arnulfo vigil
COLUMNAS   

Árido Reino


Mariposas que con sus aleteos sacuden la conciencia y la emocion, o una lúcida ecuación de futilidad y energía

La poesía de Arnulfo Vigil es una manera de actuar, un impulso donde se anticipa y se anuncia el azar, la seguridad de tener la duda y el amoroso esfuerzo de reconfirmar lo que se descubre por aparición.

OPINIÓN

Visitando el huerto de naranjas

Hoy que nos sentimos tan inseguros, hoy que no sabemos quién podrá defendernos, hoy que el desamparo está tan a la mano, es gratificante acudir a nuestro bagaje y saber que en él hay individuos de carne y hueso, de alma y verso, superhéroes casi, que sin proponérselo  -o proponiéndoselo- nos vigilan. La primera vez que conocí a Arnulfo Vigil fue en un sueño, (sí, en un sueño). Yo tendría unos 20 años, se me apareció vestido con una túnica color verde aguacate y haciendo una serie de gestos apotropaicos. Me dijo unas sencillísimas palabras, sencillísimas, que nunca voy a olvidar. Me las dijo en inglés, pero se las traduzco: “Promúlgate vigorosamente por una reconstrucción, es preciso liberar las más recónditas fuentes encantadas del deleite que subyace en las penas de amor”. (Yo dije ¿WHAT? ) Y mientras se evaporizaba me entregó un ejemplar de una revista en ese entonces desconocida para mí, Oficio, y sentenció como rezando (esta vez  en latín) lo siguiente: “Escribe para entenderte a ti mismo, que es la única manera de que puedan entenderte los otros. Las palabras no son del poeta, éste es de las palabras, ya que somos una porción de esos otros”. Ah, también me dijo que votara por los partidos de izquierda. Al día siguiente tenía una dirección en mi cabeza, era por los rumbos del Barrio Antiguo.

Un poco temeroso, llegué a la calle Mina y entré en la primera casona, que tenía por cierto la puerta entreabierta. Era, sin yo saberlo, el lugar donde se encontraban las primeras oficinas de la editorial Oficio. «Pasa, joven poeta», escuche una voz amable. «Buenos días mi nombre es…», «Sí, sí», me dijo, «Armando, tú eres Armando». El personaje que esta vez no vestía una túnica, sino un elegante traje de color blanco con una camisa color celeste y corbata del mismo color, se encontraba tras una vieja máquina de escribir Remington. Era Arnulfo. «Ponte cómodo, estoy terminando este soneto». Acabó, arrancó la hoja, le dio un trago a su bebida (jugo de naranja con vodka) y platicamos largo y tendido. En esa ocasión le entregué unos poemas que por cierto fueron los primeros que publiqué en mi vida en una revista, y desde entonces Arnulfo Vigil me vigiló, se convirtió en uno de mis primeros maestros literarios y en uno de mis más entrañables amigos. Me prestaba libros, me daba consejos que le agradezco con el corazón, entre otras cosas. Me quedó todo claro al verlo, al escucharlo, al leerlo, al releer sus poemas felices de corte místico-rockero, que nos muestran las experiencias cotidianas mezcladas con referencias cultas pero dicho de una manera como si no pasara nada, provocando que su poesía y que la poesía no nos deje en paz, (ah qué bonita intranquilidad, ¿a poco no?).

Todo eso me hizo entender seriamente lo que significa la palabra oficio. Vigil así es con la mayoría, por eso las oficinas de Oficio a lo largo del tiempo se han convertido en algo así como una especie de Sección amarilla. Mejor dicho, y para ser más modernos, son como un Google, pero espiritual. Ahí encuentras todo con una explicación y las fuentes precisas. Si tienes sed, ahí hay jugo de naranja, cerveza y Coca- Cola (incluso se dice que Arnulfo tiene una copia de la fórmula secreta de la cocacola y de la receta secreta del pollo Kentucky también), y a veces también hay agua. Si tienes una duda etimológica o quieres saber qué significa la palabra oropéndola, o si te interesa saber quiénes fueron las primeras poetas mujeres en publicar en Nuevo León, si se te antoja una charla con la vieja guardia del periodismo regiomontano, o unos tacos de chicharrón, si quieres ver las fotos inéditas de Marylin Monroe, si quieres escuchar un disco de vinilo, u hojear la colección completa de Tarzán o de Mafalda o de la familia Burrón, si necesitas un taxi, un caricaturista, un fotógrafo, un luchador enmascarado, un rockstar, un abogado, un bailarín de danza folclórica, si tienes curiosidad por saber qué va a decir el periódico de mañana, solo tienes que ir a cualquier hora a Aramberri 1311 en el centro de Monterrey y dar tres toquidos lentos y tres rápidos (es como una clave supongo que para detectar a los cobradores) y se abrirá la puerta blanca de metal y las puertas del conocimiento y la imaginación de la manera más amable que existe en esta ciudad.

