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La escritura como paso a la libertad. Entrevista con Ariana Harwicz

Miriam Canales – La migración y el papel que implica ejercer una doble nacionalidad han “contaminado” sus historias. Francia la ha marcado no solo en su vida personal sino en tres novelas transgresoras como La débil mental, Precoz y Matate, amor.

La migración y el papel que implica ejercer una doble nacionalidad han “contaminado” sus historias. Francia la ha marcado no solo en su vida personal sino en tres novelas transgresoras como La débil mental, Precoz y Matate, amor.

Por: Miriam Canales

ariana Harwicz
Foto: © FIL Guadalajara

“No me fui de Argentina por motivos económicos ni sentimentales, sino porque quería aprender el francés, cambiar de lengua, no solo tener el español. Eso era ya un motivo literario”, dice Ariana Harwicz, una escritora argentina radicada en Francia, cuya lengua y cultura le han dado un giro a su obra.

Para Ariana (Buenos Aires, 1977) la migración y el papel que implica ejercer una doble nacionalidad han “contaminado” sus historias. Francia la ha marcado no solo en su vida personal sino en tres novelas transgresoras como La débil mental, Precoz y Matate, amor. Ella prefiere seguir a autores connacionales más subversivos, incluso considerados “malditos” y menos comerciales -pero no menos destacados- como Osvaldo Lamborghini o Roberto Arlt que a los tradicionales Cortázar y Borges.

Harwicz estudió dramaturgia y literatura en París, y considera su trashumancia entre Europa y el cono sur como “una experiencia artística”. Hoy radica en la campiña francesa, alejada del bullicio de la capital. “Con mi mudanza hacia el campo vi que tienen otro dialecto y otros neologismos, lo que me ayudó a encontrar mi lengua literaria”, explica en una charla concretada en el encuentro literario 13 Habitaciones Propias, organizado por el Instituto Sinaloense de Cultura, en Culiacán, donde participó como invitada junto a otras autoras jóvenes como la también argentina Selva Almada y la veracruzana Fernanda Melchor.

Tener un paso itinerante entre una nación y otra, poseer una idiosincrasia dual y aplicarlo es un reto por el que Ariana optó para fortalecer su pluma, encontrando así un estilo enriquecedor: “La primera gran influencia fue la del impacto lingüístico, usar todo el tiempo dos lenguas y vivir en un continente que está tan lleno de fronteras, donde pasas un país donde hay un idioma y otro. Este es un crisol que no tenemos en Latinoamérica, donde casi todo es español. Me aumentó la paleta de posibilidades para crear y también la  influencia que tiene Francia con la moral, el deseo, el sexo, la guerra”.

Tanto ambiente el urbano como el rural juegan distintos roles y ambos convergen: “En el campo y otros lugares difícilmente hablarías tu idioma y eso te obliga a ser otra, a tener otro disfraz, otra mascara. No puedes ser la misma que habías sido en tu país de origen por más de 30 años. Hay un momento en que empiezas a hablar distinto, a tener otros modales. Y ese otro que sos también influye en el narrador y la voz literaria que vas a emplear”.

Pero la dualidad geográfica no es el elemento que hace más característica a Ariana como mujer, sino el embarazo de su segundo hijo combinando el papel de gestación y escritura simultáneas: “En mi embarazo anterior yo no escribía, leía y ansiaba el arte, pero como espectadora”. Detallando sobre su maternidad. “Siempre pienso que un hijo me dio la posibilidad de pasar al acto, que tenía un arma y pude gatillar con él. Por eso espero, que lejos de cohibirme o reprimirme esto me impulse a ser más salvaje, violenta, subversiva. Y la doble gestación es muy inspiradora”. La maternidad es un tema crucial en su vida y sus palabras, en particular por su novela La débil mental (2014) donde aborda la intensa relación entre una madre y su hija en todas sus variantes, y que ha sido elogiada por medios como El País.

Por otra parte, sus orígenes religiosos se remiten al judaísmo que ha llevado consigo a Francia, pero Dios y la religión son elementos prescindibles en su vida a diferencia de la ubicación geográfica: “No fui criada como católica, soy judía, nunca festejé la Navidad. Conozco la cultura cristiana pero nunca la viví. Mi judaísmo se modificó en Europa porque es otro y hay mucho antisemitismo como en Argentina, pero no soy religiosa, no creo en Dios. Eso de un modo de manera insconciente está en mi literatura”.

Por otro lado, históricamente el papel de la mujer latina en la literatura ha sido menos liberal y más reprimido en el plano sexual, a diferencia de los hombres, aun cuando la rebeldía y la innovación se han manifestado por encima del melodrama tradicionalista. Y ella, como autora exploradora de pulsiones sexuales, no la considera tan liberada: “No es la mismo la mujer argentina o la peruana, ni de la capital que la del campo. Lo que veo es que falta mucho todavía, hay un cambio de poder, una lucha clara, una causa, pero las estructuras de acoso, las de represión, de mandatos sociales siguen estando, cada vez menos y  hay más mujeres libres y cosmopolitas. Manifiesta Ariana. “Sigue habiendo una especie de censura, y se supone que es más trasgresor cuando una mujer habla de sexo sin tapujos a diferencia de un hombre, pero eso no se ha terminado”.

Siguiendo la tradición de Virginia Woolf y su “habitación propia”, Harwicz también cuenta con la suya, simbólica, que define como ser libre ante todo: “Yo busco siempre la libertad, no importa si estoy casada, si soy mujer, hombre, si estoy en Francia o en Argentina. Yo siempre la busco desde chiquita y el haber decidido escribir es un paso a la libertad. No me condiciono a una editorial, a la plata, a un corrector, un editor. Trato de conquistar la mayor libertad posible; eso me parece el cuarto propio”.

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