carla rivarola

Carla Rivarola: conexiones mortales hechas canción

Luego del celebrado Médula silvestre, Carla Rivarola está de regreso con “La llave de mi casa”, el primer sencillo de su nuevo álbum Lucha o fuga. Platicamos con ella un domingo en la mañana sobre está canción y lo que ha hecho durante los meses de pandemia.

Carla Rivarola es una multinstrumentista, compositora y productora basada en la CDMX. En el 2015 lanzó Origami bajo el nombre de Iranti, un proyecto de pop en inglés más cercano al jazz que le permitió construir los cimientos de su cosmogonía musical. Con Médula silvestre en el 2018 inyecta potencia a la escena nacional con una dosis pop de guitarrazos y letras punzantes, esta vez en español y bajo su nombre.

“La llave de mi casa” es el primer sencillo de su nuevo álbum Lucha o fuga, donde continúa expandiendo su sonido acentuando el humor y las bases rítmicas  en el género que Carla llama fantasticore. Tuve la oportunidad de platicar con ella un domingo por la mañana sobre su nuevo álbum, la grabación del video de “La llave de mi casa” y algunas de las actividades que ha hecho durante estos últimos seis meses.

Primero cuéntame cómo son tus domingos, ¿tienes algún ritual de domingo?

La verdad es que tiene muchos años que el día de la semana cada vez es más insignificante. Y ahora en la cuarentena todavía más.

Claro, todo se reduce al cafecito y ya.

¡Exacto! Curarme la cruda (risas). Chale.

Quiero platicar contigo las actividades que has tenido los últimos seis meses, que es cuando comenzó la pandemia. Pero primero quiero que me platiques del nuevo disco Lucha o fuga. ¿Estabas trabajando en otro álbum o Lucha o fuga es lo que tenías planeado como sucesor de Médula silvestre?

No, para nada. De hecho se me atravesó cañón. Todo enero estuve bajando maquetas de El momento más acuático, que es mi próximo disco. Es un poco más grande, un poco más ambicioso a nivel arreglos. Es un proyecto mucho más choncho de alguna manera, a nivel “fuerza humana”, como arreglos de metales. Lo quiero grabar en vivo, es otro pedo. Entonces de alguna forma cuando estalló todo este desmadre del coronavirus mi plan de producción para El momento más acuático quedó un poco en el aire, por pura logística. De repente me dije: “Chale, no, la música se me está acumulando bien cabrón”, y después de ponerme a nadar un poco en el pozo de canciones me di cuenta que había escrito un chingo de rolas que no habían entrado dentro del tracklist de El momento más acuático, pero que me gustaban y no quería que quedaran como dentro del pozo. Originalmente Lucha o fuga iba a ser un EP de 3 rolas. Pero entre que tuve chance de revisar todos mis archivos, escuchar todas mis maquetas dije “Güey, tengo aquí un LP sentado” (risas), y como que no me lo esperaba.

Tuviste un retiro a la playa a principios de año. ¿Ahí estuviste trabajando con El momento más acuático ahí?

Así es, pero ya lo tenia trabajando desde hace un rato. Me gusta hacer sonar las canciones durante mucho tiempo, probarlas en vivo. Me tardo en cuajarlas. Más bien lo que estuve trabajando allí fueron las guitarras, arreglos de guitarra más mamalones. Grabé todo el disco en acústico para comenzar a mover el tracklist. Para ver si encajaban todas. El tracklist es algo que normalmente trabajo muy obsesivamente, entonces siempre quito una rola o pongo otra. Escribo otra que encaje mejor. Voy balanceando el álbum desde mi visión del tracklist. Entonces estaba en esa etapa de la producción, pero se me atravesó Lucha o fuga, y pues dejé El momento más acuático, porque es un disco que quiero producir con alguien más. Mientras no sepa quien lo va a producir y mientras no pueda tener la movilidad para estar con los músicos en el estudio pues lo estoy proyectando para el 2022 o 2021.

Médula silvestre fue un proceso largo, ¿en Lucha o fuga sucede algo similar?

El promedio de trabajo intenso en los discos es como de un año y medio o dos años. Con el Médula… me tardé más que nada porque estaba en formación. Porque no sabía cantar y tenía que aprender. Hoy en día puedes crear un cantante en el estudio, pero pues yo le tiro más a ser tan buena que cualquier performance sea como para un DVD.

Con eso en mente me tuve que aguantar como dos años más en lo que desarrollaba mi lenguaje porque nunca había escrito seriamente en español. Hasta eso me había ido por el inglés con Iranti, por inercia, y nunca me lo había cuestionado, pero ya que estuve en contacto con todo lo que estaba pasando con el país y con Latinoamérica, fue como que “güey, ya no me interesa hacer nada en inglés”. Me costó. Me tardé 35 rolas en llegar a un Médula crudo. Luego mi vida era un desmadre y no tenía ni un peso y me mudé como ocho veces.

