Elizabeth Duval: «No me considero agente de cambio»

La filosofía de Duval (España, 2000), va configurándose como una forma de análisis introspectivo y crítico de la realidad humana moderna. En entrevista habla de las elecciones en España, de los problemas de la teoría queer, y de Bad Bunny como referente cultural.

La filosofía de Elizabeth Duval (España, 2000), va configurándose así como una forma de análisis introspectivo y crítico de la realidad humana moderna. El mundo termina de esta manera por fundirse en las conjeturas de una vasta narrativa, cobrando o recobrando con el viejo misterio filosófico un sentido aún más enigmático, que salvará precisamente de toda inmediatez o complacencia vulgar en la literatura.

Asistida pues, por una concepción extraestética (al puro estilo del trap), consigue derivar su inicial tendencia intimista hacia un tipo de filosofía espectacular.

Aquí, una entrevista con esta novel filósofa que está dando mucho de que hablar en una España en donde están empezando a exhumar las rancias ideas.

Te han ingresado a un grupo de gente denominado como: “la bella juventud de la escena cultural madrileña”; ¿cómo se siente eso, y a quiénes refiere este grupo?

Bueno, no sé si un grupo así existe realmente, o si somos todos tan jóvenes, pero creo que quien me comentó eso lo articulaba un poco alrededor de mi persona, porque es cierto que conozco a muchísima gente dentro de la escena cultural en general no sólo de Madrid, sino de España, y es gente con la que me relaciono muy a menudo. Yo hablaría más de esas relaciones bilaterales y no de la multilateralidad de una “bella juventud de la escena cultural madrileña”, que engloba tanto a gente más mainstream como peña mucho más vinculada con lo más indie del mundo… no indie en el sentido musical, que está un poco pervertido, sino en el sentido puro, el de independiente. Pero creo que toda creación, poética o en cualquier otro ámbito, tiene que relacionarse necesariamente con la amistad, y en lo mío hay mucho de amistad, y esa amistad se construye con “la bella juventud de la escena cultural madrileña” a base de recuerdos, de momentos, de veranos y de afters, por cliché que suene.

¿Qué le ofrece la escritura a Elizabeth Duval, mucho más allá del performance?

Soy más escritora que performer. La performance para mí es la construcción de una figura pública, pero no tendría sentido si no existiera la figura más privada que construyo de mí a través de la escritura, mucho más íntima, más profunda. También eso es una especie de performance, porque también implica la construcción de otro yo que no soy yo realmente, pero es un yo que tiene mucho más de mí que lo que doy a entender por mi personaje en redes y en medios. La escritura es una forma de expresión sincera y de compartir una visión del mundo y una manera de construirlo: la escritura es creación y la creación, para mí, lo es todo. La performance es mucho más técnica, la tékne griega; la escritura es otra cosa, que no haría falta ni definir.

«La escritura es creación y la creación, para mí, lo es todo»

¿Qué estás leyendo ahora en materia de narrativa?

Estoy leyendo Molloy (1951) de Samuel Beckett. Acabé Cerebroleso (2019)de Julián Génisson hace nada y es un libro muy, muy bueno, y no lo digo sólo porque él sea amigo, porque no tendría problema en decir lo contrario si fuera cierto, sino que realmente me parece un muy buen narrador. Lo que más me ha gustado recientemente ha sido Canto jo i la muntanya balla (2019), de Irene Solà, en catalán.

Dentro de las labores de la edición literaria, ¿a qué autor español joven publicarías?

Lola Domínguez Sabater es una poeta brillante que no logro entender no haya sido editada todavía. Sólo hace falta mirar su Instagram para darse cuenta de lo buena que es y de las exploraciones con el lenguaje que hace, mucho más interesantes que la gran mayoría de poesía que se publica en España. El día que la descubra alguna editorial y la publique va a ser un bombazo, si se logra publicitar bien; estoy segura. Si estuviera en mi mano no podría desaprovechar esa oportunidad.

¿Qué opinión te merece el comediante de stand up, actor, guionista, poeta y músico de post–humor Ignatius Farray?

A mí El fin de la comedia (2014–) me parece una serie maravillosa y admiro mucho sus creaciones, me parecen muy lúcidas y a veces muy inteligentes en sus retratos del absurdo contemporáneo. Ya te digo que no le conozco, nos seguimos mutuamente en redes sociales, pero poco más. Tenemos personajes públicos muy distintos, pero su construcción a través de lo absurdo es súper interesante.

