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Zapal, la verbena de todas las tribus

El Festival Zapal, en Saltillo, llegó a su cuarta edición con una variedad de propuestas no sólo musicales, sino de respeto y convivencia con las raíces y la cultura local.

A la montaña que se encuentra al oriente de la ciudad de Saltillo se le conoce como Zapalinamé, en honor al caudillo de la tribu regional de huachichiles que dieron batalla a los fundadores de la Villa de Santiago a finales del siglo XVI. Justo a las faldas de dicha montaña, el pasado fin de semana se llevó a cabo la cuarta edición del Festival Zapal, cuyo nombre fue tomado en conmemoración a esas raíces y a la cultura local.

Mis intenciones eran las de llegar temprano para no perderme un solo acto. Digo, lo humanamente posible ya que este año fueron tres los escenarios que se montaron para el fiestón. No me fue posible, pero Am Am y yo aparecemos justo cuando estaba a la mitad el set de DRIMS. La banda regiomontana ya lucía en el escenario principal. Dudes, se puede sonar noventero pero actual, y estos morros lo consiguen: pop para bailar y llorar al mismo tiempo.

Nos tomamos un tiempo para saludar a los amigos y recorrer el lugar. Para esta edición la Hacienda El Mimbre fue abierta en su totalidad, lo cual es maravilloso; un acierto sin duda, porque cada espacio fue utilizado de la mejor manera. Poca activación comercial grande, por así decirlo, y mucho comercio local. Cerca del escenario electrónico había hasta un espacio para reposar y recibir un masaje. Wey, no en todos lados los consienten así, total que a disfrutar. En eso estaba cuando los acordes de «Camino a ninguna parte» invadieron los oídos de todo el mundo. Fue impresionante ver cómo la gente corría hacía el escenario para ponerse a bailar al ritmo de Los Estrambóticos, quienes a pesar de haber visitado la ciudad infinidad de veces, puede notarse el cariño entre público y músicos. La vibra increíble que se percibió durante su acto comprueba todo esto. Para este momento ya traía cerveza en mano. Al terminar, los capitalinos ofrecieron una rueda de prensa donde no sólo hablaron de la emoción que les daba regresar a Saltillo, hasta tiempo se dieron para recomendar música y tomarse fotografías con quienes se las solicitaron.

Mientras el público -cada vez más numeroso- se acomodaba para recibir a Siddhartha aproveché para dar oto rol por la hacienda. Estuve a nada de animarme a entrar a un temazcal, pero no era el momento, pensé. Zapal ofrece para sus asistentes rituales autóctonos, danzas de pueblos originarios de la región que son invitados a manera de homenaje y bendición. Dudes, es un parque de diversiones completamente familiar, vi montones de niños acompañados de sus padres disfrutando no sólo de la música. Cada experiencia que brinda el festival puede ser compartida y eso es formidable.

¿Para qué les miento? El show del de Guadalajara lo vi en partes, pero nada más de escuchar a la multitud coreando se enchina la piel. Hubo muchas críticas para el line up de este año, incluida la mía, pero cada instante que pasaba me maravillaba más de la música, del ambiente. Lo mejor estaba por venir.

Como si hubiese sido un plan, las 4:20 nos dieron con Alemán sobre el escenario luego de interpretar uno de los temas mejor realizados que podemos escucharle: «Del 98». El rapero de la Baja se convierte en un personaje histriónico que, aprovechando la casualidad, encendió un porro a la hora indicada, y no dudó en compartirlo con quienes coreaban sus canciones en las primeras filas. Todos terminamos con las manos en el aire. el vaivén marcado por los bombos y las tarolas que soltaba Tocadiscos Tres no permitió que alguien se quedara sin mover el cuello, mínimo. Alemán es un artista lleno de furia y de amor por lo que hace, aunque también es un rockstar que, como los cantantes de corridos, reparte tragos de whisky y va de un lado a otro exigiendo que vayamos tras él. Tuvieron que quitarle el sonido para que el rapero bajara del escenario coreado, aclamado y seguramente con un gran recuerdo de su primera visita con su show en Saltillo.

