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Daniel Drexler: «Entré a la música a través de una guitarra mexicana»

El cantautor uruguayo edita su séptimo material, Uno, con doce temas inéditos, producido por el brasileño Alexandre Kassin. Conversamos con él con motivo de su visita a la ciudad de México.

Creció entre médicos y escuchando a The Beatles, y si bien el intelecto y la razón perduraron en su vida Daniel Drexler siempre se hizo acompañar por una guitarra, viajando con su música entre la poesía, la ciencia y la literatura.

El cantautor uruguayo edita su séptimo álbum con doce temas inéditos, producido por el brasileño Alexandre Kassin y grabado en Buenos Aires, Montevideo y Brasil. Bajo la premisa de querer lograr un sonido distinto a sus trabajos anteriores, Uno es un disco donde prolifera la sensibilidad y explora su lado poético. Un disco que está presente la música de raíz afro del Río de la Plata.

Conversamos con él con motivo de su visita a la ciudad de México para presentar este nuevo álbum.

¿Cómo ha sido tu andar por la música estos 20 años? 

Ha sido un proceso largo. En una primera etapa muy inconsciente, desde pensar que era un hobby y después enterarme de que no, que la música ocupaba un rol cada vez más importante en mi vida. Ahí vino una etapa de sufrimiento muy larga en la que me sentí entre dos mundos, un mundo previsible bastante estático que era el mundo de la medicina, de la ciencia, y en paralelo un mundo lúdico, hedonista, que era el mundo de la música. Estuve mucho tiempo pensando que no habría compatibilidad entre esos dos mundos, que en algún momento tenía que decidir. La sorpresa fue hace unos diez o quince años, que surgió lo más lindo de ambos mundos, la forma científica, la manera de pensar, de imaginar el sonido inclusive, y para la medicina usarla como un medio de sanación. Este disco, Uno, es una celebración de haber unificado esos dos mundos.

Nunca has parado de hacer ciencia, hasta en tus letras.  ¿Cómo oscilas entre las letras, la medicina y las ideas creativas?

Al principio con mucha dificultad, pensando de que claramente no había forma. Después me enteré que se necesita más disciplina de lo que la gente cree para ser músico. Mucho método científico para llevar un proceso de composición. Es más de ensayo y error, de intuición y corazón. Hay dos áreas básicas: la creatividad y el amor. 

Este, tú séptimo disco, Uno, ¿Es una impronta necesidad de lo que Daniel Drexler, necesita decirle al mundo?

No, creo que al igual que el resto de mis discos es una necesidad personal. Yo descubrí que la música era una fuente de sanación, que escribir canciones era mi conexión con el presente y que las cosas mejoraban cuando tenía la guitarra. Y desde ese momento supe que tenía que satisfacer una necesidad personal; después si ese mensaje que das a la gente le sirve es maravilloso. 

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Foto: David Zuriaga

¿Cuál es el vínculo entre Uno y los discos anteriores? 

Hay una línea evolutiva, siento que cada disco agrega una capa, un color diferente desde el punto de vista temático; sin lugar a dudas hay un diálogo. Trato de que haya una continuidad, pero también novedad, al igual que captar el humor de esa ciudad donde fue grabado el disco. 

En este último disco, ¿albergas recuerdos o es un pasaje por diversas latitudes que has pisado estos años? 

Sí, quizá sea el disco menos melancólico de todos.Es un disco que está muy parado en el presente y en la celebración poética de la vida.

¿Cómo ves la distancia en estas dos décadas que te separan de hoy? 

La veo con mucha alegría, cuando miro atrás me parece absolutamente fortuito. Que esté viajando a los 50 años con la misma vitalidad e ilusión que lo hacía a los 20. Tengo una sensación de «¡Wow, qué cantidad de carambolas han pasado!» Ojalá pueda seguir siendo dueño de mi tiempo.

¿Qué relación guardas con México? 

Una relación muy rara. Tuve mi primer encuentro con México a los nueve meses, viviendo dos meses en Pátzcuaro. Mis abuelos eran educadores rurales y estaban haciendo un proyecto con la Unesco. Mis padres se fueron de viaje a Europa, y nos dejaron a mi, junto con mis dos hermanos, mi hermano Jorge y mi hermana Paula, con ellos. En ese lugar mi padre compró la primera guitarra con la que tuve contacto en mi vida. Cuando mi padre se dio cuenta que Jorge, mi hermano, comenzó a mover los dedos, le dijo: Toma esta guitarra. Todos aprendimos a tocar una guitarra de Paracho y ese ciclo se cerró de una forma linda. Es un vínculo fundacional en mi vida, porque yo entré a la música a través de una guitarra mexicana, ¿no?. Luego vino otra etapa muy fuerte con la dictadura en Uruguay, cuando varios amigos se exiliaron acá. El exilio uruguayo en México fue muy prolífico. Tengo la sensación de que México, por su dimensión y riqueza cultural, tuvo un rol preponderante en el universo iberoamericano, digamos, desde la época de Agustín Lara, con grandes compositores de canciones. Venir a México es importante en múltiples sentidos. Primero que nada me encanta, ya tengo una barra de amigos y siento que voy conociendo la ciudad. Es una aventura venir, es nutrirme donde confluyen personas de diversos lugares. 