¿Te consideras una agente de cambio?

Yo me considero artista, dentro de lo que escribo y creo. Si desde esa esfera aporto algo a lo político, bien. No me considero agente de cambio como se denominan muchos políticos de la nueva política: si bien ejerzo influencia en el campo de lo político a través del pensamiento, no hago política o no ejerzo como política en esa coyuntura. Habría que definir también que es ese cambio al que se refieren y si a mí me interesa.

Háblame de Jean-Luc Godard como un fuerte referente en toda tu obra.

En relación a un proyecto que llevo elaborando un tiempo, un poemario largo titulado Absoluto dividido en tres partes, decía que quería hacer algo parecido a lo que hace Godard en Histoire(s) du cinema (1998) con el cine, pero con la literatura. Su concepción del arte y del cine me influye mucho y sus imágenes están muy, muy presentes en lo que yo creo y lo que escribo. Su juego con el lenguaje, su desestabilización, sus referentes franceses que son también muchas veces los míos. Creo que lo que yo hago no se entiende sin Godard, Barthes y Lacan, que son mis tres influencias francesas máximas: Lacan por el pensamiento, Barthes por la relación con el texto, Godard en la relación con el lenguaje y con la visión del arte.

¿Y Bad Bunny?

Bad Bunny es un referente cultural en tanto que conforma mi imaginario del día a día, y yo hago referencia a lo que él crea en algunos poemas. Su música me gusta mucho, tanto para escucharla en mi casa como de fiesta, y eso hace que inevitablemente asocies muchos recuerdos y momentos a ello, y construyas todo un imaginario con esos recuerdos. Podría decirte lo mismo de un montón de artistas actuales que me influyen, yo creo.

«Bad Bunny es un referente cultural en tanto que conforma mi imaginario del día a día»

Al menos, no mencionaste a Rosalía…

He referenciado a Rosalía en alguna que otra cosa, pero por más que su música me guste y valore muchas cosas que ella hace no la considero un referente en mi imaginario al nivel de Bad Bunny. La manera en que Bad Bunny trata el amor contemporáneo y la sentimentalidad, por ejemplo, no la encuentro igual en Rosalía, pero creo que sí que hay códigos compartidos con ella que son más generacionales que otra cosa, y hay una cuestión en la elaboración del personaje público y de la fama que me interesa mucho.

¿Qué publicaciones tienes planeadas para el 2020?

Publico, y saldrá el 26 de marzo de 2020, una novela de autoficción titulada Reina, que es lo más íntimo que he escrito nunca y que se dedica también y en parte a deconstruir la necesidad misma de la autoficción y el interés que ésta puede tener tanto para el lector como para quien la escribe. Publico también, y esto para la rentrée, es decir, en septiembre, un ensayo divulgativo que aborda la cuestión trans en España desde un punto de vista teórico y práctico, respondiendo a teóricos como Paul B. Preciado y Miquel Missé, planteando una teoría propia del género y analizando la situación e historia del movimiento trans en España.

¿Cuál es tu lectura de los resultados de las elecciones legislativas del 10 de noviembre de 2019 en España?

Antes que los resultados, yo creo que la convocatoria electoral no se explica sin tener en cuenta varios errores de cálculo de cada uno de los actores políticos. Pedro Sánchez, en su pantomima de diálogo después de las primeras elecciones generales de 2019, no tenía ninguna intención de formar gobierno con Unidas Podemos, precisamente porque pensaba poder aprovechar la situación, fagocitarlos y usar la bala de Errejón y Más País para acabar con ellos. Que esa baza (el proyecto errejonista) haya fallado, Unidas Podemos no haya perdido apenas escaños y se negocie esta vez un gobierno de coalición es, para el partido, un regalo envenenado: tendrán responsabilidades de gobierno, sí, pero tendrán que aceptar más contradicciones que nunca en su vida política, convivir con una vicepresidencia económica ostentada por Nadia Calviño (de los perfiles más liberales del anterior gobierno del PSOE y muy conectada con Bruselas) y hacer frente a la crisis económica que se avecina. Pero no había otra alternativa con los resultados que tenemos: el Partido Popular no se podía arriesgar, con Vox a apenas treinta escaños, a formar una Gran Coalición y dejar a la extrema derecha todo el terreno para crecer como líderes de la oposición al gobierno… lo cual hubiera sido, probablemente, el mejor escenario tanto para Vox como para Unidas Podemos, que habrían robado muchísimo voto al PP y al PSOE. Ciudadanos ha quedado condenado, claro, a la irrelevancia.

