alfonso reyes
COLUMNAS   

Árido Reino


Como es efímero todo lo que es anhelo el color se evapora, o invocaciones estremecidas

Leer a Alfonso Reyes es comenzar un incendio. Invoco a abordarlo en sus miles de páginas que se mueven en la diversidad. Y que son, además de profundas, sencillas, asombrosas, reflexivas, juguetonas, cotidianas y extraordinarias.

OPINIÓN

¿Qué tan despeinados y dulces andamos?

¿Estamos los regiomontanos obligados a sabernos de memoria el poema «Sol de Monterrey»? ¿Tiene Alfonso Reyes más estudiosos de su obra que lectores? ¿Debemos de tener en nuestra biblioteca los 26 tomos de sus Obras completas? ¿Qué se sabe de Alfonso Reyes? ¿Qué se debe de saber? ¿Cuántas calles, avenidas, universidades, escuelas, institutos, bibliotecas e instituciones culturales hay con su nombre en Nuevo León? ¿Qué necesita un regiomontano para hacerse universal? ¿Qué tan complicada es la ruta para visitar la ubicación de las cinco estatuas que hay de él en la ciudad?

Documentos

En 1989 se celebraron cien años del nacimiento de  Alfonso Reyes. Supongo hubo homenajes, lecturas, ediciones conmemorativas… Nada en su vida y obra -ahora con el tiempo lo sabemos- se puede desperdiciar. En ese entonces el Archivo General del Estado, cuya directora era la licenciada Leticia Martínez Cárdenas, además de declarar año de Alfonso Reyes, editó como parte de ese primer centenario del natalicio del escritor un cuaderno que en lo esencial contiene documentos poco conocidos en la vida del ilustre regiomontano universal.

Como es lógico y natural la edición contiene una reproducción de su acta de nacimiento (acta 224, folio 95, fechada en esta ciudad en el año de 1889). Después se inserta un documento escolar: el acta del Colegio Civil en 1904, que contiene la petición de Reyes para sustentar exámenes con motivo de su traslado a la ciudad de México. Se inserta también el acta de defunción, fechada en la ciudad de México el 28 de diciembre de 1959.

Acontecimientos post mortem, de gran trascendencia para nuestro estado lo constituyen la adquisición de la capilla Alfonsina, que se encuentra en la Ciudad Universitaria de la UANL, y la declaración, como ya se mencionó, del “Año de Alfonso Reyes”, hecha por el congreso del estado. Los documentos correspondientes cierran la presente edición.

El regiomontano universal

Hijo del general Bernardo Reyes, gobernador de Nuevo León con alto poder (tanto que incluso podía nombrar al gobernador de Coahuila), quien decidió ponerle Alfonso a su hijo a sugerencia de los diplomáticos españoles con los que se encontraba en una reunión que tuvo que suspender por el nacimiento de su primogénito. «Si es varón póngale Alfonso, como el rey».  

Se titula como abogado en 1913 e inmediatamente se hace secretario de la Escuela Nacional de Altos Estudios que sería la antecesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Los restos del incendio

Don Alfonso no tuvo un libro insignia. Puede ser Visión de Anáhuac, o La cena, escrito en 1912, precursor de la corriente suprarrealista de los años veinte en Europa, o Ifigenia cruel o incluso (puesto de moda por la 4T) La cartilla moral. A los 20 años funda el Ateneo de la Juventud, junto con José Vasconcelos, Pedro Henríquez Ureña y Alfonso y un grupo de jóvenes que en esencia querían leer lo que no les permitía el neopositivismo: leer a los griegos. Comenzaría con este exilio (aunque es interior) algunos que marcarían su destino y suerte; España por ejemplo, donde conoce  a Juan Ramón Jiménez, a Ortega y Gasset, y es el único extranjero cercano a la generación del 27.

En la «madre patria» pasó penurias, despojado de sus cartas credenciales diplomáticas por obvias razones. Tuvieron que pasar algunos años para que José Vasconcelos convenciera a Álvaro Obregón de recontratarlo como diplomático. Luego será ministro en Francia  en 1924-27, embajador en Argentina en 1927-30 y 1936-37, y embajador en Brasil 1930-35. Desde ahí mantuvo contacto constante  con sus amigos de todo el mundo, con el ya famoso Correo Literario Monterrey.

Regresó a México en 1939, donde funda el Colegio Nacional en 1943. En 1945 recibió el Premio Nacional de Literatura. A partir de 1955 el Fondo de Cultura Económica empieza a editar sus Obras completas.

El don de Don Alfonso

Don Alfonso tenía el don de transformar la crónica literaria en creación poética. Leer a Reyes es comenzar un incendio. Invoco y me estremezco al mismo tiempo a entendernos abordándolo en las miles de páginas que se mueven en la diversidad. Y que son, además de profundas, sencillas, asombrosas, reflexivas, juguetonas, cotidianas y extraordinarias. Porque son la comprobación de que hay, aunque usted no lo crea, una memoria culta en los regiomontanos. Idea con la que hemos luchado algunos desde que se descubrió que lo que nos hace libres, que lo que nos hace universales, es la brecha que abrió Don Alfonso Reyes: ese señor que entendía que había que comunicarnos con otros, estuvieran en donde estuvieran. Ese señor con nombre de calle, ese señor que escribía mucho.


Edición conmemorativa del aniversario 100 de Alfonso Reyes
AGNL
1989