Si me permites adentrarme un poco más, cuéntame cuando tu padre puso una cinta de los Beatles

Sí, fue una vez que estábamos en el cine mirando películas en una matiné, domingo por la tarde. De pronto pusieron ¡Help! y fue raro. Muchos niños comenzaron a saltar arriba de las butacas. Es algo que no me explico, nadie hablaba inglés, sin embargo lo que ahí pasaba nos pegaba a todos, y recuerdo salir cantando canciones y llegar a casa. Mi viejo tenía una cinta de carrete abierto con los tres primeros discos. Creo que ese fue el primer momento en que la música me sacudió el esqueleto, pero duré mucho tiempo en darme cuenta que ese impacto emocional no es gratuito y no pasa desapercibido el resto de la vida. Una vez que tienes un impacto tan fuerte con algo quedas ligado con eso de por vida. 

¿Qué otra cosa te inspira? En las letras viene a mi mente  Benedetti, ¿está presente en tu cabeza?

Sí, Mario está presente, es uno de los grandes poetas, está presente Marosa di Giorgio, Ida Vitale, Mario Levero, Onetti. Cuando empiezo a pensar en las letras de mi país me pasa lo mismo que con el mundo de la canción y con las artes. 

En estos años has recorrido gran parte de Iberoamérica. ¿Cómo se siente ese largo sendero?

Con alegría. Es descubrir que Iberoamérica tiene una identidad cultural, pero que también es un mosaico, que hay diferentes colores en cada lugar, su diversidad. Al mismo tiempo me da tristeza ver cómo seguimos teniendo fenómenos de violencia. El continente está pasando un momento muy duro. En Chile y Venezuela sus sistemas parecen fallar, y a uno le da la sensación que algo falla en el continente, que hay algo que no se resolvió, que dejó una herida abierta desde la conquista, no sé, en Bolivia, Chile, Argentina, Ecuador, Nicaragua, Cuba. Han pasado 500 años ya, y todavía está presente. En México es claro. Estamos en un cambio, estamos frente a una desesperanza. 

¿Qué te gustaría que pasara con este disco Uno

Este disco me está llevando a viajar, me encuentro con gente que tiene un significado para ellos, está tejiendo relaciones humanas. Disfrutar la vida es lo más maravilloso que un disco me puede dar; ya tengo 50 años, ya no tengo ilusiones que tenía a los 20, ¿no?, de tocar en un estadio. Mi ilusión viene por otro lado, viene del contacto humano, de esa sensación que te llena. Ayudarme a sentieme mejor. La música a mi parecer tiene que hacer empatía, incluso más que otras artes. 

Tu último disco Mar Abierto, obtuvo un premio Gardel. Ya han pasado varios años de eso, ¿Te gustaría que sucediera algo así con Uno

Me encantaría que pase, creo que ya no pasó. Creo que hay discos que tienen dones de ser más premiados que otros, a veces porque son mejores, o incluso por cuestión de circunstancias. Pienso que Mar Abierto, fue un disco muy premiado porque encontró un hueco en Argentina, Uruguay y Brasil, y se dieron las diferentes variables para que sea premiado. Es lindo ganarlos, pero ojo con el creador que cree que debe obtenerlos, ¡eso es un error gravísimo! Otras veces no ganan nunca. En las letras pasa lo mismo, como Onetti que nunca obtuvo el Premio Nobel. Está bueno que existan porque funciona como una celebración, te permiten hacerlo visible. Yo lo sentí con Mar Abierto

En unos días presentas tu disco en uno de los mejores recintos de la Ciudad de México, el Foro del Tejedor

Me encanta el Foro del Tejedor, toqué hace tres años. ¡Se escucha precioso! El volver a ese lugar es como un templo. Es como casa de muñecas (risas), es el lugar justo donde quiero hacer este recital ahora, sólo con mi guitarra y efectos. Es un lugar predilecto para crear empatía, donde habrá invitados especiales como El David Aguilar. 


Daniel Drexler se presentará el jueves 21 de noviembre en el Foro del Tejedor en la ciudad de México.