¿La derecha se aprovecha de nuestra realidad y la izquierda de nuestras fantasías?

Creo que la realidad está en buena parte conformada por las ficciones que hacemos de ella; aunque pareciera que es a posteriori que se construyen esas ficciones, creo que son esas ficciones las que dan sentido a la realidad y la organizan. Citando a Lacan, algo asimétrico en la naturaleza no es una cosa ni simétrica ni asimétrica, sino que simplemente es: no tiene significado si no se le ha otorgado un significado externamente, si no se ha construido ese sentido de la simetría y asimetría. Creo que pasa igual con la realidad y la política. A esa frase te respondería un materialista diciendo que la izquierda habría de ocuparse de la realidad material y de las condiciones materiales de la existencia de los individuos, pero no creo que sea tan simple. Creo que hay una gran parte que son las historias y relatos que nos contamos a nosotros mismos. Y ahí, en ese punto, todo es fantasía. No se le puede dejar a la derecha el patrimonio ni de la fantasía ni de la realidad. Y creo que hay una parte de fantasía que falta en nuestra política contemporánea: hemos huido de la idea de imaginar otros futuros posibles, pero sobre todo de plantear visiones sobre ellos, de materializarlos, de construir su esquema y apreciar cómo se pueden articular. Y eso es imperdonable.

¿Cuál es la sugestión ideológica en Articular lo espontáneo: apropiaciones del 15–M y los chalecos amarillos?

Es una ponencia teórica, así que intento que no haya un a priori ideológico, pero haciendo filosofía política es inevitable que ese a priori ideológico exista. Digamos que la tesis fundamental es que los movimientos espontaneístas de ese tipo no son suficientes y no pueden nunca llegar a articular a largo plazo una alternativa política real, sobre todo una alternativa populista. Es el concepto de folk politics en Srnicek y Williams, que yo traduzco como política popular: la política popular no basta. Como decía antes, lo fundamental para mí es imaginar y construir otro futuro posible, y en esa construcción lo espontáneo, lo que no está dirigido, no puede nunca ser suficiente. Esa es la gran tesis detrás de mi ponencia.

¿Cuáles son, específicamente, los “trampantojos” de la “literatura de combate”?

En el caso de Bernabé me refería, claro, a cómo sus tesis no eran en realidad tan profundas y ocultaban, detrás de toda la supuesta argumentación, una vacuidad intelectual más allá de la tesis central sobre cómo el neoliberalismo coopta las identidades y favorece las políticas de identidad, sin tener Bernabé realmente mucha idea sobre qué es la modernidad y la posmodernidad a nivel teórico. Ampliándolo, yo creo que podríamos llamar trampantojos de la literatura de combate a muchas cosas, particularmente en el campo de la literatura. No me interesa la literatura programática o la literatura de combate; es decir, aquella literatura, y hablo de literatura y no de filosofía, que haría prevalecer lo político frente a lo literario, que para mí implica siempre una reflexión, sí, pero también la construcción de cierta belleza y de un texto capaz de valerse por sí mismo y no en referencia constante a un mundo externo. La literatura que sólo es valiosa por su dimensión política, es decir, la literatura programática, a mí personalmente no me interesa. Y lo digo como persona muy activa en la reflexión política y que ha escrito un poema sobre las revueltas en Cataluña, pero no se trata de un poema programático, de un poema que tenga un interés más allá de lo literario: no busco hacer política a través de la literatura, como no me gustaría que la política fuera literaria.

¿Qué simboliza para Elizabeth Duval el escritor y periodista español Daniel Bernabé (1980)?

Muy poco, siendo sincera. No tiene la talla intelectual como para que le considere un rival a refutar en lo teórico: puede plantear algunos conceptos interesantes que llegue a captar, pero no tiene una formación filosófica o conceptual como para movilizarlos de formas que a mí me interesen o merecer que se genere tantísimo debate alrededor de su persona. A veces me digo que ojalá La trampa de la diversidad (2018) lo hubiera escrito otra persona capaz de defenderse mejor, con más bagaje, que no cayera en clichés o tropos.

¿Cuál es el problema de lo queer en el mundo moderno?