La Banda de los Querubines Laicos

Arnulfo ha convocado y contagiado a varias generaciones (anteriores y posteriores) a seguir insistiendo en sus ideales políticos y artísticos a lo largo de los años. Mi humilde testimonio se suma a uno de los muchos que hemos tenido la fortuna de toparse con un hombre de palabra, que por cierto era su frase de campaña cuando hace algunos años decidió lanzarse a la alcaldía de Monterrey, la cual perdió por un escaso margen ( 13 votos según informó el IFE en su momento). Y es que sus intervenciones en la sociedad como activista social también lo colocan en la (invisible para muchos) rotonda de los hombres ilustres del estado. Arnulfo hippie, chaman de la poesía regiomontana, hace que el mundo sea más amable, y que haga menos calor en Monterrey con sus aportaciones  poéticas a las que ha entregado su existencia.

La seguridad de tener la duda

Desde entonces yo leo su poesía feliz y juguetona, que posee además, ya lo dije antes y no me canso de decirlo, un carácter místico roquero. De hecho físicamente Arnulfo se parece a San Juan de la Cruz (el de las estampitas) y un poquito Jim Morrison, el de The Doors. Supongo que eso le da cierto derecho a le insertar palabras de las que uno no puede desafanarse, porque Vigil asume su poesía como una iniciativa para el lector y hace dos cosas: espera la sorpresa y no espera nada, porque en el viaje a las profundidades es donde se da la claridad. “En el fondo sabemos que existe la altura”, citando a nuestro autor, va un ejemplo:

perdóname Dios mío
por las huellas de besos en la piel
por el semen derramado en soledad
por los labios que revientan solos
por estas manos que se doblan como naranjos viejos
por esta ilusión
de ser humano/ de ser santo

Perdóname, del libro: Arcángeles naranja (1994)

Entonces, los episodios que conforman su obra, o sea sus libros, nos conforman. Y, sin ser conformistas, apreciemos las experiencias cotidianas del autor para ver, como lo dije antes y no me canso de redecirlo, un juego que se complementa en una especie de referencia culta dicha de una manera como si no pasara nada. Me pongo a tono: Señores y señoras, una luz anaranjada nos iluminó para que podamos ver, podamos apreciar, mejor dicho, que las palabras, las sencillas palabras aclaran las erratas de los códigos. Es la justicia poética que nos toca y que hay que celebrar desde tempranito con un jugo de ya saben que. Es la hora porque ya era hora de que el lenguaje popular, irónico lúdico y lleno de hermosa insolencia ante la visión de las contradicciones, sea parte de la parte que le corresponde. Vigil ha ganado importantes premios nacionales de poesía -y extrañamente- no aparece en ninguna antología importante sobre poesía en Nuevo León. Él, humilde como un monje, disculpa a los antólogos diciendo que se ha dedicado más a la crónica y al periodismo (lo cual es cierto), pero su obra no ha pasado desapercibida al menos para un muy nutrido grupo de lectores que no escatiman al colocarlo como una de las voces más representativas de la poesía nuevoleonesa (y de la mexicana en la generación de los nacidos en los cincuenta también), porque la poesía de Vigil es una manera de actuar, un impulso donde se anticipa y se anuncia el azar, la seguridad de tener la duda y el amoroso esfuerzo de reconfirmar lo que se descubre por aparición. Arnulfo Vigil, en suma, propone con maestría y al mismo tiempo construye argumentos para películas en blanco y negro y en technicolor, porque su poesía trata en definitiva de encontrarle la forma que le es propia a la vida.


Mariposas de lámina
Arnulfo Vigil
Selección y prólogo de Armando Alanís Pulido
CONARTE, 2003, Colección Árido Reino