Médula pudo haber sido más corto pero entre que fijé las rolas, empecé la producción, conseguí el financiamiento y llamé al equipo, me tomó como año y medio. Es mas o menos lo mismo que me ha tomado en paralelo Lucha o fuga y El momento más acuático. Por que son canciones que escribí en paralelo, los últimos dos años fueron muy prolíficos a nivel composición. Escribí como 50 rolas.

¿A qué crees que se deba esto? 

En julio del 2018 conocí a (Me Llamo) Sebastián, un músico chileno de quien era yo la mas fan del universo entero. Conviví bastante con ese güey y lo veía todo el tiempo en su flow. De repente tocaba con él y él me aventaba al vacío, me decía “no pienses, no pienses, no pienses”. Luego conocí a un vato que se llama Efrén Martí que tiene un proyecto que se llama Vagabundo. Ese güey me hacía lo mismo . Hubo un breve momento en que lo invite a tocar la guitarra conmigo pero al final no jaló. Igual nos hicimos muy amigos. El güey tenia esta cosa que podía sacarse canciones del culo. Enfrentarme a esta situación musical con dos personas que admiro muchísimo me rompió una especie de lavabo en la cabeza y empecé a replicar las cosas que hacía con ellos por mi cuenta y fue el lugar donde vertí todo. Fue un momento muy compositivo. Creo que también era porque estaba un poco harta de la producción de Médula silvestre. Fue pesada esa producción. Entonces estaba con muchas ganas de ejercer la composición y ahora me esta pasando lo contrario no he escrito ni una canción en toda la pandemia. Solo una o dos. Ni siquiera sé de qué proyectos son. Son otras cosas. 

¿Cómo llega a materializarse el tema “La llave de mi casa”? 

Oh cielos (risas). Buena parte del año pasado la pasé en Puerto Morelos en casa de mi amiga Eva, que de hecho es de Monterrey. Es una super compa. Yo estaba allí como con un mega burnout después de que sacamos el Médula, me prestó las llaves de su casa y me fui para allá. Y pues conocí a un vato que fue como mi muerte, bien cabrón. Has de cuenta que pasé como cuatro días en casa de ese güey, y el primer día me dio la llave. Fue de esas conexiones mortales e inmediatas. No dormíamos, estábamos sobrios todo el tiempo y solo nos abrazábamos. Me enculé, me enamore. Luego regresé al DF y anduvimos como un mes a distancia y todo muy bonito, todo chido, y de repente de un día a otro se esfumó. Me dejó de contestar los mensajes. Le decía que podía ir a visitarlo y me ponía trabas.

La situación me intenseó muchísimo. Soy una hippie de mierda y el marco de las relaciones es algo en lo que social, política y emocionalmente no creo. Pero por enculamiento y por pendejez falté a mis propios principios. Solamente por necia. Y me salió muy mal, me salió increíblemente mal y estuve traumada. Cuando regresé al DF le compuse esa canción. La última noche que pasé en su casa me dijo: “Carla, no vayas a escribir ninguna canción sobre mi”. Y yo le dije: “¿Sabías que pedirme eso es pedirme que escriba como diez mil canciones sobre ti?”. Originalmente era una canción de amor. Mis canciones de amor son lo peor que existen, nunca he logrado sacar una (risas). Pero pasó este desmadre, me mandó a la verga, grabé la bataca y tenía la maqueta. Mi amigo Hugo, quien dirigió el video, me dijo: “Voy a estar tres días en la ciudad, hay que hacer un video”. Chale, lo único que tengo en la bandeja es esa rola. Ni siquiera tenía pensado sacar esa rola, pero necesitaba expresarme a través de ella. Me destrozaron el corazón, pero por lo menos tenía esa rola. Grabamos el video con una letra totalmente diferente. Ya que teníamos el video, tenía la bataca, pegó la cuarentena y era lo que más tenia avanzado. Terminé de trabajar ese desmadre porque la neta me sentí bien gaslighteada. Fue muy violento ese asunto psicológicamente. Pude poner el sellito a ese tema cambiando la letra por completo. Es la única vez que he reescrito la letra de una canción.

Entonces, ¿grabaron primero el video?

Sí (risas). La gente grabó el video con una letra de la canción totalmente opuesta. Todo lo que sale en el video, de que forjo y me sale mal y estoy con cara de culo todo el tiempo, es real, yo estaba bien triste porque me acababan de mandar a la verga.  Y me funcionó mucho, me di cuenta de que yo no soy actriz. Prefiero groovear y usar mi cuerpo de formas que reflejen la música. Entonces, es mostrarme como tal en un video con chamarra y jeans, por mas tonto que suene. Siento que en México hay una presión por mostrar una feminidad muy Televisa y eso permea todo el quehacer artístico. Por lo menos yo, que soy un poco frita para darme cuenta de esas cosas, tardé para dejar ser mi yo de camiseta y tranquilidad en un video musical. 

