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“La novela es el teatro donde los hombres luchan con sus demonios”: Una entrevista con Enrique Serna

Con el pretexto de contar la vida de Carlos Denegri, uno de los periodistas más importantes del siglo XX, Enrique Serna nos adentra en su nueva novela: El vendedor de silencio, en la implementación del régimen priista y el inicio de su decadencia

Con el pretexto de contar la vida de Carlos Denegri, uno de los periodistas más importantes del siglo XX, Enrique Serna nos adentra en su nueva novela: El vendedor de silencio, en la implementación del régimen priista y el inicio de su decadencia; el machismo ejercido desde las figuras de poder y sus terribles consecuencias. Por supuesto, no evade la relación que tuvo la prensa con el poder y cómo fue evolucionando. 

A pesar de la literatura que aborda el periodismo en México en el siglo XX, no estaba en el imaginario social la figura de Carlos Denegri. ¿En qué momento ubicas a este personaje y decides querer contar su historia?

Hace más de 25 años. Cuando yo leí algunas de las anécdotas de Carlos Denegri contadas por sus contemporáneos, sentí que ahí estaba un personaje idóneo para una novela. Y me di cuenta, al mismo tiempo, que existía una novela negra en torno a él, y que mi tarea como novelista era juntar los fragmentos dispersos de esa novela, subsanar las lagunas que hubiera con una investigación que implicara también recabar testimonios de gente que lo conoció, y así fue como me lancé. Me llamaba mucho la atención que existiera un personaje como él, un hombre intoxicado de poder, lo mismo en su profesión que en el trato con sus parejas, a las cuales humillaba bárbaramente en público; pero tenía un talón de Aquiles, que era su debilidad de carácter, que lo arrastraba al despeñadero con más fuerza que su ambición. Entonces, pensé que sería interesante escribir una novela sobre un personaje así, porque la novela es el teatro donde los hombres luchan con sus demonios. También necesitaba, al mismo tiempo, ubicar a este personaje en su circunstancia histórica social: un periodista tan descaradamente mercenario como Denegri no hubiera podido triunfar en la actualidad, pero en esa época, cuando existía una dictadura de partido que necesitaba dar la impresión de unanimidad, y necesitaba una prensa servil que diera culto al presidente en turno, pues personajes como él estaban bien cotizados. Entonces, tuve que narrar paralelamente el proceso degenerativo de la dictadura priísta, que es un régimen que llegó al poder a balazos, creó una aplanadora electoral invencible, y salvo un paréntesis de liderazgo ético en tiempos de Lázaro Cárdenas, nunca pudo renunciar a su ADN autoritario. Y entonces, como bien ha dicho Gabriel Zaid en un ensayo magnifico que acaba de publicar, El poder corrompe: la mentira impune es lo que sostiene a todas las dictaduras. Y periodistas como Denegri eran los que mantenían esa impunidad.

Precisamente una de las muchas preguntas que hace este libro es: ¿estamos condenados a la toxicidad que conlleva al poder?

Por supuesto, de eso nunca vamos a estar a salvo, pero en la democracia hay sistemas de contrapeso: los tres poderes fungen como contrapeso de los demás y la prensa libre es también un contrapoder, porque al denunciar los abusos de los poderosos puede generar cambios de gobiernos, como pasó el sexenio pasado con Enrique Peña Nieto, que en parte no pudo perpetuar al PRI en el poder por las denuncias de La Casa Blanca,  La Estafa Maestra, que hundieron a su gobierno. Creo que esa toxicidad está bastante controlada en la actualidad, cosa que no pasaba en los tiempos del partido único, porque la mayor cantidad de las voces periodísticas estaban al servicio del régimen.

Me imagino que también hubo trabajo de hemeroteca. ¿Qué te encontraste que te llamó la atención, que no te esperabas que estuviera ahí, que te haya sorprendido e influido a la hora de escribir esta novela?

Bueno, de la investigación hemerográfica yo me topé con una columna de Denegri, «La miscelánea dominical», de enero de 1953, justo cuando empezaba el sexenio de Ruiz Cortines y acababa de terminar el sexenio de Miguel Alemán. Encabeza su columna: “Todavía nos queda un recurso, enriquecernos lícitamente”, y me llamó mucho la atención que pudiera ser tan cínico. Pero también eso me revelaba que era una columna dirigida en primer lugar a la casta divina de la política y de los negocios. O sea, que el periodismo de esa época llevaba muchos mensajes, lenguaje cifrado, que solo un puñado de gente podía entender. Eso me tocó verlo cuando tenía unos 18 y 20 años, cuando empecé a leer periódicos. Me parecen sorprendentes esos códigos que tenía la prensa de aquella época, aunque algunos dicen que siguen existiendo, que excluían al 90 por ciento de los lectores de los periódicos, con el fin de mandarse mensajes entre sí. 