Mientras eso sucedía, casi a mitad de la explanada la gente se amontonaba para presenciar un espectáculo de Lucha Libre que este año el festival adoptó como una de sus novedades. Si algo tienen los duelos sobre el encordado es que sacan lo mejor y lo peor de todo el mundo, lo cual resulta muy divertido. Todos nos volvemos cómplices en una historia en la que no importa quién gane, las mentadas de madre son el premio y a su vez, el castigo. Más tarde en ese mismo ring se presentaría el mismísimo Blue Demon Jr… me lo perdí.

Mientras Enjambre se preparaba para hacer de las suyas quise darme una vuelta por el segundo escenario donde Mau y Ricky estaban anunciados. Dudes, no tenía idea de quién se trataba o de qué iba, el asunto es que no cabía nadie más a los alrededores de donde los venezolanos tenían bailando a miles. No quise acercarme más pero comprobé nuevamente que la música no tiene banderas: música: 1 – prejuicios y amargura de su servidor: 0.

Enjambre, por su parte, no tiene desperdicio; hay mucho oficio en cada uno de sus integrantes y la selección musical hace que uno piense que apenas han pasado unos minutos para cuando se encuentra pidiendo la otra. Yo seguía con la cerveza en mano, cantando, formando parte de la tribu, de alguna, porque Zapal conmemora muchas. Los territorios se dejan afuera, el público en su mayoría regiomontano y local se mezclaba con visitantes de cualquier parte del país que se puedan imaginar. Había gente de otros países, pueblos, etnias, clanes, hordas, razas, tribus; todos juntos a los pies de la sierra como uno mismo.

Estaba cansado, así que me fui a la sala de prensa. Pillos, se sacaron un 10 con la comida e hidratación. Los TKM. Total, llegó la hora de que Moderatto se hiciera presente por un lado y Pepe Madero por otro. Tuve la oportunidad de escuchar a este último y me sorprendió mucho el respeto y la claridad con la que se maneja. El regio pertenece a una generación post avanzada que también logró colocarse de manera global en el negocio de la música y sigue creando. A veces no entiendo el hate de mucha gente hacia músicos como Madero.

A través de una pantalla, pero con el audio original, me reventé la primera parte del show de Moderatto, otros a quienes les había negado mi aprobación cuando se anunció, otros que también me mandaron a la lona con tremenda ejecución. Música 2 – Prejuicio y amargura: 0. Me animé y corrí con Am Am a terminar de ver el set de cerca. Todos, y no miento cuando digo que todos ahí estaban en el éxtasis total. Jay de la Cueva, aparte de ser un músico completísimo, en su papel de Bryan Amadeus es un frontman capaz de conseguir lo que se proponga del público. El suelo vibraba al tono de «Ya lo veía venir». Se despidieron un par de veces y regresaron ante la exigencia de la gente. Ahora sí Zapal estaba al punto.

Para cuando bajaron las luces por completo para recibir a Café Tacuba, nosotros ya estábamos más que instalados lo más cerca que pudimos del escenario. Cuando el festival anunció la cancelación de Caifanes y la incorporación de los de Ciudad Satélite, hubo muchas críticas, pero siempre lo consideré un acierto enorme a pesar de que los tacubos no hace mucho habían visitado la ciudad. Aún con algunas dudas, sobre todo con el olor a pedo que parecía seguirme y que luego me di cuenta que era provocado por una especie de alfombra que pusieron sobre la tierra, arrancaron y ya no pude más que dejarme llevar, dejarme caer, bailar, corear, maldecir, gritar, aplaudir y casi llorar cuando Albarrán tomaba el micrófono para recordarnos que nada más somos habitantes temporales del planeta. Sobre todo cuando mencionó a todos los representantes de las tribus de la región que se dieron cita para esta edición de Zapal. Pero el momento cumbre fue cuando sonó «Eres» en voz de Meme, y no dejé de pensar en mi hija. Luego lo hablaba con Am Am y coincidimos en que al crecer uno va poniéndole otras historias, algunas más nobles, a las canciones. Café Tacuba se robó la noche con un set corto pero cargado de amor, de vibras, de color y conciencia.