Que un discurso que es artístico-cultural (y no digo que haya nada de malo en que lo sea: hay discursos que pueden serlo perfectamente, y ser interesantes, y ser caminos de exploración en el arte y en el arte conceptual fascinantes y retroalimentarse con la filosofía) se asume con la misma base epistemológica que un discurso filosófico o teórico, y prácticas artístico-culturales se toman como doctrinas filosóficas e ideológicas. Me parece bien, por ejemplo, el Manifiesto contra-sexual de Preciado, pero no puedes elaborar a partir de ahí ninguna ontología o epistemología que genuinamente importe, ¿no?, que tenga relevancia o efecto sobre la realidad; pero, si lo interpretáramos como un proyecto y propuesta conceptual artístico-cultural, no pasaría nada. Lo que pasa es que se hace pasar como una revolución del pensamiento que no es tal. Y hay investigaciones alrededor de la teoría queer muy interesantes, pero no son las que están ocupando el discurso mayoritario y, además, en España vamos con un grave retraso. Me mandaban hace nada un paper sobre la teoría queer como crítica poshistórica: qué interesante eso y qué poco fértil lo que se proyecta en España sobre la teoría queer.

«(La teoría queer) se hace pasar como una revolución del pensamiento que no es tal»

¿El ano carece de potencial emancipador?

En tanto que es imposible articular una política del ano, un relato político que aúne sensibilidades en torno al ano… sí, tal vez. A lo mejor puede emancipar a alguien a nivel individual, más hedonista, o de práctica artística, pero eso no me interesa tanto ni me interesa realmente lo que diga Deleuze o Preciado sobre el ano. No le veo el interés.

¿Quiénes, en verdad, le temen a lo queer y por qué?

La reacción, es decir, la Iglesia, la derecha iliberal es quien teme a lo queer y es en relación a lo cual lo queer puede articularse como resistencia. El neoliberalismo, yo creo, puede perfectamente apropiarse de partes de lo queer, convertirlo en una virtud para sí mismo, pero eso es algo que nunca podrá hacer la reacción, porque lo queer es inherentemente contrario a ella. Y es por ahí por donde puede ser útil. El totalitarismo también teme a lo queer, porque lo queer es desestabilizador… rizomático, que diría Deleuze.

Pienso que existe una tara entre las jóvenes feministas contemporáneas, sobre todo en el enfoque teórico, no se está leyendo a sus precursoras, y en cambio se actúa mucho pero dentro del plano cultural, y no necesariamente artístico…

Aquí discrepo, aunque por encima de todo discrepo en el caso de España. No puedes exigir a toda la base de un movimiento que esté formada en la doctrina e historia de ese movimiento, y sí que creo que muchas teóricas feministas, quizá no las más mainstream, pero gente como Ayme Román está muy formada y ha leído a sus antecesoras y las estudia. Ese lado, quizá más académico, debe irradiar necesariamente en el otro, y la vanguardia intelectual debe influir en el movimiento popular y en lo que se vea en las calles. Estoy de acuerdo en que, sin una reflexión, no vamos a ninguna parte, pero también he visto teoría feminista potentísima ser desarrollada. Pienso en Alicia Valdés, una investigadora asturiana que ahora mismo vive en Tarragona, y en su propuesta de un municipalismo ecofeminista basado en una lectura lacaniana de los conceptos de lo óntico y ontológico en Heidegger. Son teorías muy, muy potentes que se están desarrollando: lo fundamental es que puedan luego ser divulgadas de una forma que cale entre las masas, lo cual es complicado pero no imposible: no puedes ponerte a explicarle a la masa de gente lo que es lo óntico y lo ontológico en Heidegger, o porqué tu doctrina tiene sentido según el análisis que hace Lacan, pero sí puedes transmitir qué se tiene que hacer y dar razones (que no sean necesariamente intelectuales o académicas) por las cuales tiene que ser así.

¿Cómo definirías la “izquierda caviar”?

