nos miró feo; a mí me pareció bonito que nos mirara feo, y, antes de que pudiéramos decir alguna disculpa, pretexto o tontería, Cardenal nos increpó:
-Vienen alegres, no creo que podamos conversar así…
Arnulfo: «Discúlpennos, Padre consagramos un poco de vino».
Yo: «Es que siempre andamos en eso de la celebración de la palabra».
El secretario particular hizo una mueca de aburrimiento y resopló, por el contrario Cardenal sonrió: «Siéntense poetas, vamos a platicar» (en un tono ya más amable)
Arnulfo: «Padre, nosotros también tuvimos una vida juvenil disipada pero ahora y siempre nuestra fe está concentrada en la poesía».
Secretario particular. «¿Qué? ¿Cómo se atreve?»
Yo: «Maestro, hace años cuando conocí a quien ahora considero mi maestro en la poesía, el señor Arnulfo Vigil, la primera lectura que me recomendó fueron los poemas de Ernesto Cardenal. No sé si usted lo sepa, pero si alguien en México conoce su obra y la ha estudiado a profundidad es él. Yo le estoy agradecido por haberme acercado a su poesía y quiero agradecerle a usted por su poesía que nos renueva la fe en el mundo, que nos ha inspirado y nos ha formado y transformado…
Cardenal: «Algo sabía, algo me habían dicho».
(Cardenal hizo traer unas ediciones nicaragüenses de sus poemas que nos autografió y regaló ante el disgusto de su secretario particular)
Arnulfo: «Padre quiero solicitarle su autorización para editar Telescopio en la noche oscura en la editorial Oficio con sede en Monterrey Nuevo León. Es que, mire…»
Acto seguido, Arnulfo tuvo una larga conversación con Cardenal de la que yo fui un afortunado espectador. El semblante del poeta dejo de ser duro, estaba fascinado con la charla de Arnulfo.
Cardenal: «Por supuesto que te autorizo para que publiques Telescopio, te lo agradezco y será un honor».
Arnulfo: «Una última cosa le quiero pedir. Padre, ¿me puede dar su bendición?»
Secretario particular: «¿Qué?¿Cómo se atreve?» (Levantándose de su silla intempestivamente.)
Cardenal: «Deja, deja, siéntate por favor».
Cardenal se levantó lentamente, Arnulfo se arrodilló y recibió la bendición del poeta.
*Estos eventos sucedieron en el año 2007.
*La edición de Telescopio en la noche oscura fue editada por Oficio en el año 2013.
*En 2019 el papa Francisco le levanta la suspensión que el papa Juan Pablo II le había impuesto a Cardenal en 1984 para ejercer el sacerdocio.
*Ernesto Cardenal muere en Managua, Nicaragua en marzo del 2020 a la edad de 95 años.
*Oficio Ediciones cumple 30 años de existencia en este año 2020.
La poesía nos libera
Conocedor profundo de la obra del sacerdote y poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, Arnulfo Vigil disecciona su poesía para hacernos ver, entender y sentir el amor humano, el amor divino, lo social, el indigenismo, la mística y la ciencia, elementos esenciales en la obra de uno de los poetas latinoamericanos más importantes e influyentes de todos los tiempos. el trabajo de investigación contiene además dos poemas que son “prácticamente inéditos” ya que no fueron incluidos en ninguno de sus libros y antologías.
Vigil con este trabajo expande la obra de Cardenal y el universo se nos expande, admite que a Dios puede llegarse por medio de la ciencia y a la ciencia por medio de la poesía, ergo…
Voto de pobreza
Siempre humilde, Vigil oficia la celebración de la palabra de la manera más generosa: dándose, compartiendo. Su obra misma, despreocupada por el lenguaje, ya la había yo catalogado como misticorockera. Arnulfo siempre nos habla, y hablando en verso construye puentes. Y ahí entra su otra obra. Antes apadrinó la opera prima de algún joven poeta, antes antologó la poesía cristiana de Latinoamérica o la poesía gay de Monterrey, antes estudió a las poetas mujeres nuevoleonesas del siglo XIX Y XX, antes escribió Arcángeles naranja, uno de los mejores libros de poesía en la historia de Nuevo León y nadie lo ha antologado en las antologías de poesía que se han publicado sobre la poesía de Nuevo León y que cuando son leídas -si es que son leídas- todos preguntan ¿por qué no incluyeron a Arnulfo? Antes fundó la editorial Oficio que ahora celebra sus primeros 30 años de hacer y provocar cultura contracultura en esta ciudad, de hacer que la poesía se nos aparezca, que se manifieste como esos milagros que suceden. Vigil siempre está vigilando que no le falte poesía a Monterrey.