Rutas de canciones

Santa Sabina – «Labios mojados»

Cada vez que escucho “Labios Mojados”, es imposible no recordar mi época de preparatoria, mis lecturas y las divagaciones propias de esa edad.

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Cada vez que escucho “Labios Mojados”, es imposible no recordar mi época de preparatoria, mis lecturas y las divagaciones propias de esa edad.

Por: Homero Ontiveros

En la preparatoria comencé a leer La náusea, libro emblemático de Jean Paul Sartre y uno de las referencias obligadas del existencialismo, corriente filosófica que busca respuestas en la propia existencia, y qué cuestionamos más a esa edad si no es el por qué existimos y qué hacemos aquí. Bueno, no todos, solo quienes comenzábamos a interesarnos por cosas que nos diferenciaran de los demás. Queríamos hacernos los “locos”.

Mientras luchaba para avanzar con la lectura, que no es fácil para un joven de 15 o 16 años, hubo un momento que marcó mi relación con ese libro, con el autor, con mi juventud, con la música y con una banda de rock. Ese momento fue cuando entre las páginas comencé a leer: “Si pudiera dejar de pensar, aunque me quede, aunque me acurruque en silencio en un rincón, no me olvidaré. Estaré ahí, pesaré sobre el piso. Soy, soy, existo, pienso luego existo; soy porque pienso. ¿Por qué pienso? No quiero pensar”.

Rápidamente me pareció familiar ese fragmento; sabía que lo conocía y eso me sacaba mucho de onda porque el libro no lo había leído. Entonces recordé que lo había escuchado con Santa Sabina, era parte de la letra de la canción “Labios Mojados”, de su primer disco, y al descubrirlo me emocioné con pensar que teníamos algo en común, la que era mi banda favorita en esos momentos, y yo.

A pesar de que esa canción era de las que menos me gustaban del disco, a partir de ese descubrimiento se creó un vínculo triangular entre el tema, la banda y yo. Nunca se me olvida la página blanca, con letras impresas en negro y mi sensación al descubrir que la letra era la voz escrita de Sartre. Lo volví a leer para cerciorarme, escuché nuevamente la canción y sentía que había encontrado una verdad, cualquiera que esa fuera. A partir de eso, cada vez que escucho “Labios Mojados”, es imposible no recordar mi época de preparatoria, mis lecturas y las divagaciones propias de esa edad. Además de decir que gracias a eso el ánimo para seguir con la lectura fue renovado.