¿De qué forma funciona el humor a la hora de repasar y de novelar la historia? 

Yo nunca me propongo hacer reír al lector. A veces, al desarrollar una situación, empiezo a notar sus posibilidades cómicas o tragicómicas, en este caso, porque creo que si hay humor en esta novela, es un humor regido por la estética de lo grotesco, es algo que da risa y al mismo tiempo da asco y horror. Al hurgar en las entrañas  de mi protagonista, pues empezaba a notar el potencial ridículo que tenían sus situaciones y de ahí afloró eso, pero creo que es inhibitorio para cualquier escritor proponerse hacer reír ya que es muy difícil autoproclamarse humorista. 

Está presente en la figura de Julio Scherer, funge como un simbolismo, un parteaguas, una especie de mito fundador por lo que representó su Excélsior, justo en el momento más complicado de la carrera de Carlos Denegri.

Me pareció asombroso que hubiera esta coincidencia en el mismo periódico: que el periodista que trató de dignificar su profesión y que no se dejó amordazar haya coincidido con el periodista más corrupto de la época y que hasta cierto punto haya sido su discípulo. Scherer declaró en sus libros de memorias que lo consideraba un excelente periodista, sabía dónde obtener la información, manejaba muy bien las relaciones publicas para encontrarse exclusivas, era un buen cronista, y esos son talentos periodísticos. Pero era un talento periodístico que no estaba al servicio de la verdad, sino al chantaje y la extorsión, porque Denegri hacía periodismo de investigación para averiguarles secretos sucios a los políticos y empresarios, y después vender su silencio. Esa confrontación llega a su punto culminante cuando Scherer llega a la dirección del periódico, y como él quiere adecentar el Excélsior, personajes como Denegri ya le resultaban muy incómodos, y empieza a buscar la ocasión para eliminarlo. El derrumbe íntimo de Denegri coincide con el derrumbe profesional durante los últimos años de su vida, que es lo que lo hacen un personaje muy trágico, hasta cierto punto. 

¿Qué aspectos del periodismo mexicano consideras que han cambiado rotundamente con el tiempo a comparación de lo que se vivió en aquella época y qué herencias percibes en la actualidad?

Bueno, las batallas las pelearon no solamente Julio Scherer, sino también sus precursores, como un personaje importante que aparece en la novela, Jorge Piñó Sandoval, que fue el director de la revista Presente durante el sexenio de Miguel Alemán y denuncio todas las corruptelas con fotografías de las mansiones que se estaban construyendo  la camaradería de Alemán desde el segundo año del sexenio. Esos periodistas lograron abrir una brecha que fue muy importante para transitar de ese régimen monolítico a la democracia en la que vivimos en la actualidad, que es una democracia muy defectuosa y tiene miles de problemas pero que sí ha logrado que haya una libertad de expresión. Ahora no se podría decir lo mismo que dijo Scherer sobre Denegri, que era el mejor y el más vil de los periodistas, porque eso implica que en ese tiempo el envilecimiento era un requisito para triunfar y afortunadamente ya no es así, porque los periodistas requieren más de su credibilidad y para eso tienen que ser independientes y mantener una distancia frente al poder. De modo que, aunque siguiera habiendo personajes con el modus vivendi de Carlos Denegri, personajes que chantajean, extorsionan, que viven del chayote y que llegan a acumular enormes fortunas, no creo que en este momento sean los periodistas más importantes de México. Y esto se demostró en el sexenio pasado. Peña Nieto repartió tres mil millones de dólares en publicidad para periodistas, pero fue un despilfarro inútil porque los noticieros televisivos, muchos noticieros de radio, ya no tenían credibilidad en la época del internet, de las redes sociales y todo eso.

¿El poder político se empieza a separar del poder mediático?

El poder mediático ha disminuido considerablemente porque las redes sociales son incontrolables, ahora empieza a ver estas guerra entre troles y ejércitos de troles de uno y otro lado, no sólo en México, también en otros países. Probablemente eso decidió la victoria de Trump en Estados Unidos y demás. Digamos que vamos a llegar a otro momento donde probablemente también puedan ser controlados, pero de momento la pluralidad ideológica, el abanico de periodistas en México, hacen muy difícil ese control.

El personaje de Denegri es una persona increíblemente machista, es un machismo llevado a un extremo impresionante, están también las razones de su machismo, y hay algunas escenas que si no supiéramos que estamos leyendo una novela, nos parecerían muy complicado de leer. Sin embargo, luego comparamos el nivel de violencia de Denegri con la situación en la que viven las mujeres en México y vemos que las cosas no han cambiado mucho. 

