COLUMNAS   

Árido Reino


Anhelando una modificación a la agenda o adherirse al recuerdo de un cuerpo ausente irrigando al mismo tiempo el cuerpo presente

Metáfora del deseo, de Daniela Padilla es ante todo el atrevido testimonio de quien le pone temperatura a las palabras y fluye acalorada en la poesía de manera afortunada.

OPINIÓN

Metáfora del deseo, de Daniela Padilla, es ante todo el atrevido testimonio de quien le pone temperatura a las palabras y fluye acalorada en la poesía de manera afortunada.

Por: Armando Alanís Pulido

daniela padilla

1 – Sin pudor

La labor incansable de la Editorial Oficio siempre es premiada con lectores fieles,pero también por sus autores que aprovechando la apuesta que se hace de su trabajo derrochan sin pudor sus obras literarias. Nadie más decide el rumbo de un libro que los lectores, pero nadie más en esta ciudad y en este estado insiste tanto en las jóvenes voces como el chamán Arnulfo Vigil, que encabeza desde hace décadas el conjuro y la invocación para otorgarle a la literatura del estado nuevos acontecimientos. Vigil, sin pudor también, siempre vigila eso y sentencia: Las poetas han abierto el camino, no le temen a la palabra, construyen su propio lenguaje , hacen visible sus deseos reprimidos y cuentan sin rubor lo que antes estaba vedado, sus propias merejadas.

2 – Marejadas

Daniela Padillahadabrujamagadiosa (así todo pegado) busca la textura y se le repega construyendo su propio lenguaje, que tal como el acto erótico es instintivo.

Octavio Paz, en  el ensayo titulado “Un más allá erótico: Sade”, distingue y pone en su lugar dos términos: erotismo y sexualidad. Aunque con fronteras indecisas y cambiantes, los ubica en perfecta comunicación pero sin jamás fundirse completamente; naturaleza desnaturalizada, advierte Paz y juega como siempre con los opuestos complementarios, la inaccesibilidad al otro porque es infinito y aparece la totalidad (en la idea de la entrega total) que es la muerte, y el escalofrío de sentirla poquito, de experimentar esa muerte chiquita y creer a partir de la insatisfacción y vivir buscando saciarnos. Empecé hablando del sin pudor porque imagino a autoras muy ligadas a este tema sobre todo en sus primeros libros, y que por oficio, por conveniencia y/o circunstancias de evolución de la escritura (de su escritura), con el paso del tiempo y de su obra, guardan distancia. Hay muchos ejemplos, pienso en las nueve autoras que hasta este momento han sido merecedoras del premio de poesía Aguascalientes. Ya no se puede ligar a las mujeres a la escritura de este tema; ya no podemos, porque somos otros, y porque queremos serlo, ya no podemos porque lo erótico inherente ya no es bandera, ni de libertad , ni de rebeldía, ni de jerarquía. El erotismo es sexualidad socializada.

3 – Irrigar el cuerpo

Sin el otro no hay erotismo, es un punto de partida y hay que ir más alla:

Continúo nuestro encuentro
trazando sobre mi piel
una figura imaginaria
que selle nuestro pacto
y que  la tuya se esfume
en la oscuridad y el humo
de las velas apagadas

«Ritual» (fragmento pág. 83)

Metáfora del deseo es ante todo el atrevido testimonio de quien le pone temperatura a las palabras y fluye acalorada en la poesía de manera afortunada. Aclaro que el atrevimiento no tiene que ver más con el tema, sino cómo lo comunicas. Me queda claro que toda desnudez es transparencia y aquí la piel tan superficie, tan superficial, tan poetizada, genera actos tan profundos y tan placenteros. Así es que, qué mejor manera de cerrar un círculo, de completarse uno gracias al otro , de llegar al punto, de explotar en segundos eternos, de irrigar el cuerpo porque es necesario o saludable o…

4 – Deleite

El erotismo es lenguaje; Daniela lo aborda desde su deseo individual y lo comparte apasionadamente convocando a las únicas verdades que tenemos a la mano: la poesía y nuestro cuerpo. Eso es la humanidad, esos símbolos que la conforman, esas metáforas que nos calientan,  esas que subsisten en el interior y aparecen,  esas que se vienen en un torrente de innumerables interpretaciones. Hay deleite por varias razones y si hay que explicarlo sería más o menos así: No sabemos mucho de nuestras pasiones, excepto que nacen de nosotros, son más poderosas incluso que nuestros hábitos y que nuestras ideas, y para acabarla ni siquiera son nuestras; no las poseemos, nos poseen. Así estos versos en los que la desnudez es su vestido.


Metáfora del deseo
Daniela Padilla Torres
Oficio ediciones
2017