jardin monterrey
COLUMNAS   

Árido Reino


En esta luz distinta cobran relieve justo todas nuestras tareas, o el jardín es tuyo, tú eres el jardín

A mediados de la década de los setenta apareció un libro que por singular ahora se convierte en un documento valioso, que registra a una determinada clase social, a uno de nuestros pasatiempos (en ese tiempo muy femenino) y a un amor por la naturaleza: Mi jardín en Monterrey.

OPINIÓN

El arbusto crece a la altura de su llanto

Los regiomontanos, como todos los regiomontanos de todas las épocas, se escandalizan a la primera de cambios. Los regiomontanos son gente noble y trabajadora. Eso se ha dicho tantas veces que ya nos la creímos. Hay y tengo muchos adjetivos para describirlos(nos), pero no lo creo necesario. Deseo entender a esta especie a la que pertenezco por sus hábitos. ¿Qué es lo que les(nos) gusta? ¿Cuáles son nuestros hobbies? ¿Hacer una carnita asada los domingos? ¿Ir de vacaciones a la Isla del Padre? ¿La jardinería? Todos estos actos, juegos, pasatiempos, podrían conformar un ADN regio. Siempre he creído que la ciudad de Monterrey y el estado de Nuevo León han ignorado el registro de asuntos colectivos que por tradición histórica o por moda pasajera nos distinguen. Sin embargo, a mediados de la década de los setenta del siglo XX, apareció un libro que por singular ahora se convierte en un documento valiosísimo que registra varias cosas: a una determinada clase social, a uno de nuestros pasatiempos (en ese tiempo muy femenino) y a un amor por la naturaleza.  El libro se llama Mi jardín en Monterrey y se publicó en 1975.

Letanía de colores, sinfonía de perfumes

Extraño es que en un libro sobre jardinería lo primero que aparezca sea un anuncio de una librería (la librería Cosmos) y un poema de Alfonso Rubio y Rubio que dice: Como un árbol, cuyas raíces se hunden/en la opacidad de la tierra/ y cuyas ramas más altas/ topan con el misterio de las constelaciones/ en el cielo profundo/ así es el hombre puente entre cielo y tierra/ como el viejo rey Midas que en oro convertía/ lo que tocaban sus manos,/ así es el hombre espíritu/que transfigura de espíritu las cosas/ y llenas de su espíritu las retoma a su fuente./ En esta luz distinta/ cobran relieve justo todas nuestras tareas:/ la técnica, el trabajo, la ciencia, la política/ y la vida y la muerte./ Porque el mundo sigue siendo el jardín de la Biblia/ porque el hombre sigue siendo el mismo jardinero./Porque dios sigue siendo.

El amor es una primavera que desborda las tapias y florece

Aparecen o mejor dicho “florecen” en el libro escritos especializados sobre árboles, plantas, flores, cactáceas y suculentas, arbustos, plantas rastreras, diseño de jardines, enredaderas y trepadoras, plantas para interiores, jardines acuáticos, hortalizas, jardines en miniatura, macetas colgantes, control de plagas; convirtiéndolo así en una verdadera enciclopedia de jardinería. Cabe destacar que además del índice alfabético de plantas al final del libro cada artículo especializado empieza con epígrafes sobre árboles y flores de autores como  Carlos Pellicer, Pablo Neruda, Salvador Novo, Alfonso Reyes y Pedro Garfias entre otros.

Escalera de raíces vivas

Si vas a tener un pasatiempo trata de que sea lo más profesional que se pueda. Quiero pensar que en esa época los clubes de jardinería se imponían (como hoy lo hacen los clubes de parrilleros o los clubes de lectura) porque además de lo generoso de esta enciclopedia (ya descubrimos que este libro cabe en ese concepto), de lo ordenado del libro en conjunto, hay una atinada estrategia para editarlo. Sólo les mencioné el anuncio de la Cosmos, pero a lo largo del texto y estratégicamente insertados hay un buen número de anuncios publicitarios, que por el diseño gráfico de la época y lo icónico de algunos negocios “muy regios” (Azcunaga, Hotel Río, pinturas Berel, pastelerías Monterrey, Salinas y Rocha y Fambé) convierten a Mi jardín en Monterrey en un documento histórico.

Quiero hacer hincapié que se enlistan en sus páginas, a manera de directorio, los 16 clubs de jardinería existentes en la época, comenzando por el Centro de Jardinería Monterrey, The Monterrey Garden Club (fundado en Abril  de 1940 y que registraba a 30 socias), Primavera Garden Club (fundado en Septiembre de 1950 y que registraba a 54 socias, de las cuales 40 estaban activas 10 inactivas y 4 en tránsito), Camelia Garden Club (fundado en Marzo de 1964 que registraba 35 socias), Club Jardín de Rosas (fundado en Septiembre de 1964 y registraba 35 socias), Club de jardinería Evergreen (fundado en Septiembre de 1969 y que registraba 30 socias), Club de Jardinería Huizache (fundado en Septiembre de 1970 y que registraba 28 socias), Club de Jardinería Jacaranda (fundado en Mayo de 1971 y que registraba 35 socias), Club de Jardinería Cactus (fundado en Septiembre de 1971 y que registraba 30 socias), Club de Jardinería XochitlCalli (fundado en Febrero de 1972 y que registraba 30 socias), Club de Jardinería Cuatro Estaciones (fundado en septiembre de 1972 y que registraba 41 socias), Club de jardinería Amapola (fundado en Septiembre de 1972 y que registraba 30 socias), Club de Jardinería Magnolia (fundado en febrero de 1973 y que registraba 28 socias), Club de Jardinería El sauce (fundado en Septiembre de 1973 y que registraba 30 socias), Club de Jardinería Azhar, Linares N.L. (fundado en Septiembre de 1973 y que registraba 35 socias), Club de Jardinería Campirano (fundado en Noviembre de 1973),y por último el Club de Jardinería Cerezo (fundado en Diciembre de 1974). Aparece además  en estos listados el nombre de las integrantes de la mesa directiva y de las socias

Raigambre de mi conciencia

La ciudad es un bosque de besos y yo quiero plantar una idea. Más de 40 años después de su aparición, este libro me ha servido como pretexto para justificar costumbres enraizadas, para repasar con nostalgia una época a partir de su publicidad, para aprender cómo conservar las flores de nochebuena que tengo en mi jardín y para reconocerme como un jardinero que aspira a que le digan que tiene buena mano (quien lo tenga –en serio- tiene una joya en su biblioteca). Las sociedades deben de contener argumentos que, al igual que las plantas y los arboles, nos oxigenen el alma, nos den sombra y embellezcan el entorno. La jardinería y la literatura, por ejemplo, tienen muchas similitudes para quienes las atienden. Una de ellas es la constancia, otra el cuidado y por último la pasión. Cualquier estación es buena para cultivarnos; que siempre reverdezca ese deseo.


Mi Jardín en Monterrey
Centro Cívico Guadalupe A.C.
Alicia E. de Salinas, Martha R. de Ferrara y Carmen S. de Villarreal
1975