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El Talibán del Rock: Conversación con Antonio Ortuño

Ortuño es uno de los escritores mexicanos de la generación de los setenta más activos hoy en día, y una de sus pasiones es el rock. Estará un año en Berlín haciendo una residencia en la que trabajará una novela que tiene que ver con metaleros mexicanos.

Ortuño es uno de los escritores mexicanos de la generación de los setenta más activos hoy en día, y una de sus pasiones es el rock. Estará un año en Berlín haciendo una residencia en la que trabajará una novela que tiene que ver con metaleros mexicanos.

Por: Homero Ontiveros

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Foto: Paula Islas / FIL Guadalajara

Antonio me recibe en su casa un viernes por la mañana a mitad de una semi-mudanza temporal. Me platica que estará un año en Berlín haciendo una residencia en la que trabajará una novela que, hasta ahora, tiene que ver con metaleros mexicanos; una historia donde, por primera vez, utiliza la música como elemento fundamental de la trama y los personajes son músicos.

Es fácil darse cuenta del lugar que ocupa el rock en su vida: esta mañana va enfundado con una playera de Megadeth y gorra de los Ramones. Apenas entro a su sala, donde hay una puerta de cristal que deja entrar libremente una luz acogedora, y en el librero sobresale un libro de The Clash.

Ortuño es uno de los escritores más activos de la generación de los setenta; publica con regularidad, es mencionado en las listas de los mejores libros del año, tiene la aceptación de la crítica y del público lector además de ser traducido a diversos idiomas. Es un escritor prolijo.

Hace algunos años que mantenemos conversaciones virtuales y algunas entrevistas. Sé que una de sus pasiones es la música, específicamente el rock y de eso me interesa que platiquemos, así que no hay preámbulo, en esa ocasión la literatura no era el tema principal.

¿Qué tanto ha influido la música en tu obra?

Muchísimo. He escuchado tanta música como he leído o probablemente más. Junto con la influencia del cine y de miles de horas de lecturas, creo que el rock ha sido lo que ha determinado la postura estética de mis libros. Es algo que siempre está presente. En el ámbito de los escritores que toman como referencia al rock es muy común que se hable de bandas y se haga referencias concretas de letras. Incluso gente de una generación anterior a la mía aterrizaba cosas de Dylan, The Who o incluso en terrenos más pop, de los santones esos de U2. Esto es algo que no pasa con otros géneros ahora (y que sí pasaba con el bolero, hace mil años). Yo, por ejemplo, no conozco todavía un escritor reguetonero que construya perfiles de personajes o historias con las letras de esta música.

[perfectpullquote align=»right» bordertop=»false» cite=»» link=»» color=»» class=»» size=»»]A mi me fascina el rock y muchas veces me parecen personajes más interesantes los rockeros que los escritores. Lo interesante de los escritores siempre está dentro de los libros. [/perfectpullquote] No toleras el reguetón, ¿verdad?

Los rockeros tenemos fama de intolerantes, que a veces es cierta, pero también es cierto que el rock es un género que ha estado bajo fuego desde que existe y eso contribuye a que uno sea combativo al respecto. Si tú enciendes la radio te va a costar mucho encontrar rock, no así música regional o reguetón. En lo últimos Grammy ni siquiera entregaron los premios de rock al aire. Y no te digo lo que encuentras en la prensa o la tele nacionales: nada. Yo reconozco que soy un talibán del rock, si alguien pone música grupera o urbana en mi casa, lo corro. Y si voy a una fiesta o reunión y solo hay música de esa, mejor me voy. Suficiente espacio tienen ya como para regalarles mis oídos.

¿Consideras que tu literatura puede ser literatura rock?

Sí y no. El rock ha sido una parte fundamental de mis influencias culturales a lo largo del tiempo, como te digo. Que además para mi no es música de acompañamiento, no es como para escuchar mientras trapeas. Yo me siento a escuchar música, a entender las letras, porque estas para mí son tan importantes cómo la música. Pero a la vez la literatura tiene un código distinto y te puede influenciar lo mismo el box que la moda, el glamour o la vida social. A lo largo del tiempo podemos encontrar escritores que han sido influenciados por todo tipo de mundillos raros. Pienso en Melville, por ejemplo, tuvo que leer toda la literatura existente en el mundo en su época sobre la caza de ballenas para escribir algo maravilloso como Moby Dick, y no solo eso, sino que vivió en un puerto y entrevistó a pescadores y balleneros para entender el mundo del que quería escribir. Un escritor transforma todo ese caos de las influencias que pueden venir de cualquier sitio en algo que le pueda interesar a cualquiera. A mi me interesa el rock y ha sido fundamental para lo que escribo, pero muchos de mis lectores no son rockeros ni por asomo.

