COLUMNAS   

Musique de merde


El cliente

Un artista en el escenario es un blanco fácil. No he conocido ningún músico que no tenga una historia de haber sido agredido o violentado estando en el escenario. Ahí la gente comienza a hacerte una serie de exigencias que poco tienen que ver con el proceso de un concierto.

OPINIÓN

Un artista en el escenario es un blanco fácil. No he conocido ningún músico que no tenga una historia de haber sido agredido o violentado en el escenario. Ahí la gente comienza a hacerte una serie de exigencias que poco tienen que ver con el proceso de un concierto.

Por: Homero Ontiveros

Hace unos días circuló un video en la red donde Pau Dones, vocalista de la banda española Jarabe de Palo, detenía una canción para llamarle la atención a una chica quien buscaba tomarse una selfie con él mientras cantaba. Pau se acercó a ella, después de pedir al pianista detener la música, y le pidió respeto además de señalarle que ellos ya se habían tomado muchas fotos y se encontraban en un concierto, no en otro evento.

Poniendo un poco de contexto, Dones está peleando por segunda ocasión contra un cáncer que regresó más agresivo, sin embargo no ha dejado de hacer conciertos y ha tomado la actitud de hacerle frente a la situación mediante la música. En el momento del video, cuando la mujer se acercó, él cantaba una canción reciente llamada “Humo», de esencia íntima y confesional, donde habla de lo que piensa ahora y siente al decir: “A nada le tengo miedo, a nada le tengo fe”.

Las respuestas en la red no se hicieron esperar, la mayoría de las personas lo criticaron asumiendo que él se debe a su público y mencionando su obligación de acceder a todo lo que se le pida por el hecho de ser figura pública.

Un artista en el escenario es un blanco fácil. No he conocido ningún músico que no tenga una historia de haber sido agredido o violentado estando en el escenario. Ahí la gente comienza a hacerte una serie de exigencias que poco tienen que ver con el proceso de un concierto. Y cuidado si a quien quieren ver es al siguiente artista, entonces el tiempo de tu show se convierte cuando menos en incómodo, cuando más en un infierno porque ahí arriba estás desnudo, expuesto al aplauso o reclamo de los asistentes.

Esta reacción del público viene de la idea de asumirse como cliente y bajo esa postura poseer el derecho de exigirle al artista con la máxima de “el cliente manda”. Pero, ¿debe el público asumirse como cliente?

Podría decirse que si se tratara solamente de un intercambio mercantil, en el momento de pagar un boleto debes recibir un servicio a cambio, el cual podríamos pensar que en este caso es la música en vivo. Además, depende de la perspectiva con que se mire: se puede estar pagando a un músico por la música que nos ofrece -cuando se les paga por fotos son campañas publicitarias- o puede que él cobre los conciertos y demás para poder dedicarle tiempo a seguir haciendo música. Ahora sí que como dice la canción: “Depende”.

Durante el pasado concierto de Café Tacvba en Monterrey una chica sobre el escenario quiso hacer lo mismo con Rubén, vocalista de la banda, pero éste se soltó del abrazo y comenzó a girar a lo ancho del escenario para escabullirse. A Charly Montana lo bajaron del escenario porque dos tipos alcoholizados querían una foto con él mientras tocaba y él los bajó, hecho que al público no le gustó. En una ocasión a mi me pidieron, mientras tocaba, que le tomara una foto a una persona con el vocalista a mitad de canción.

En sí el problema no es la foto, sino la forma y el trasfondo. Muchas veces el artista quiere que escuches lo que está tratando de expresar y al pedir una foto de esa manera tan abrupta pareciera significar “no me importa lo que estás diciendo”. El asistente tiene todo el derecho de no importarle, tanto como el artista de no darle la foto mientras hace el trabajo por el que se le pagó.

Si bien el público es sumamente importante, todo comienza con la música, es decir, cuando un artista nos llama la atención es por su música no por si nos cae bien o nos es físicamente atractivo; después de la música vienen los lazos que cada uno genera con el artista y su obra.

En ese intercambio algo hemos perdido, porque la relación público-artista no tendría que ser de jefe y empleado, ya que en lugar de asumirse como cliente lo ideal es que fueran cómplices.

Sí, probablemente haya quien esté en desacuerdo con estas líneas, pero es importante iniciar el diálogo para terminar de comprender que el artista y su público son complementarios, que el respeto debe ser mutuo porque ambos necesitan del otro para que exista uno de los elementos vitales para la sociedad: la música.