banda bostik

Banda Bostik: El canto del ermitaño

Banda Bostik cumple 35 años de historia y lo celebrará con un concierto en el Teatro Metropolitan. El Guadaña es claro: “El que se lo pierda será por pendejo, porque quién sabe cuándo volveremos a hacer algo parecido”.

“Estaba viendo en la tele la historia de un músico gabacho que se rompió la pierna y le construyeron un trono para que saliera a cantar; pero, pues ¿cuál?, a mí no me pasaría eso nunca”. Guadaña ríe al otro lado del teléfono, habla del caso de Dave Grohl; “son gajes del oficio”, comenta luego de explicar que tiene “la pata chueca”, aunque en realidad se trata del tobillo. “Tantas desveladas, tanto ir venir por toda la República Mexicana y el gabacho y fíjate, me vine a lastimar cuando estamos por tocar en el Teatro Metropolitan”. El hombre, sin embargo, no se queja; acepta su realidad, comprende que nadie va a construirle un trono similar al que Grohl usó tras una fractura de peroné. Aunque, francamente, eso y más se merece.

Banda Bostik cumple 35 años de historia. Un grupo que emergió de “las alcantarillas y arrecifes” del Estado de México con el único fin de cantarle a los “ermitaños que se la pasan mirando pa´bajo”. Más de tres décadas esquivando a la muerte, “exponiendo la vida en la carretera con tal de hacer rocanrol” liderados por un sujeto que se educó escuchando a Dug Dugs y Three Souls in my Mind. De los primeros, él mismo refiere, conoció las posibilidades artísticas de la música;mientras que de los segundos aprendió cómo defenderse, usando el blues como arma. Su nombre es David Lerma, aunque todos lo conocen desde niño como Guadaña.

“Un día en la vecindad hicieron una fiesta”, recuerda el cantante; “estaban poniendo discos y yo todavía no sabía caminar, pero como pude me acerqué a la consola donde salía la música. Una señora me vio y dijo: miren, parece araña. Desde entonces me apodaron Araña, pero los niños no pronunciaban bien y me gritaban Guadaña”. Al mando de Banda Bostik, el autor de “Reclusorio Barrientos” alista su presentación en el Teatro Metropolitan el próximo 8 de marzo para así celebrar 35 años como portavoz de la pandilla recia. “El que se lo pierda será por pendejo, porque quién sabe cuándo volveremos a hacer algo parecido”, advierte el de los penachos en escena, el mero jefe de la tribu ñera.

Así que habrá que irnos preparando para verte con yeso en el escenario, el próximo 8 de marzo.

No, ya me quité el yeso. Me daba mucha comezón. Primero Dios en estos días me aliviano. Y si no es así, ¿importa? Cuando murió mi madre tuve que tocar al otro día, y cuando murió mi padre lo hice tres veces, ¡pero en el mismo día! Si no me detuvieron esas muertes, mucho menos va a pararme una pata chueca. Como sea voy a ir a tocar. Para eso me pagan, además, para salir a divertirlos.

Es curioso el caso. Sales a divertirnos con un temario que habla de miseria y abusos de toda clase, entre otros tópicos donde lo que impera es la desilusión.

Desde que era muy chico tuve la inquietud de escribir, y me preguntaba, bueno, pero ¿de qué hablo? Miré a mi alrededor y encontré todo lo que pasaba en mi barrio: pobreza, soledad. Historias de ermitaños que se la pasan mirando pa´bajo. Escribiendo es como he conseguido sacar mi frustración, mi rencor. Y sigue habiendo tanto de qué hablar, tanto qué decir.

«Desde que era muy chico tuve la inquietud de escribir, y me preguntaba, bueno, pero ¿de qué hablo? Miré a mi alrededor y encontré todo lo que pasaba en mi barrio: pobreza, soledad»

Tienes razón, sin embargo los exponentes del llamado “rock urbano” llevan rato conformándose con hacer versiones de baladas que hace años tuvieron éxito en la radio AM (Mocedades, Diego Verdaguer). Un fenómeno, por decir lo menos,  extraño.

Se dejó venir la ola grupera, ¿verdad? Para mí se trata de músicos que no le echan ganas, por eso prefieren rifarse canciones de Leo Dan y de fulano y zutano. Para mí, los compositores machines son los de antaño. La Tropa Loca, Los Solitarios, Rigo Tovar. Tanta gente que escribió grandes canciones. Es lamentable lo que está ocurriendo. A lo mejor son las disqueras les que les piden a los músicos que actúen así, que no toquen temas originales, porque talento sí hay.

Mencionas compositores que hicieron, entre otras cosas, baladas en los años setenta. ¿Quién lo diría? Al autor de “Exceso de droga”le gusta del romanticismo.

Cuando iba a la primaria oía a Sonia López, sones cubanos y rancheras; a Cornelio Reina y a María Luisa Landín. Lo que ponían mis padres. De ahí, y lo digo con orgullo, le agarré gusto a los tríos, la sonoras y los salseros. De todo. No me cierro. Pero lo que me llega hasta el hueso es el rock. Cuando mi hermano llegó a la casa con un disco de los Dug Dugs, olvídate, mis jefes decían que era música para drogadictos. Durante algún tiempo la Banda Bostik tuvo que presentarse en centros nocturnos tocando música para nada relacionada con el rock, pero lo hacíamos para sacar dinero y así seguir rocanroleando. Cuando cantas baladitas del Acapulco Tropical hasta puedes ensayar en la sala de la casa; pero si le das rock, cuál, a buscarle por otro lado. Ni en la azotea te dan chance. Si hubiéramos querido hacer dinero pudimos seguirle por ahí, haciendo quebraditas. Y otro gallo nos cantaría. Pero decidimos avanzar. Fíjate, a los que tocan eso les gritan “¡pinches chundos!”, pero son los que tienen más dinero.

https://www.youtube.com/watch?v=eU8MZxrN9GU

El álbum debut de Banda Bostik salió a la venta en 1987, justo antes de que explotara el Rock en tu Idioma, ¿cómo recuerdas aquellos días?

