COLUMNAS   

Árido Reino


Los lujos que hay que agradecerle a la vida cotidiana, o la proverbial misión de escribir sin qué

Prosa sin que conmemora los 100 años del nacimiento de José Alvarado, quien inauguró la crónica literaria en los medios impresos regiomontanos.

OPINIÓN

Retrato de Monterrey

Sin duda alguna José Alvarado inaugura la crónica literaria en los medios impresos regiomontanos allá por los años veinte y treinta del siglo XX. Alumno brillante del Colegio Civil, donde publica sus primeras crónicas en La revista estudiantil, después se volvió un periodista de mucha frecuencia. Escribía en un par de periódicos diariamente, y con maestría se permitía a veces eliminar el “que” en su escritura. Amigo de Octavio Paz, quien le dedicara nada más y nada menos que el poema «Nocturno de San Ildefonso», llegó a ocupar durante dos años y cuatro meses el cargo de rector de la UANL y consolidó el espíritu humanista de la máxima casa de estudios. Tiene una narración titulada El personaje, donde habla de un pueblo muerto donde todos sus habitantes son fantasmas, personajes como los de Pedro Páramo. Coincidentemente ambos libros, el de él y el de Rulfo, aparecieron en 1955. Prosa sin que es una verdadera joya que conmemoró los 100 años del nacimiento del ilustre Pepe Alvarado, nacido en Lampazos de Naranjo en Nuevo León. La compilación y el prólogo estuvo a cargo de José de la Colina y el epílogo a cargo de Gabriel Zaid. 20 prosas sabrosas  acompañadas con un álbum fotográfico al final.

¿Qué que?

El “que” es un pronombre que (según tratados de gramática, diccionarios y lexicones) indica insistencia y reiteración, introduce oraciones para ofrecer una explicación o aclaración, introduce oraciones interrogativas o exclamativas que pueden expresar duda, deseo, orden, sugerencia o decepción, enlaza oraciones entre las cuales ocurre una comparación, expresa relaciones causales ilativas y finales, entre otras cosas. Es una de las palabras más frecuentes y más ineludibles en la expresión verbal o escrita en la lengua española.

La historia de lo inmediato hecha para ser leída por siempre

José de la Colina dice que el secreto del arte de la conversación reside en el poder de hacer que el oyente olvide el paso del tiempo, y Alvarado lo hacía desde San Ildefonso, desde una cantina o desde Excélsior. Zaid afirma que Pepe se tomó el trabajo de escribir bien para los lectores de periódicos. A menudo me pregunto qué tan claro escribo, si soy cuidadoso o si me esfuerzo lo suficiente, y pienso en regiomontanos que de verdad lo hacían. Alvarado es uno, también Reyes y Fray Servando Teresa de Mier. Quiero verlos como ejemplo de escritores, pero pienso que, como lector afortunado de todos ellos, los leeré para siempre porque así escribieron, esa es su historia.

Correo menor, la voz, laberinto, intenciones y crónicas, señales y pretextos

Alvarado se pregunta: ¿Cómo era el alma Victoriano Huerta? Yo me preguntaba de niño quién sería ese personaje con nombre de calle en la colonia Contry en Monterrey. Vislumbra a Paz y Revueltas como los mejores de su generación, yo ahora sonrío porque 1914 fue mi obsesión por un tiempo y no me causó gracia aquella leyenda en la playera de Taibo II. Ve como la ciudad de México se transforma y nace el metro, yo veo como la línea 3 del metro de Monterrey se convierte cada día en un monumento a la ineptitud y a la corrupción, y eso empequeñece a mi querida ciudad. Descubre a un poeta maldito, y yo leo y releo a Samuel Noyola con esa idea. Reflexiona sobre el feminismo a partir de los que estudian a las mujeres escritoras pero no las incluyen en la academia, me acostumbro a una oleada de mujeres que a río revuelto se revuelven ellas mismas. Le dice adiós a los tranvías en Veracruz, le quiero decir adiós a los taxis pero tienen sindicato y no se puede soñar demasiado. Estos y mil variados temas eran el tema para entrar en un laberinto o en un correo para ser el pretexto y la señal para tener siempre las intenciones de cronicar la voz del mundo. Alvarado me hace escribir porque me hace leerme en mi circunstancia.

Prosa sin que, de José Alvarado, es periodismo convertido en arte, juicios contundentes como los de él siempre son necesarios. Este libro, esta joya, debería ser libro de texto en las escuelas de periodismo. Nuestra deuda con Alvarado se salda leyéndolo, porque así se le reconoce y homenajea a los buenos autores. La lucidez de su prosa sobrevive  y atenderla es indispensable.

Escaleras

El alabado texto aparece en la página 23. Zaid confiesa que se lo quiere atribuir y espera llegar a alguna parte (como las escaleras mismas), espera que el suspenso desembocara en una revelación, pero es de Alvarado. Lo escribe en 1959, un texto imperdible un texto engañoso por su humilde título pero que no deja de ser un lujo. Así la escritura de Alvarado, así el que posea este libro tendrá un artículo de ese calibre. Subamos.


Prosa sin que
José Alvarado
Compilación y prólogo José de la Colina. Epilogo Gabriel Zaid
UANL, 2011