En el video salen unos viniles. ¿Son tuyos?

Sí, a huevo. Tristemente se mudó mi compa que tenia el tocadiscos, pero hay uno que se llama Lado A Lado de Sebastião Tapajós y Gilson Peranzzetta. Es un dueto brasileño. Sebastião Tapajós es un guitarrista bestial y Gilson Peranzzetta es un flautista. Es un disco a dueto de guitarra y flauta, de música brasileña como de cámara pero muy folclórica. Este disco me vuela el cerebro, me lo regaló mi papá, lo escuchábamos juntos. También tengo uno de un dueto de música folklórica argentina que se llama Dúo Salteño, Como quien entrega el alma. Vocalmente es «el» disco para mi, lo he escuchado un millón de veces. Son dos vatos que cantan en armonías cruzadas, y de repente se quedan en tensiones bien chingonas. Mucho de lo que me ha acompañado desde que era adolescente de doce, trece años, con mi papá. Lo que tengo en LP y lo atesoro machín.

Oye y ¿qué es lo que te gusta hacer cuando te fumas un gallito?

Me gusta ponerme a tocar y no pensar. Por ejemplo, tocar versiones existentes de las rolas y cambiarles la melodía. Sin querer en el juego me encuentro cosas que son muy cool. Me gusta dibujar, me gusta escuchar música. Como que puedo entrar en un estado mental donde siento empatía con la música que normalmente no escucho o no me atrae escuchar. Puedo estar viendo un concierto entero de Snoop Dogg o Carla Morrison y quedó como que: “¡Esta bien verga!”. Hace que toda la música me guste. 

Formaste parte del Festival Erizo en casa, ¿cuál fue tu experiencia tocando en un festival online?

Hay varios niveles. Por un lado me encanta Erizo, el trabajo que hacen Memo y Janette es muy chido, es una muy buena experiencia trabajar con ellos. El producir la sesión fue increíble, fue hermoso, me encanta componer el espacio, poner las plantitas, hacer que la toma se vea chingona. Me encanta. Armar el set con Emil que es mi amigo con el que estaba viviendo, fue una experiencia bien chida. 

Pero en sí el acto de dar un concierto en línea se me hace una mamada. I don’t believe in that shit, no lo disfruto, se me hace un paliativo barato para los conciertos de verdad. No ganas dinero de un concierto en línea. Cobrar por eso se me hace un poco culero. En un concierto normal en el DF tengo un equipo de diez personas conmigo, mi banda, mi ingeniero, mi amiga que me ayuda a decorar, el merch guy. Es otro pedo totalmente distinto y tenemos otro nivel de producción, que es mucho más chido, porque lo que se genera en un show da para eso. En cambio encerrados estás sin equipo cinematográfico, ni siquiera tengo un PA, ni siquiera tengo un amplificador. Es como dar un acústico culero. Mejor me pongo en el Instagram a platicar con la banda y trato de relacionarme con mi público. Pero no pienso volver a subir a un escenario hasta que sea de verdad. Algo que quiero hacer con el Lucha o fuga es presentarlo en una Live Session muy perra de todo el disco. 

Recientemente compartiste en tus redes que tuviste una operación en tu cuello, ¿qué fue lo que pasó? 

Me salió un tumor en el cuello, técnicamente un schwannoma de la carótida y me creció esa madre alrededor de un nervio. Estuvo locochón porque creció muy rápido. Al principio me iban a operar en marzo, pero se pospuso y comenzó a crecer hasta que llegó un punto en donde sentía que me presionaba el oído interno. Empecé todo el proceso y me quitó chingos de tiempo, me tuve que hacer diez exámenes preoperatorios, dos pruebas de COVID y pues me tuvieron que cortar ese nervio. Está bien loco porque no siento nada de este lado de la cara y me dio Síndrome de Horner, que es un resultado de un daño a los nervios sensitivos. Ahora no sudo de este lado de la cara, es completamente imposible. También se me cayó el párpado un leve y ahora tengo las pupilas como Bowie. Hay ciertos momentos donde está muy dilatada y otras veces no, y se ve muy friki. Es permanente. Pero creo en algún momento voy a engraparme el párpado o algo. (risas

Leí que compusiste un tema para un documental sobre mujeres que hacen lucha libre en Ciudad Juárez (Luchadoras), ¿cómo fue esa experiencia? 