Se nos califica como exponentes del rock urbano, una etiqueta que desde los días que mencionas nos ha impedido tocar en ciertos lugares, por ejemplo, donde iban los chamaquitos malvavisco de canela dulce; personas distintas a la banda del barrio. Aunque nosotros tocamos para cualquier gente, entendemos que cada quien tiene su  público. Banda Bostik le canta a las grandes masas, al personal; los demás, a los menos, a los que tienen dinero. De la época que hablas recuerdo que cada quien tuvo su oportunidad. Algunos grupos aprovecharon, conocían gente que supo moverlos, sacarle jugo a su trabajo. Y qué bueno, me da gusto que les haya ido bien. Nosotros seguimos con los nuestro. No damos un paso atrás. Aquí nacimos y aquí nos vamos a morir.

Finalmente lo mismo has cantado en una cárcel que en el festival Vive Latino. Y de igual manera sabes lo que es firmar con un sello de la alcurnia de Denver que con otro patrocinado por una disquera trasnacional.

Sí, llegamos a estar en Discos Culebra, y nos trataron muy bien. De lo mejorcito nos daban. Hasta nos mandaron a terminar un disco a Los Angeles. Todo perfecto. Pero desde que llegaron los inventos chinos todo se acabó. Las disqueras tronaron con el mp3. Hoy día es el cariño de nuestro público lo que nos mantiene arriba, en los escenarios. Es por la gente que nos presentamos por todas partes. Por ejemplo, hace poco tocamos en un lugarcito que si no hubiéramos traído un buen chofer, de verdad, nos vamos al hoyo, y sí estaba profundo ese barranco. Ya nos volteamos dos veces. Incluso perdimos a un amigo, Jonathan Zúñiga. No te creas, los músicos a diario exponemos la vida en la carretera.

Ese ir y venir seguramente ha provocado que algunos te tachen de “vendido”.

Seguido me dicen que soy culero. “Ya te crees mucho, ya ni nos hablas”. En lugar de estar orgullosos de mí, por envidia o por coraje, no sé, no me quieren. Pero esto es así. Si uno sacrifica a la familia, imagínate a las amistades. Muchos amigos salieron adelante, con coraje, entre ellos yo. Lo malo es que he tenido que irme olvidando de mi barrio. Hay que salir de ahí si quieres progresar. Varios creen que los abandoné, pero eso es mentira. Como dices, después de tanto ir y venir ya ni en mi propia casa me conocen.

«El rock no es peligroso. En el rock somos una familia. De pronto se pelea uno que otro, pero no se pierden vidas. Tengo 35 años tocando y sé que a veces en los barrios hay riñas, pero es porque cada quien defiende su territorio»

¿Añoras el barrio que vio nacer a la Bostik?

¿Hace cuánto que no voy para mi CP? No sé. ¿Sabes lo que es una CP?

No, cuéntame.

Una Ciudad Perdida. El sitio adonde el gobierno manda a la gente que vive en los hoyos. El lugar donde los más pobres habitan. El cerro. A nosotros nos tocó vivir en la colonia Reforma Urbana. Fue ahí donde conocí el repudio que nos tienen las autoridades por el simple hecho de haber nacido en una zona marginada. Ahí entendí que pobreza es sinónimo de delincuencia. En ese tiempo, nuestro refugio estaba en las esquinas. Nos juntábamos afuera de una tienda y ahí llegaba la autoridad a corretearnos, a agredir nada más por fregar. Desde entonces he protestado contra la represión que viven los barrios marginados, nuestras queridas CP´s, donde se sufre únicamente por ser pobre.

Fue en buena medida gracias a esos barrios que durante años se creyó que el rock era peligroso.

Quisiera que expandas mi mensaje: no, el rock no es peligroso. En el rock somos una familia. De pronto se pelea uno que otro, pero no se pierden vidas. Tengo 35 años tocando y sé que a veces en los barrios hay riñas, pero es porque cada quien defiende su territorio. Nunca faltan los que quieren verse machines entre cuadra y cuadra (justamente a ellos les escribí “Dios salve a las bandas”). Pero cuando la tocada es en un lugar neutral no hay peleas, la banda nomás va echarse una chela o a meterse lo que quiera. En otro tipo de tocadas sí, para que veas, a la primera sacan el fogón.

Y tú, Guadaña, ¿qué te metes?

En los años ochenta estaba en su apogeo el cemento, los inhalantes. Pero a mí jamás me gustó el chemo. Tampoco fumo, nunca he fumado (mi padre me hizo odiar el tabaco). Con la Banda Bostik me aventé cinco años sin tomar, pero cuando perdí a mi jefecita me extravié en el alcohol. Me empinaba la botella y en la borrachera se me olvidaban las canciones. Ahora los niños acaban la primaria y celebran echándose una caguama, terminan la secundaria y ya quieren un toquecito, un jalón. Hay que estar al tiro con los chamacos. Por mi parte, no estoy a favor del consumo de drogas, pero cada quien puede hacer consigo lo que se le dé la gana. Yo me siento a gusto echándome un trago arriba del escenario, un traguito nomás -¿o cuánto le cabe a una botella?-. Y lo hago porque se trata de regalitos que me da la banda. Finalmente, ¿quién soy yo para despreciarla?