Gorilas en la niebla

Empobrecimiento ilícito

Yo no sé cuándo ni cómo ni quién se ha inventado eso de que el enriquecimiento ilícito es algo que tiene que despertar sospechas, ser investigado y a veces hasta conducir a su autor a la cárcel, cuando en realidad es mucho más frecuente, más perjudicial y más patológico el empobrecimiento ilícito.

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OPINIÓN

Yo no sé cuándo ni cómo ni quién se ha inventado eso de que el enriquecimiento ilícito es algo que tiene que despertar sospechas, ser investigado y a veces hasta conducir a su autor a la cárcel, cuando en realidad es mucho más frecuente, más perjudicial y más patológico el empobrecimiento ilícito.

He sabido, por ejemplo, que Zhenli Ye Gon, ese farmacéutico chino y famoso, amasaba fortunas como quien se echa un pedo, y no tenía ni tiempo para contar todo el dinero que llegaba a sus manos, tanto así que acabó metiéndolo en habitaciones y calculando a ojo de buen cubero.

Claro: su dinero era ilícito, pero lo cierto es que valía lo mismo en cualquier tienda, ya que nadie rechaza un billete en este país por la manera en que fue conseguido.

Lo verdaderamente perjudicial y molesto es el empobrecimiento ilícito: ese que sufrimos cuando ves que de pronto hay menos dinero en tu cuenta de débito y en el banco te dicen que sumando todo lo que metiste y restando todo lo que sacaste resulta que el banco tiene razón y tú eres un idiota. Un idiota que gasta de más y luego intenta negarlo. O cuando te gastas toda la quincena en cerveza y en camisetas futboleras y en boletos para la final y luego pierde tu equipo y te castigas redoblando la cifra de las tecates. En esos dos casos, y en muchos más, el empobrecimiento es ilícito, pero no inexplicable, porque ser gastón no es un pecado ni un oprobio, es solo un estilo de vida, y un estilo que cobra cara su presencia, su esencia, pero sobre todo su persistencia.

Después de todo y a final de cuentas, ya sabemos que el crimen no paga, pero el derroche tampoco. Así que sigamos ejerciendo, impunemente, el empobrecimiento ilícito.