imaginarios interrumpidos
COLUMNAS   

Árido Reino


De la duda al asombro y del encanto a la estupefacción o los efectos colaterales de la modernidad

Hay que entender lo que el patrimonio nos dice, ver amorosamente a la ciudad y que otros adapten esa visión; hacer como Juan Manuel Casas en Imaginarios interrumpidos, la pregunta de qué clase de ciudad queremos.

OPINIÓN

1 Reconfiguración de las fachadas.

En una de mis visitas a la CDMX, compré en el Museo del Metro (que se encuentra ubicado en la última estación de la línea 12, la de color dorado) un suvenir: Una playera con el mapa impreso de las líneas del metro. La colorida prenda no tiene mucha identificación con un regiomontano promedio y eso lo pude constatar con las preguntas que me hacían cuando la portaba. ¿Y esos circuitos de qué son? Yo, amablemente, aclaraba que eran las 12 líneas del metro de la Ciudad de los Palacios. Ah, oh, wow. ¿Y aquí cuantas líneas hay? ¿Y allá todas son subterráneas verdad? Y ahí me tienen explicando algunas maravillas de ese sistema inaugurado en el glorioso año de 1969.  Pero una vez alguien, horrorizado al ver mi playera, me dijo: Ojalá Monterrey nunca llegue a estar así.

A pesar de la antigua rivalidad que se le ha inventado a los regios vs los chilangos, por mil razones (equipos de futbol, aportaciones fiscales que no son equitativas, centralismo, el contenido de las quesadillas), la CDMX es una de mis ciudades favoritas del mundo, y es y será una medida inteligente para compararnos siempre (yo calculo que estamos retrasados en general con la capital aproximadamente unos 70 años), porque obviamente es un referente por su arquitectura y patrimonio inmueble, que es lo que ahora nos convoca, un asunto que a poquísimos regiomontanos les interesa. Uno al que sí es el arquitecto Juan Manuel Casas García, que hace un recuento de los daños mediante este ensayo sobre el patrimonio inmueble perdido en Monterrey, Imaginarios perdidos. En él da cuenta de la desaparición de lo que edificado alguna vez nos edificó: Nuestra historia e identidad derrumbadas una y otra vez (bien regio el asunto).

2 Ignorancia supina

Toda obra material fincada en un punto geográfico específico, dentro del cual la arquitectura ocupa un lugar preeminente y mayoritario es a lo que se le llama patrimonio inmueble construido. El arquitecto Casas construye -a través de las páginas en las cuales se incluyen como soporte 283 fotografías de todas las épocas- primeramente una conciencia mediante una exposición de criterios e ideas de identidad. Irónicamente se habla y se alude a lo que no existe, y digo irónicamente porque lo perdido, lo desaparecido, lo tristemente destruido, lo descontado, lo invisible, convocan a un sinnúmero de reflexiones y en todas se suspira con nostalgia. A nivel nacional Guillermo Tovar y de Teresa inicia la tarea de dar cuenta de la indiferencia de la sociedad que no esta interesada en defender los intentos superficiales de regeneración de la ciudad con el primer libro que toca el tema de manera exclusiva y directa. La obra,  que ya es un clásico, se titula La ciudad de los palacios, crónica de un patrimonio perdido, que fue editado por la editorial Vuelta en dos tomos en el año de 1990. Casas atiende, entiende y ordena el legado de este tipo de investigaciones que en lo local el doctor Armando V. Flores Salazar ha tratado con anterioridad.

3 El espíritu de los tiempos

La gente relaciona su identidad con lo estético, pero en la arquitectura sabemos que el valor de un edificio también incluye la compenetración entre los usuarios y este. Entendemos también que la industrialización se lleva de encuentro a lo viejo. Esto ocurre en Monterrey por primera vez entre 1890 y 1910. El adobe y el sillar se dejan de usar y dan paso al acero y al ladrillo, la tradición europea empieza a sustituir a la arquitectura vernácula que ya llevaba prácticamente tres siglos inamovible. La segunda industrialización ocurre entre las décadas de 1940 y 1960 y la siguiente, a la que el arquitecto Casas  llama la tercera ola destructiva, no ha parado desde 1980. A diferencia de las dos anteriores, que buscaban un mejoramiento, esta –señala el autor- es justo lo opuesto, una desconstrucción urbana que desaparece lo construido sin aportar nada a cambio y que llegó a su punto cumbre con la planeación y construcción de la Gran Plaza, donde no se intentó incluir ni se incluyó la integración del patrimonio preexistente (creo y supongo que en ese proyecto se destruyeron algunos de los edificios antiguos más representativos de algunas épocas de la ciudad  incluido un largo etcétera de casonas de sillar).

Hoy en día la urbe regiomontana, a la vista de todos, se encuentra en una etapa de “verticalización”. No quiero llamarla la cuarta transformación, porque ese término sabemos que está siendo usado para otros fines. Edificios altos que incluyen además del espacio habitable un conjunto de opciones, incluidos entretenimiento y centros comerciales integrados. No sé si esta sea otra ola destructiva, si así lo fuera ya hay una discusión de los expertos urbanistas al respecto. A mi parecer contiene un sentido humanista no solo en el aprovechamiento de los espacios sino en uno de los grandes problemas de las urbes integradas o áreas metropolitanas de todas las ciudades del mundo: el tiempo, traslados, distancias, horarios ampliados o recortados, aprovechamiento del tiempo para usarlo en otras actividades que no sean las laborales o escolares.

4 Ensanche de calle

La manipulación histórica para modernizar a Monterrey es sin duda un capitulo oscuro. Desde 1886, para quitarle la mitad de espacio a la Alameda, los ensanches viales de 1929, la construcción de la Gran Plaza en 1981 y la más reciente hace muy pocos años: La construcción de un estadio de futbol en 25 hectáreas del ultimo pedazo de bosque que le queda a el área metropolitana, son los efectos colaterales de la modernidad. Efectivamente, Imaginarios interrumpidos plantea que debemos de entender que no estamos en defensa ni en protección o lucha desde nuestras trincheras contra los enemigos del patrimonio. Hay que entender lo que el patrimonio nos dice, ver amorosamente a la ciudad y que otros adapten esa visión. Es uno de mis objetivos, ya que creo que Monterrey es un poema de versos interminables como sus calles; y convoco, como lo hace el arquitecto Juan Manuel Casas en este libro, a que nos hagamos una pregunta: ¿Qué clase de ciudad queremos? Y que construyamos con criterios armoniosos e incluyentes las mejores respuestas.


Imaginarios Interrumpidos. Ensayo sobre el patrimonio inmueble perdido de Monterrey
Juan Manuel Casas
Conarte / Conaculta, 2015