nicola cruz siku

Nicola Cruz – Siku


ZZK Records, 2019
Ecuador
9.2

RESEÑA

“Me siento dispuesto a irme al Sur en busca del éxtasis ilimitado que se abre en vez de cerrarse como la droga. El éxtasis es ver las cosas desde un ángulo especial”. Esta frase se cuela hacia el final de Yonqui, la primera novela publicada en 1953 por el inmenso William Burroughs y en la que adelantaba sus intenciones. Aquel apunte se completa así: “Tal vez encuentre en la ayahuasca lo que he estado buscando en la heroína, la yerba y la coca. Tal vez encuentre el éxtasis”.

El autor de El almuerzo desnudo hizo ese mismo año un viaje a través Colombia y Perú, entre otros países, que 10 años más tarde quedaría registrado en el libro epistolar Las cartas de la ayahuasca, que editaría compartiendo crédito con Allen Ginsberg, el poeta de los ojos de fuego.

He sentido la necesidad de regresar a esa incursión alucinógena y telepática de Burroughs mientras ponía en loop Siku, el segundo disco de Nicola Cruz; esos ecos y resabios selváticos en la música del ecuatoriano me remontan a viajes intrépidos hechos no sólo para consumir Ayahuasca sino para encontrar el éxtasis por otras vías, es decir, escuchar y sentir la música –y las cosas- desde ese ángulo especial e inédito.

Desde su debut con Prender el alma (2016), Nicola demostró ser un poderoso generador de imágenes mentales y provocador de una experiencia sinestésica que acaricia y hace viajar sin moverse del lugar en el que uno está plantado. Ese primer disco lo encumbró en el panorama internacional de la música electrónica, ya en la versión grabada puede ser más cercano al downtempo, pero en el directo se hace mucho más robusto el sonido y sube el beat, como pudimos atestiguar en el Mutek México.

Cruz no se ha regodeado en el éxito y lo ya probado de su mixtura; en Siku queda un poco de aquello que fue descrito –medio en serio, medio en broma- como andes-step y se lanza a la búsqueda de nuevos registros que nos toman por sorpresa; una prueba de ello es “Criançada”, en la que aparece la voz del brasileño Castello Branco y que juega con la rítmica amazónica.

Pero la fuerza del folklore no se pierde, uno de los mejores temas del álbum es, sin duda, “Hacia adelante”, en la que el canto de Chato lo imbuye de fuerza popular y conduce al tema que tiene detrás el sonido del siku, un instrumento de viento que es muy utilizado en los rituales ancestrales y que se conforma con dos partes: arca e ira. A lo largo de la pieza ese suave tañido se desliza en compañía de una exuberante sección percusiva.

Al momento de anticipar la llegada del álbum, Nicola ha dicho que el siku representan la dualidad, un elemento simbólico que es clave para entender el pensamiento indígena y que es muy diferente de la concepción occidental de las cosas. El músico ha utilizado esa dualidad como un principio rector que le permite remontarse simultáneamente al pasado y al presente, a lo local y a lo global… a combinar todo ese arsenal electrónico con muchos elementos provenientes de músicos de carne y hueso.

Lo que queda absolutamente expuesto en “Siete”, uno de los sencillos de adelanto, y en el que colaboran a los que ha llamado “los tres Vicencios”: Mauricio, Pablo y Julio (miembros del grupo Altiplano) y quienes en este primer intercambio se encargaron del bansuri, percusión y citara, respectivamente, propiciando un acercamiento a la cultura musical de la India. Cruz se ha sentido atraído por ciertos aspectos que aluden a algo de misticismo y ciencia: “Fue muy interesante cruzar estas perspectivas de conceptos numerológicos traducidos a música, a escalas pentatónicas y a juegos armónicos que un instrumento como la citara permite… Siempre me ha gustado componer desde aspectos un tanto mágicos, en este caso el número de la sabiduría y la conciencia; mi día de nacimiento, el cual lo he visto repetirse a lo largo de mi vida y le he buscado una representación”.

Para aumentar la expectación ante un disco, que se edita este 25 de enero, han lanzado como segundo anticipo “Arka”, el tema que abre el álbum y en el que está presente Esteban Valdivia, investigador, músico y compositor argentino que es experto en instrumentos procedentes de los pueblos prehispánicos; para potenciar “Arka” a pleno se fueron a grabar a las cuevas del volcán Ilalo, ubicado en el distrito metropolitano de Quito; así la fuerza de la naturaleza impregnó todo el tema.  

Al concluir “Arka”, toca el turno a la pieza de mayor aliento global; la composición titular transcurre a baja velocidad y es muy sofisticada en cuanto a su sonido, en el que destaca una línea de sintetizador muy elegante que lo conduce. Precisamente esos contrastes bien marcados distinguen a Siku, una obra que le ha permitido coquetear con la samba, la cumbia, la india y los elementos andinos, más un acercamiento a formas africanas, ya que también está presente otro instrumento ancestral de aquellas tierras: el balafón (presente en “Esu Enia”).

Para fraguar los 11 temas que conforman el álbum recurrió a más de una veintena de músicos invitados; a los ya mencionados se suman Ivies Flies y Sebastian Schmiedl (integrante de EVAH y Mateo Kingman). Tanto talento diverso reunido redundó en piezas muy poderosas y fascinantes como “Señor de las piedras” y “Voz de las montañas”; para los mexicanos no nos deja de ser representativa “Obsidiana”.

Siku está destinado para convertirse en un nuevo suceso internacional –su calidad es superlativa- y a hacer todavía más grande la figura de Nicola. Aparece precisamente cuando ZZK Records está celebrando los 10 años de existencia a través de la atinada conducción del nómada norteamericano Grant Dull. Seguro que este disco afianzará aún más a un sello independiente que no deja de editar música visionaria (ya viene el colombiano Montoya).

¿Será que Siku conecta con aquellos afanes lisérgicos de Burroughs y Ginsberg, quien también pasó por aquellas tierras? Cruz, nacido en Francia, pero asentado en Ecuador, también sabe de todo tipo de viajes: “Interpretar bajo estados alterados de conciencia (o buscarlos mediante la ejecución) sirve para crear un vínculo evidente entre lo terrenal y trascendental, entregando el cuerpo como medio y servicio de la música”.  

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