Cuando se publicó tu novela Méjico, me comentaste que, si tuviera sonido sonaría a The Clash, específicamente a Spanish Bombs. De alguna forma, me parece que tu libro de relatos, La vaga ambición, tiene un ritmo que me remite mucho a las atmósferas creadas por la música de Nick Cave. Es decir, sin que sea explícito, la música está presente en tus libros.

Me interesan las etapas por las que transita un artista, algo que no es fácil de definiren la literatura. Quizá en los músicos es más claro ese proceso de evolución. Los Ramones, por ejemplo, son un grupo muy sencillo, pero probablemente el más influyente en el rock guitarrero moderno. Si escuchas a los grupos a partir de 1980, prácticamente ninguno sigue la línea de The Beatles ni de los Stones ni de ninguno de los dinosaurios del rock, pero sí la de Ramones. Incluso en la forma cómo se producen los discos y se arman las canciones.

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La vaga ambición es un libro donde, a lo largo de varios relatos, Ortuño describe la parte más terrenal y humanizada del escritor, aquella que se aleja de la imagen bohemia y lo acerca más a una trinchera de guerra. Es imposible no hablar del escritor, pero Antonio hoy busca la manera de llevar la dirección hacia la música, los músicos y la gran diferencia con el escritor y sus acercamientos al mundo que los rodea.

«A mi me fascina el rock y muchas veces me parecen personajes más interesantes los rockeros que los escritores. Lo interesante de los escritores siempre está dentro de los libros. El escritor está mejor un poco aparte del mundo, pero el rockero no, él tiene que vivir dentro y caminar allí. El escritor por lo general fracasa cuando se mete demasiado al mundo, cuando tienen programa de tele y se convierte en una especie de maestro de ceremonias y encabeza marchas y demás. Puede que así sea un buen ciudadano, pero me parece un mal escritor. Mientras que la música es social por naturaleza y los músicos sirven perfectamente como personajes públicos. La diferencia fundamental es que tú escribes y lees solo y, la composición, al menos en el rock, suele ser colectiva. Además, se hace para disfrutarse colectivamente, es decir, la música nos une colectivamente mientras que la literatura nos separa de las demás personas. Un escritor es un francotirador. Un músico tiene otro perfil».

Retomando el proyecto sobre el que trabajas actualmente, ¿qué fue lo que hizo que por primera vez incluyeras personajes involucrados en la música y que ésta sea parte fundamental de la historia?

Por un lado, sucede que últimamente he estado leyendo mucho sobre música y sobre músicos, desde biografías, libros históricos y ensayos sobre música sinfónica y compositores clásicos, hasta sobre rockeros, que obviamente son lo que más me interesan. Hoy en día hay una veta en la cual investigadores y escritores van más allá de la mera consignación de las biografía de figuras de la música popular y registran y mapean momentos y escenas musicales específicas de modo amplio y bien documentado. Por ejemplo, la escena inglesa de los 70, que significó una revolución musical muy profunda, con el punk y el post punk, y socialmente muy distinta a otras, porque siempre fue minoritaria y tuvo este carácter cimarrón. A mi me parece chistoso que poner a los Pistols aún hoy en día en la tele resultetan abrasivo. No hay nadie haciendo cosas así. Alguien decía que Lady Gaga era la nueva Sex Pistols pero Gaga ofende a muy pocos y les gusta a muchísimos.

Finalmente, el rock termina siendo acogido por el sistema.

Pero hay que ver qué rock.

Están las imágenes de los Pistols presumiendo los cheques que tres compañías les habían dado, los Ramones que tienen varios videos musicales para que fueran programados en los medios y los mismos The Clash que evolucionan su música al grado de entrar en los charts de popularidad.