Fue una chingoneria nunca me lo esperé. Estaba con un compa de la prepa y estábamos echando el gallo en mi casa y me invitó a la fiesta de su primo. Yo odio ir a fiestas, pero fuimos. La fiesta del primo era una locura. Era un penthouse setentero super lujoso, salido de una película de David Lynch, con una alfombra naranja y toda la banda drogándose bien macizo en un pedo bien psicodélico. Así que… (hace gesto de aprobación y ríe). De repente llegó un vato alemán y me dio LSD, y pues va. Fue una noche muy decadente. De esas noches que te preguntas “¿Qué hago aquí?” (risas). Y pues en esa fiesta conocí a este vato alemán que es el director del documental. Me contactó meses después, porque en la fiesta mi amigo puso mi música, les gustó y se les quedó. No pensé que saliera un conecte de esa fiesta. Es lo que dicen de la industria del entretenimiento: “Todo pasa en la peda”.

La película es un gran docu, me enamoré de la historia, de las mujeres en ese documental. Eso es ser rock n’ roll y no mamadas. Una de las protagonistas trabaja en una funeraria, tiene 23 años y lucha por que su esposo abusivo se llevó a sus hijos a Texas y ella no tiene visa. Pero a la hora de que las ves luchar dices “no mames”, se dan unos híper vergazos, se pelean con los vatos, tienen unos vestuarios bien chidos. Son unas profesionales de la lucha que te cagas, son como superheroínas. Me clave con el documental e hice una canción que se llama “Miedo del miedo”, que puede ser o no que venga en el Lucha o fuga. Va con el disco pero quisiera darle su lugar a esa rola.

Das clases de música, ¿cómo es ser maestra?

No sabes cómo me gusta. No sé como explicarlo. He tenido la suerte de que por alguna razón la gente me ha buscado para que le enseñe y ha sido un aliviane económico y me ha salvado de tener un jefe o una de esas mamadas.  Me gusta mucho la gente y la comunicación, y amo la música y hablar de música y conceptualizar sobre música, pero cuando le enseñas a adultos es un proceso bien chido porque no solamente es enseñar, no es sólo «toma tus ejercicios y hazte bolas», es trabajar las trabas psicológicos y emocionales que tiene la banda para poder aprender cosas nuevas, para poder expresarse o crear cosas. Siento que son cuestiones terapéuticas que puedes trabajar a través de la música y que se traducen al resto de tu vida. Siento que es una experiencia muy positiva para los alumnos.

Tengo varios que tienen como año y medio o dos años trabajando conmigo y los he visto mejorar y florecer. De güeyes que no tenían una aproximación formal en su vida y ahora tocan rolas y afinan chido. Me encanta ver el proceso de mis alumnos, es una cosa mágica.  Esto me ha ayudado a bajar las cosas que yo considero que son las bases de una formación musical integral a un nivel de síntesis muy chido. Creo que sí tengo vocación pedagógica, me gusta muchísimo, me hace feliz. Me da una sensación especial.

¿Cómo has desarrollado este conocimiento? ¿Has tenido maestros en el camino?

He tenido buenos maestros y he tenido pésimos maestros. Los últimos seis años he tenido pocos. Sólo he estudiado con Juan Pablo Villa, que es mi maestro de voz. Es un cantante absolutamente alucinante. Es el Rasputín del canto para mí (risas). Por un lado trato de tomar las cosas que más me funcionaron con maestros y por otro lado cada quien es diferente, es una cosa de topar la sensibilidad de la otra persona y ver que es lo que necesita. Hay unos que hay que desbloquearles el lado físico y otros el mental o el lado emocional. La vocación en ese sentido es saber darte cuenta desde donde se comunica la gente con la que estás trabajando, encontrar su forma de entender más inmediata, y el cómo comunicar los conceptos y ejercicios. Por eso creo que he podido sostener una práctica pedagógica durante ocho años.

Leyendo unas notas sobre tu lado argentino, vi que tu papá también es músico y organiza eventos. ¿Puedes compartir algún recuerdo que tengas de esto?

El güey se dedica a hacer festivales. Mis primeros jales fueron en eventos que hacía mi papá. Mi primera chamba en la vida fue en Monterrey, nos fuimos dos semanas a hacer una temporada con una obra de teatro que se llama Slava’s Snow Show, y yo estaba cargando cables. Tenía doce o trece años. Ese show lo vi como treinta veces. El crew eran unos rusos locos y ninguno hablaba inglés o español, así que nos comunicábamos con señas. Nunca he visto a alguien chupar tanto como esos rusos. Me tocó conocer un montón de músicos bien cabrones. Conocí a Béla Fleck, a Victor Wooten, y a John Scofield lo entrevisté para un medio. Me gustaba mucho trabajar con mi viejo. La última vez que trabajé con él tenía 19, por ahí. 

Muchas gracias Carla. ¿Hay algo que quieras agregar o compartir?

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