En efecto, es una desgracia que no hayan cambiado mucho. Creo que lo que caracteriza el machismo de Denegri es un machismo supeditado a la prepotencia que tenía a la impunidad de la que gozaba, porque él sabia que podía maltratar a sus mujeres, al final si lo denunciaban y lo llevaban a la delegación, él iba a salir en cinco minutos. Me atraía mucho por el personaje que existe entre su vida privada y la pública, que se influyen mutuamente, y es curioso porque muchos capos estaban cortados con la misma tijera, utilizaban a sus escoltas, a veces incluso militares, para ir a conquistar a una mujer. Eso hacía Maximino Ávila Camacho, lo hacía Jorge Pasquel, el magnate, y Denegri imitó su conducta en el romance con la mujer que le quito la vida, él también utiliza a la policía general de Chihuahua para localizarla en el hotel donde ella se ha refugiado. Entonces, digamos que esta es una barbarie increíble porque parte de atropellar las mujeres a las que ellos quieren conquistar y confundir el cortejo con el secuestro.

Hay una parte del libro que me llamó mucho la atención, la confrontación con su padre, Ramón P. Denegri, cuando se da cuenta que tiene cuentas con miles de dólares en el extranjero. Él admiraba a su padre por su ideología de izquierda, por su compromiso con la gente del campo y se le  cae esta imagen de su padre cuando ve tanto dinero acumulado en una cuenta y lo confronta. Su padre le explica que no es que no esté comprometido con la causa, sino que necesita el dinero y el poder para desarrollarse en la escena política y sobrevivir dentro de ese ambiente. Ahí identifico una de las incongruencias del régimen priísta en Méxicó y como esa incongruencia puede ser una especie de paralelismo con el complejo de Edipo que tiene Carlos Denegri, ver como parte de nuestras problemáticas políticas y sociales provienen de incongruencias de origen.

Ese paralelismo existe en efecto. Ramón P. Denegri no fue un político especialmente corrupto, hay una denuncia de Lázaro Cárdenas de la corruptela en la que él estuvo involucrado con la siderúrgica de las truchas, porque Cárdenas la nacionalizó y se la vendió a un grupo de generales y políticos que se comprometieron a explotarla ellos, pero no a regresársela a sus antiguos dueños, y fue lo que hicieron, vendérsela a su compañía. Cárdenas denunció, está en sus memorias. Se trata de un personaje que fue claudicando con el tiempo al ver que sus antiguos compañeros de armas se estaban enriqueciendo y tenían fortunas fabulosas, y no se quiso quedar atrás. A Denegri no creo que lo haya influido una decepción de su padre sino que lo introdujo en el relativismo moral, los ideales no son absolutos como se los imaginaba, también puede aprovecharse de las situaciones en las que está, y eso es lo que trata de hacer después que al padre lo hacen embajador en Madrid y él monta su negocio de fábrica de pasaportes en la embajada.

Vemos cómo el machismo de Denegri se explica por sus problemas familiares. ¿Qué rol juega la familia en la sociedad mexicana? 

Yo creo que la familia en México siempre ha sido muy poderosa, el núcleo social con más cohesión y lo curioso de la familia de Denegri es que la política se mete en el personaje desde que era niño, y no sólo la política sino el abuso de poder, porque él de niño padece un terrible abuso de poder y con el tiempo se convierte en el que abusa de los demás, también por el poder que tiene como miembro de la camarilla gobernante, porque Denegri era casi un ministro sin cartera. Esa interpenetración de la política dentro del núcleo familiar es lo que me llamaba más la atención del personaje, digamos que él vive toda la Revolución pero los atropellos de la Revolución acaban destruyéndolo psicológicamente.

El título de la novela hace referencia a lo que él hacia como periodista, no publicar y cobrar lo que sabía sobre políticos y personas importantes, pero también vemos que el silencio forma parte de su vida personal.

Añadiría que ese silencio permaneció hasta la actualidad porque cuando intenté hablar con amigos de él, se negaron, seguramente porque creían que yo no iba a escribir un panegírico. Comprendo que no les guste ver reflejados en un libro toda la podredumbre del periodismo mexicano de esa época en la que Denegri fue su estrella máxima, pero creo que es necesario hacerlo porque es un líder de opinión que chantajeaba no sólo a políticos, sino a cualquier persona que le descubría un secreto inconfesable y para no sacarla en su columna de sociales cobraba buenas cantidades. El hampa llevada al periodismo.