COLUMNAS   

Árido Reino


Naufrago cuando recuerdo las palabras de una mujer, o aquí estoy como un cactus sediento que nació en los sillares de un derrumbe

La poesía de Guillermo Meléndez es una mirada que desvanece todo lo que ante ella se cruza, todo lo que abarca. Es un espejismo optimista de la urbe, configuración verbal que recrimina y al mismo tiempo dibuja el ideograma del despecho.

OPINIÓN

Abrapalabra 

Nuevo León tiene 51 municipios, eso lo sabemos todos sus habitantes, entonces aplico una teoría más optimista que cultural: deben de existir 51 direcciones de cultura en el estado. La dirección de cultura de Cadereyta, la de Dr. Arroyo, la de Cerralvo, por ejemplo.

Ahora bien, si no existen las 51, las que existen ¿quién las dirige? ¿Tienen vinculación con CONARTE? ¿Cuáles son sus proyectos y que ofrecen a la población? ¿Qué presupuesto manejan? ¿Alguna de ellas ha realizado una colección literaria?  De esta última pregunta sí sé la respuesta: En toda la historia cultural y literaria de este árido reino solo tres administraciones municipales han realizado una colección de libros con autores de Nuevo León. La primera (y hasta ahora la más importante) fue la de Guadalupe en la administración 1992-94. La secretaria de Cultura y Bienestar Social encabezada por Heriberto Dante Santos Lozano tuvo a bien crear la colección Abrapalabra que coordinaron José Eugenio Sánchez, Pablo Candal  y Armando Hugo Ortiz. Con ese proyecto pudieron publicar a más de una decena de autores regiomontanos, como Romualdo Gallegos, Margarito Cuéllar, Ofelia Pérez, Guillermo Berrones, Hugo Valdez, Arnulfo Vigil y Guillermo Berrones, entre otros. Dos administraciones más lo harían años después: Escobedo con los Cuadernos del Topo, coordinada por Hugo Valdez, y Santa Catarina, con Cuadernos  de Santa coordinada por José María Mendiola y Armando Alanís.

Escala en la desazón de la tarde

La poesía de Guillermo Meléndez es una mirada que desvanece todo lo que ante ella se cruza, todo lo que abarca. Es un espejismo optimista de la urbe, configuración verbal que recrimina y al mismo tiempo dibuja el ideograma del despecho. Meléndez, inquilino hastiado en la desazón de la tarde, se convierte en el cronista de la furia:

Este apunte que concluyo añorando
un amor profundo e imposible
con los años volverá a ser silencio.
Los hornos que entre la oscuridad
parecen dragones prisioneros
mañana serán un montón de chatarra
El salón vasco cambiara de dueños
y nadie recordará que por estas calles
cubiertas con polvo anaranjado
pasó el buda de cantarranas
apedreando los gatos que agredían
la chispa de cigarro que iba persiguiendo

(Fragmento, pág. 18.)

Una saga sin héroes

Meléndez aplica la cautela del que espía y sus versos son movimiento, en devenir, las figuras los personajes se hacen presentes cuando su corporeidad estática está transformada en movimiento, el movimiento es triste, el poeta se sujeta de la penumbra, va al cine o a un velorio, pero en su ruta se le atraviesan todos los bares los combate estoico aunque de repente el titubeo lo engarrota para luego bailar fados

La luna se refleja en el fango
como si lo hiciera sobre el caudal del Orinoco.
Los gambusinos van al arrabal,
me despido de ellos con una caravana.
Allá en la coyotera Tolstoi
baila cumbias con una ninfa jamona;
Whitman, declama odas a un trasverti
y él le invita tragos de caguama

(Fragmento, pág. 30)

Oleaje silencioso que se derrama sin que nadie lo admire

Diario del Sillayama es un cuaderno de viajes  donde se narran los naufragios de el único que quiere ser turista. Entre el mar y la memoria se cuentan las desventuras, las veladas románticas desmoronadas, los huracanes del corazón. Guillermo tirita, recolecta rechazos, acepta que ha perdido y los lectores ganamos.

Hace años se realizó una encuesta para saber quién era el mejor poeta de Nuevo León. Los resultados arrojaron que se trataba de Guillermo Meléndez; si usted tiene alguna duda, solo léalo


Guillermo Meléndez 
Diario del Sillayama
Serie ABRApalabra
Presidencia Municipal de Cd. Guadalupe N.L.
1993