Personas de un origen más o menos acomodado, por no decir burgués, e incluyo aquí élites sociales y económicas, que sostienen posturas de izquierda. Yo también sostengo posturas de izquierda radical, y ostento bastante capital cultural, pero no provengo de origen burgués, aunque algún día quizás esta etiqueta se vuelva contra mí y me lo puedan llamar. Lo describía apelando al caso de algún intelectual, por ejemplo, que desde Francia, mientras en un lujoso restaurante toma vino blanco y come ostras, elogiara las revueltas en Barcelona o movimientos espontaneístas de ese tipo. El problema de la izquierda caviar, más que otra cosa, es que en muchos casos esas posturas acomodadas conducen, también, a defender su propio acomodo y a no plantearse una reestructuración del sistema, y conducen a que la izquierda apele a estas personas o figuras, a rentas altas, y no al pueblo en su conjunto. Una izquierda que no sea popular, en el sentido de apelar al pueblo en su conjunto y preocuparse por el pueblo en su conjunto y no por las inquietudes de las élites socioculturales, no tiene sentido. Es evidente que siempre quienes tienen una posición más acomodada van a poder ser quienes elaboren teoría y teoría de izquierdas: es el caso mismo de muchísimos teóricos, véase Marx, véase otros tantos que podían teorizar porque podían permitírselo. Pero el problema está en cuando se olvida a quién debe ser el sujeto principal de la izquierda y quien vehicule sus demandas. Si la gauche divine o izquierda caviar sigue apoyando sus demandas radicales en una situación en la que su permanencia como clase acomodada se ve cuestionada o tambaleada por esos mismos movimientos, y aceptan renunciar a esa parte de privilegio, bienvenida sea: tampoco creo que sobren.

«Una izquierda que no sea popular, en el sentido de apelar al pueblo en su conjunto y preocuparse por el pueblo en su conjunto y no por las inquietudes de las élites socioculturales, no tiene sentido»

“Si se cree que el gobierno es necesario y que sin gobierno tiene que haber desorden y confusión, es natural y lógico suponer que la anarquía, que significa la ausencia de gobierno, tiene también que significar la ausencia del orden”; diría Errico Malatesta (1853-1932). ¿Te discurres como una anarquista, o más bien, como una intelectual anti-sistema?

Soy una persona, por regla general, muy ordenada, y la perfección es mi principal neurosis: necesito que todo se rija según un orden y que todo sea lo más eficiente posible, particularmente si se trata de cosas que yo creo o pienso. No me defino como anarquista porque creo en la necesidad de instituciones y estructuras dentro de las cuales movernos, y me parecen superiores las bondades de una macrosociedad a las de una multitud de microsociedades que no estuvieran gobernadas. Dudo también que se me pueda calificar de anti-sistema. Si fuera verdaderamente anti-sistema, estaría pidiendo el voto para Vox, siguiendo una doctrina aceleracionista según la cual sería ese avance de una opción de extrema derecha el que desencadenaría una aceleración general en el desarrollo de las contradicciones del capitalismo y un cambio radical futuro en su sistema. Pero me importa el “mientras tanto”, y me importa la situación de la gente en el presente y todos aquellos que sufrirían bajo un gobierno de ese signo, y por eso no se me verá ni votando a Vox ni sosteniendo esas tesis. No creo demasiado en las posibilidades de las democracias liberales, ni que se pueda llegar a obtener mucho bajo el sistema que nos rige: de esto no culpo tan solo al sistema en sí mismo, o a una ideología que nos ha sido inculcada, o a los medios de comunicación, o a las grandes multinacionales, sino también al ser humano en sí mismo: aquello que les dijo Lacan a la juventud en mayo del 68 de que ellos, como revolucionarios, a lo que aspiraban era a tener un Amo. No veo inminente la revolución, ni veo inminente una transformación radical de nuestra cotidianeidad o día a día, pero sí que me parece una lucha noble buscarlo y celebro, por ejemplo, movimientos cuyo desarrollo sí vea hacer tambalear, en el caso concreto de España, el régimen en el que nos movemos: es por eso por lo que me interesa el independentismo catalán, ya no porque quiera la independencia de Cataluña, sino porque creo que expande las posibilidades de articular otra cosa más allá del régimen del 78, heredero del franquismo. Que Vox se ha nutrido del independentismo catalán es evidente, pero me parece que precisamente esa ola reaccionaria señala que hay movimiento, y ese movimiento me parece positivo. Yo no me defino como anti-sistema por esto, porque sí que querría estructuras, pero otras estructuras distintas. Pero habría gente que sí que me llamaría anti-sistema porque, por ejemplo, yo suscribiría absoluta y totalmente las palabras de Cristina Morales cuando celebraba los disturbios en las calles de Barcelona y las revueltas que allí se estaban dando. A mí también me alegra ver en esas calles espacios vitales autónomos donde la gente las ocupa y no los turistas, por ejemplo, o me alegran derivas de movimientos como los Chalecos Amarillos que hacen tambalear un gobierno neoliberal en Francia. Si eso es ser una intelectual anti-sistema, o si plantear unas tesis y unas doctrinas radicalmente distintas a las que nos rigen lo es, asumo con gusto la etiqueta.