norma roffe
COLUMNAS   

Árido Reino


Exilio perfecto para un espíritu que no duerme, o floto en otra dimensión

Hay un sitio impreciso en todos nosotros que nos hace preguntas, Norma Roffe lo encontró y establece una conversación con el silencio y con el lector y con ella misma también.

OPINIÓN

No es alivio, más bien tristeza

No hay ideas sino en las cosas, dijo William Carlos Williams, y entonces la autora que dirige una embarcación en la que navegamos mira que las olas están desordenadas. Tenemos una tarea difícil: ordenarlas, luchamos, remamos contra la corriente, esa que está hecha de adagios marchitos que re-significan el dolor y hay que medir nuestro umbral. La embarcación -lo acabamos de descubrir- está filtrando agua y recuerdos, hay que descifrar y drenar ese peso extra que se llama tristeza. Entonces, de pronto, las palabras piensan por sí mismas, si les damos la atención requerida.

Siempre pensé que cuando uno escribe al inicio, es decir, al comprometerse con algo que decir y que publicar, lo primero que surge es una especie de lamento por una perdida, incluso aunque esa pérdida sea futura: Si me enamoro ¿qué sentiré cuando lo que siento se vaya? Pero resulta que las cosas se amontonan y no nos damos cuenta, resulta que se amontonan pero guardan un perfecto orden y ese orden son los ladrillos de la vida, y con esos ladrillos puedes construir una casa donde vivir o se puede hacer también una lápida o un mausoleo. La poesía por supuesto que reacomoda el material que ahí está viviéndonos o matándonos; habremos de darnos cuenta si esos ladrillos nos pesan o nos sirven para guarecernos y continuar. No es alivio, más bien tristeza, y uno a veces es muy feliz tristeando por ahí.

Un suspiro se atreve

Una tentativa que intenta descifrar la realidad, esa es la poesía de Norma Roffe, un vidrio de aumento y a su vez  un cristal deformante que produce toda clase de distorsiones, transformaciones, mutaciones necesarias, reflejos para madurar, porque la poesía nos brinda la experiencia del ser. Hay tristeza, hay nostalgia (ay tristeza, ay nostalgia) en este libro, asuntos enfrentados con valentía, remitidos al lenguaje poético y sus consecuencias. Si la poesía es el orden del caos, el poeta le ordena al desorden; no que se ordene sino que se ponga a sus órdenes, para poder crear y (trans)formar un nuevo desorden.

El amor se enfrenta a si mismo

Hablo poco pero me pido explicaciones, hablo poco pero hablo con todo, con el recuerdo que raspa, con el cielo. Si uno pretende reconocerse en las representaciones que lo desfiguran, si uno traduce un lenguaje de conflicto, si uno evoca a sus fantasmas, si uno dialoga con el amor que se enfrenta a sí mismo, escuchará la adecuadísima música, el sonido lejano, el tarareo de la poesía que emana de lo que parecía un conflicto emocional. Y es nada más y nada menos que la experiencia, el escalón de descanso en la escalera que subimos y subimos, la pulcritud resultante de dialogar en silencio, el adorno que es la inocencia la conexión con la transformación, el anhelo es una experiencia, porque no podemos pensar a una vida sin una confrontación sin un reclamo que genere energía y se captan las señales:

La vida da señales
Las veo cuando no cesan las preguntas
y la búsqueda es desesperada
me hablan en los números
en las luces que encienden y apagan
las cortezas de los árboles.
A veces me dieron pistas falsas
o no las supe leer
me guiaron a perseguir sombras
descifrarlas puede llevar una vida
más de la que queda.

Lo que me falta o sobra

Vivir es separarnos del que fuimos  para internarnos en lo que vamos a ser, sentencia Octavio Paz. ¿Qué sigue? Si uno ya lloró, ya venció demonios, ya decantó sus miedos, ya canto sus miedos, ya escribió sus miedos…

Sigue dar vuelta a la página y ver que está en blanco y disponerse a escribir en ella ya separado de lo que fuimos.

Hay un sitio impreciso en todos nosotros que nos hace preguntas, Norma lo encontró y establece una conversación con el silencio y con el lector y con ella misma también. El mundo siempre está inconcluso aunque esté ordenado. Intentemos apresar lo que está sucediendo y pongamos la otra mejilla, es decir, agreguémosle el verso que creemos que falta.


El desorden de las olas
Norma Roffe
Universidad autónoma de Nuevo León
2017