miedo a la música
COLUMNAS   

Musique de merde


El miedo a la música

A la música la hemos llenado de prejuicios, pero debería estar libre de ellos porque su función natural es la de unir, no de separar.

OPINIÓN

En la película mexicana Ya no estoy aquí, la música se convierte en un factor fundamental para el desarrollo de la trama. Se trata de cumbia colombiana y vallenato. Esta música fue apropiada por un sector de la sociedad regiomontana para crear una cultura diferente y con códigos propios. A esta cultura se le llamo kolombias, un fenómeno social y cultural que se ha dado solamente en la zona metropolitana de Monterrey. En una de las escenas, hay un grupo de jóvenes kolombias conversando entre ellos. Una de las chicas le reclama a otro de sus compañeros, en tono de broma, que él, antes de juntarse con ellos, escuchaba puras “norteñas”, refiriéndose a la música de estilo norteño. El joven reacciona defendiéndose y negando eso como si se tratara de algo vergonzoso; lo rechaza tajantemente con un aire de indignación mientras los demás se ríen de él. Digamos que en esta escena hubo una especie de bulliyng musical.

Cuando hablamos de miedo hacia la música, siempre señalamos la forma en que se nos ha inculcado miedo para con el pop. Decimos que no todo el pop es igual de plástico, y que se trata solamente de prejuicios hacia una música que puede ser muy rica en sus distintas formas. Pero, el miedo no está solo en el pop.  ¿Qué hay de los prejuicios hacia los demás géneros musicales? Así como el personaje de la película antes mencionada se indigna porque le acusan de su gusto hacia la música norteña, muchas personas se indignan hacia otros tipos de música. Por ejemplo: el reggaetón, un término que para muchos se ha convertido en algo ofensivo.

El escritor inglés Nick Hornby, en su libro 31 canciones, hace una defensa del pop a partir de su gusto por una canción de Nelly Furtado -probablemente sea una autodefensa- y critica a quienes creen que el pop está debajo, por ejemplo, del rock. Sin embargo, en ese mismo libro, cuando escribe sobre “Caravan”, de Van Morrison, dice: “La única cosa que me preocupa en esto de que pongan “Caravan” en mi funeral es la sección de cuerda. ¿Pensará la gente que estoy haciendo una concesión a la música clásica cuando la oigan? ¿Se dirán para sus adentros “Qué pena que perdiera el valor de sus convicciones justo al final, igual que todos los demás”? No quisiera que pasara esto”. En la confesión de Hornby hay temor a que los demás piensen que le gusta la música clásica. Una ofensa similar a la que sintió el personaje de la película Ya no estoy aquí.

Esto ocurre en muchas direcciones: A muchas personas que les gusta la música norteña y grupera no les parece que alguien les pueda decir rockeros. Si a un rockero le dices que le gustan las cumbias, se ofenderá. Si a alguien que gusta de la música de compositor, entiéndase clásica, y le dicen que escucha reggaeton, lo rechazará y se ofenderá. Si a un jazzista le dicen que le gusta el trap, seguramente se sentirá atacado. Y así sucesivamente con todos, absolutamente todos los géneros musicales.

Sí, también en la música hay discriminación, y esta nace del miedo que nos produce no entender a los demás.

El miedo a la música viene porque la hemos llenado de prejuicios. Lo complejo de todo esto es que, sin darnos cuenta, incurrimos en algo que bien podríamos llamar discriminación musical, es decir, aquella que se ejerce por el tipo de música que escuchamos. Durante muchos años, en Colombia la música salsa estuvo estigmatizada y llena de prejuicios; se decía que era la música de los maleantes, de los narcos. Así se fueron creando prejuicios sobre quienes la escuchaban, al grado de que, en muchas emisoras de radio colombianas tocaban este tipo de música porque no era bien vista, como si la música se tuviera que ver. Sí, también en la música hay discriminación, y esta nace del miedo que nos produce no entender a los demás. Y no solo la hay, sino que además la utilizamos para eso: para discriminar a los otros.

En un tono romántico y esperanzador, la música debería estar libre de prejuicios porque su función natural es la de unir, no la de separar. El simple hecho de que sean necesario más de una persona para que exista -el que la hace y quien la escucha- lo confirma. Y, si ha quedado demostrado que la música hermana, y estamos en tiempos de cambios, bien podríamos comenzar por dejar de llenarla de prejuicios. Diría Celso Piña: “Música es música”. Así, sin miedo.