50 años no son nada. La fascinación por el vintage

Mario Alberto Palacios – La idea de que lo vintage siempre es una moda y un vehículo fácil para hacer billetes es un argumento válido y simplón para justificar esta efervescencia por usar o sobre-explotar el rock clásico. Pero también es coherente y a la vez preocupante darse cuenta de que lo viejo es lo de hoy.

La idea de que lo vintage siempre es una moda y un vehículo fácil para hacer billetes es un argumento válido y simplón para justificar esta efervescencia por usar o sobre-explotar el rock clásico. Pero también es coherente y a la vez preocupante darse cuenta de que lo viejo es lo de hoy. Oldies but Goodies.

Por: Mario Palacios

led zeppelin rock vintage
Led Zeppelin

El actor francés Gaspard Ulliel camina por un set de filmación hasta detenerse frente a una enigmática mujer. Ella, con su mirada gélida, lo orilla a abandonar el lugar. Pasa a través de una marabunta de periodistas y fanáticos, y huye en un convertible hacia una mansión en lo alto de una montaña desde donde mira el paisaje a la distancia. Así transcurren los 60 segundos del comercial del perfume “Bleu” de Chanel. Apenas un suspiro, en lo que el tema “All Along The Watchtower” de Bob Dylan, interpretado por Jimmi Hendrix, estremece la pantalla del televisor.

El tema sigue más vigente que nunca, a 50 años de que apareciera por primera vez en el álbum John Wesley Harding, de Bob Dylan, y meses después en el Electric Ladyland de Hendrix. Y esa vigencia no es sólo por la ejecución del guitarrista o por la letra del autor, sino por esa extraña pasión, o más bien obsesión de la industria del espectáculo por revivir la música de las décadas pasadas. Sí, la idea de que lo vintage siempre es una moda y un vehículo fácil para hacer billetes es un argumento válido y simplón para justificar esta efervescencia por usar o sobre-explotar el rock clásico. Pero también es coherente y a la vez preocupante darse cuenta de que lo viejo es lo de hoy. Oldies but Goodies. That´s The Bussines.

Y los negocios van bien. Blockbusters o películas independientes, videojuegos, comerciales de todo tipo: perfumes, desodorantes, autos, cereales, refrescos y bebidas alcohólicas y no se diga campañas políticas. Todas recurren de manera frecuente al rock de los años sesenta o setenta, para cimentar el impacto de su mensaje o la masificación de su producto. El sampleo de “Highway Star” de Deep Purple en un comercial de Tecate, donde se muestra a jóvenes hispters bailando en un vagón de metro, o corriendo semidesnudos y enharinados en una fiesta rave, me hizo reflexionar en mis años mozos, cuando en la preparatoria criticaba ácidamente el que en los comerciales de la televisión (en blanco y negro) se usará música de mariachi o de tríos para incentivar el consumo de detergentes o de comida. Eran los años ochenta y todavía no existía MTV ni lo digital estaba en el uso diario de los jóvenes.

Los discos de vinil y los casettes, que en el mejor de los casos se atoraban en su cajita, o eran mordidos o devorados por la cabeza de la grabadora, marcaron a mi generación. Traer un walkman era ser moderno y rico o consentido de papá o mamá. Escuchar a Los Panchos como música de fondo del arroz Diamante nos sonaba a viejo, arcaico. Obsolescencia total. El tiempo nos puso en nuestro lugar.

Ahora, por lo menos en tres películas diferentes, como School of Rock, Shrek 3 y Thor: Ragnarok, recurren a “Inmigrant Song” de Led Zeppelin como uno de los principales temas en su soundtrack. Queen, The Doors, Black Sabbath, Thin Lizzy, The Who y las decenas de ocasiones en que “White Rabbit” de Jefferson Airplane aparece en películas y series de televisión, son apenas una muestra mínima de la presencia que tienen ahora los grupos de rock sesentero y setentero en la tercera década del siglo XXI. Bueno, Rock Band y Guitar Hero hace ya casi diez años, mostraron el poder que la nostalgia tiene entre las nuevas y viejas generaciones: Las primeras en busca del Santo Grial o la piedra filosofal, es decir, las influencias de dónde proceden parte de lo que actualmente escuchamos y vemos; y las segundas, como reafirmación de los gustos y placeres de antaño, tengan o no calidad.

En gustos se rompen géneros. Durante el Festival Northside 2017, en Parque Fundidora, me sorprendió con agrado ver a dos jóvenes, una muchacha veracruzana de 17 años y su acompañante de Tampico, de apenas 18 años, desgañitándose para cantar una a una las canciones de Dokken, a casi 30 años de que esta banda angelina fuera una de las precursoras del Hair Metal. Les pregunté intrigado cómo era que conocían y disfrutaban temas musicales que les doblaban la edad. Su respuesta fue interesante y a la vez intrigante: “Es que ya no hay buena música ahora, y esta (la de sus padres) era mucho mejor”. Discos como las dos primeras producciones de The Doors, el Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band de The Beatles; el Surrealistic Pillow de Jefferson Airplane, o The Piper at The Gates of Dawn de Pink Floyd, cumplieron 50 años en 2017.

Y además de sonar frescos –pese al tiempo transcurrido-, siguen vendiéndose bien en cualquier plataforma. Los cerros reverdecen, pues. La puesta en circulación de los dos soundtracks de Guardianes de la Galaxia, con canciones con más de 40 años de existencia, primero en forma de descarga digital y después en vinilo y casette, adquiridos en su mayoría por consumidores menores de 30, demuestra que más rockea el Diablo por viejo que por diablo.