carolina olguín
COLUMNAS   

Árido Reino


Cómo se ordena el desazolve de un cauce, o acompáñenme porque ya me voy y mi corazón es un vuelco de rispidez

La poesía de Carolina Olguín posee el poder de inquietarnos. En los poemas de Canicular (2019) asistimos a la fragancia de lo poético porque los textos están bien fundados, y porque están unidos y nos unen.

OPINIÓN

Lavar el agua

La poesía de Carolina Olguín posee el poder de inquietarnos. En los poemas de Canicular asistimos a la fragancia de lo poético porque los textos están bien fundados y porque están unidos y nos unen. En ellos, la naturaleza de las cosas del lenguaje se encuentra identificada y distinguida: la comunicación, la lógica o lo racional, la de expresión, pero también se distinguen muy bien las coloraciones emocionales. Es cierto, la poesía existirá en y por el lenguaje aun cuando no se sepa que es ella: comprender mejor, sentir más finamente, saborear lo más posible, admirar del mejor modo al mundo.

Casi somos felices

La creación y la recreación de paisajes implica no detenerse cuando uno observa los límites entre la realidad y la ficción o entre la inventiva y la autobiografía. Ahí están pues, pero hay que diluirlos en las palabras, con las palabras perfilando la idea de acostumbrarnos a una mirada insustituible de quien escribe de quien narra o cuenta o nos dicta (y ojo, no me refiero al género). Leer un libro es habitarlo, y tal vez puede ser muy norteño de mi parte (hablo como lector) sentirme a gusto al leer sobre mezquites y anacahuitas o sobre otros arboles o sobre fantasmas de árboles que se nos aparecen en la luz mercurial. Somos las flores de nuestro jardín, somos los árboles de nuestro rancho, paisaje impávido, somos la flora (regional) casi inmóvil,  y estamos casi felices porque somos testigos (casi siempre) de las áridas tragedias con las que convivimos:

ÁRIDO VALLE

A la sombra de una anacahuita, Narciso se desnuda
Está que no comprende lo extraordinario de este bosque que mudó en árido valle.
Presa de un encantamiento, de las ninfas solo escucha estremecerse la hierba
motores de autos lejanos.
Carrizos atoran en el arroyo el cuerpo de una niña
-salió de la secundaria y aun no regresa.
Mas nada penetra ese velo que es la soledad de Narciso
En su embudo lento, noche sin semilla
La anacahuita florece
no hay sequía que la mate en el desierto

(Pag. 28)

Olguín retrata el paisaje y las consecuencias de mirarlo y habitarlo con un prodigio de sencillez porque es consciente de lo que ofrece. Tinajero lo dice bien en la cuarta de forros: accede con la  lucidez y la plenitud de los sentidos.

Desembocadura

Para ser paisajista lo que importa es la mirada, la autora no se detiene, ya vimos (ya leímos), en el orden de donde esta procede; acepta la presencia, por ejemplo, de lo azaroso, para acomodarse bien y con esas variables describir y describirse: siguen ríos y flores venenosas. Entonces todas las coloraciones brotan y hablan: desembocan.

Se dice (se cree) que la lucha que tienen los que trabajan con la palabra vs. la palabra nace como conciencia de la irrealidad, pero en el caso de poetas como Carolina Olguín la escritura obedece a una traducción. Vuelvo al paisaje, que impone sus condiciones, sí, pero el mérito reside en añadir densidad, oscuridad, aromas, luz, humedad, provocar la evolución que nos convenza para mirar y presentir a placer tanto la espina como la sombra.

Chisporroteo de luz

Un poeta, para ser lo que debe, lo que es capaz de ser, debe habitar su circunstancia, y aun así siempre estar buscando un destino. Canicular es un embrujo, una catarata, una semilla, un filo, un alud, un sudor corrosivo, un chisporroteo de luz, y a fin de cuentas es un territorio, un árido reino habitable. El paisaje se sostiene en quien lo mira, y la mirada que nos comparte Carolina, su mirada, es amplia y agradecida; y en lo que escribe reside. Por eso la visitamos (la leemos) desfallecientes de canícula a punto de derretido (lo digo porque escribo esto y afuera hacen 43 grados centígrados) y lo podemos hacer cualquier día que se repita como este día o cualquier noche que se repita como esta noche. A fin de cuentas sabemos que la buena poesía nos refresca.


Canicular
Carolina Olguín
Mantis Editores / Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Noreste
2019