Apenas me repuse y nos encaminamos para ver desde otro ángulo uno de los shows más esperados, sobre todo para los de mi generación, la que por ahí del 97 descubrió que en el norte también se hacían cosas de calidad. En el escenario se encontraba ya un ensamble formado por integrantes de la Sinfónica de Saltillo y la del Tec de Monterrey. Llegó la hora de la Avanzada Sinfónica.

El primero en encender motores fue Pato Machete con «Sí señor» e «Ileso», seguido de Chetes con «Luna» y ahí fue donde entré en un bajón. No sé si el show no es propiamente para festivales como este o realmente es más disfrutable en un teatro. No sé tampoco si era la hora o que la elección de los temas de Zurdok no habían sido las correctas, pero yo quién soy para juzgar eso. Enseguida Jonaz tomó el micro incluso con un reclamo hacía lo “apagado” del público. «Afroman» y «Mr. P-Mosh» intentaron recuperar a la gente. Después apareció Jumbo para reventar todo. «Siento que» es probablemente una de las tres canciones más representativas de aquella época. Me despedí, yo ya no estaba consciente y dispuesto a seguir tomando notas mentales, era mi momento de solo escuchar y corear. Kinky es a quien mi parecer le acomoda más la sinfónica en cuestión de arreglos y armonía. El público respondió aún incrédulo de que sólo fueran dos temas por artista. Todos querían más, exigimos más. El Gran Silencio, quien ha estado en tres de las cuatro ediciones de Zapal, fue la cereza del pastel. Cada que pisan esta ciudad reciben como respuesta baile y nada más. Hay bandas que han crecido de la mano, acompañando al festival y esta es una de ellas. El Gran Silencio está y estará siempre presente, familia.

Cuando se destapó el cartel de este año las críticas directas fueron contra La Leyenda. Para muchos puristas resultó incómodo la presencia de la música norteña en un festival del norte del país. Se rasgaron las vestiduras tanto que las volvieron a pegar para volverlas a romper cuando los horarios salieron a la luz y los comandados por Eliseo Robles Jr. figuraban como los encargados de cerrar la noche.

Previo al cierre se les notaba nerviosos pero emocionados. Querían compartir un buen momento. Manolo, acordeonista de la agrupación, me preguntó unos minutos antes de salir al escenario que si aún había gente. “Wey, está hasta el culo todavía”, mentí, porque no lo sabía. Tenía en el backstage ya buen rato. Pero la sorpresa real fue que sí, el lugar seguía abarrotado. Quizás unas mil personas se habían ido de las casi 20,000 que entraron este año. En cuanto los primeros acordes del acordeón y bajo sexto sonaron todo se transformó en la ceremonia final, todas las danzas del día fueron preparando el ambiente para que La Leyenda se sintiera parte de este hogar llamado Zapal. Esa noche todos fuimos parte del agua que baja de la sierra y en su cauce llena de energía a quienes habitan -por ahora- su paso. La música no conoce fronteras. La fiesta de todas las tribus se consumó. Nos encontramos dentro de un año, eso es seguro.

Cuenta la leyenda, la de Zapalinamé, que cuando murió el caudillo lo tendieron con la cara al sol en la cima de una de la montaña en la que se habían refugiado. Y entonces sucedió un fenómeno particular fantástico: viendo los elementos la gallardía y el orgullo que mostró ante la vida aquel indio, en su honor agigantaron su figura tomando sus formas la montaña cubriéndolo de rocas, de tal manera que aún se aprecian su penacho, su cabeza, su pecho, su brazo derecho, sus pies, quedando así acompañándonos por los siglos de los siglos, hasta la consumación de los tiempos. La próxima que anden por Saltillo búsquenlo al oriente.