Claro, pero eso no quita que fueran grupos que hablaban del desajuste social, violencia policiaca, pobreza de los jóvenes, miseria laboral, etc etc. El mensaje sigue ahí y sigue siendo afilado. Hay músicos, por otro lado, como David Byrne, Peter Gabriel o Paul Simon que son muy buenos músicos pero muy malos rockeros. Que, de hecho, no lo son. Embellecer el sonido no tiene que ver con el rock. El rock es subirte a un escenario y gritar inconformidades; incomodar a los otros. Y, en ese sentido, otro viejano como Bruce Springtseen me parece más rockero porque es un tipo que se sube con una guitarra a gritar que se siente incómodo.

[perfectpullquote align=»left» bordertop=»false» cite=»» link=»» color=»» class=»» size=»»]Hay muchos rockeros mexicanos que dijeron: ‘no queremos hacer rock sino música popular mexicana’. Y se olvidaron, con ese desdén clasemediero que acostumbraban tener, que la música popular mexicana ya existía, era increíblemente fuerte y no los necesitaba.[/perfectpullquote] Pero eso fue lo que hizo David Byrne en su nuevo disco This is America, en el cual hace una crítica hacia todo el modelo de sociedad norteamericana.

Claro, pero eso no quiere decir que el sonido de su música lo transmita. Su espectáculo, en términos de arte, es tan bueno como el Bolshoi o la Guelaguetza. Y así de abrasivo (risas). O  sea, no. Es un tipo culto y listo, pero con incomodidades más bien metafísicas. No es un obrero, un marginal, un raro o alguien desacomodado. De hecho, es difícil que alguien como Byrne esté desajustado socialmente siendo tan admirado, guapo, culto, con tan buen gusto y cuando va por el mundo siendo aplaudido.

¿Quién sí guarda esta imagen para ti?

Alguien que me parece como la milagrosa contraparte de alguien como David Byrne es Nick Cave, aunque en los últimos años se haya vuelto ya no un ícono underground sino alguien más público.

Pero es alguien que tiene la posibilidad de vivir en el país que quiera, tener su propio estudio, es decir, es alguien con más posibilidades que tú y que yo.

Claro, por supuesto, pero es diferente. Yo creo que nadie se puede sentir cómodo escuchando a Nick Cave, es imposible: habla de muerte y aniquilación y toda clase de vilezas humanas de la forma más cruda posible. Nadie va a poner, por ejemplo, a Grinderman para un cocktelito donde presentes unas piezas de arte contemporáneo. No, sigue siendo música ruda y mal educada. Decía Ezra Pound que la estética no solo era la búsqueda de la belleza sino también la delimitación de la fealdad.

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Obviamente, en algún momento la charla tenía que llegar hacia los terrenos del rock mexicano y Ortuño se lanza sin aspavientos en dirección hacia la fusión de éste con la música popular:

«Hay muchos rockeros mexicanos que dijeron: ‘no queremos hacer rock sino música popular mexicana’. Y se olvidaron, con ese desdén clasemediero que acostumbraban tener, que la música popular mexicana ya existía, era increíblemente fuerte y no los necesitaba. Los Tigres del Norte no necesitaban a ninguno de esos cabrones. Y mira que no me gustan, pero al menos saben rimar octosílabos. No les dices cómo escribir corridos a quienes lo han hecho toda su vida. Nadie les estaba haciendo ningún favor ni a ellos ni a la música popular mexicana. Además, el rock en México no supo romper con las barreras de clase, las barreras sociales, ni las barreras étnicas».

Entonces, ¿crees que el rock mexicano es una copia chafa de la música popular mexicana?

Buena parte del rock mexicano es una copia chafa que no tiene la vitalidad ni el talento natural de la música popular mexicana. Muchos de nuestros grupos son exclusivamente derivativos de otras cosas, porque la mayor parte de ellos son grupos de fans que se ponen de acuerdo para querer sonar como alguien más. Tenemos una escena de imitadores y de fans cándidos. Hay excepciones, pero cada vez cuesta más dar con ellas.

Apago mi grabadora, pero seguimos la charla. Antonio parece sentirse muy cómodo hablando de música y podríamos haber seguido mucho más tiempo hablando de ello si no fuera porque mi taxi ha llegado y está a la puerta. Como bien decía Ortuño durante la charla, un escritor no siempre tiene que hablar de literatura, y en este caso, nuestra mañana transcurrió entre una charla de rock.

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