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Musique de merde


Rock indigenista, el otro rock mexicano

Hay una movida de música mexicana que se viene gestando desde hace casi 20 años; tiene que ver con comunidades y pueblos indígenas. No son los “sin voz”. Tienen una, muy clara y muy firme.

OPINIÓN

Hay una movida de música mexicana que se viene gestando desde hace casi 20 años; tiene que ver con comunidades y pueblos indígenas. No son los “sin voz”. Tienen una, muy clara y muy firme.

Por: Homero Ontiveros

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Zak Tzevul / Foto: Netza Gramajo

Hay una movida de música nacional que se viene gestando desde hace casi 20 años; tiene que ver con comunidades y pueblos indígenas. Pero no se trata de música tradicional o folclor, sino de un movimiento en el cual miembros de estas comunidades utilizan géneros como el rock, ska, reggae o rap, para mezclarlos con la música de su cultura y, sobre todo, cantar en su lengua materna.

A estas alturas queda claro que la música es de quien se la apropia y la hace suya. Por eso podemos ver a japoneses tocando salsa, holandeses interpretando música del norte de México, franceses que hacen bossa o miembros de comunidades indígenas mexicanas tocando rock. Los géneros musicales no pertenecen a un determinado país. Por ejemplo, tenemos la idea que a finales de los sesenta y durante los setenta la explosión de rock fue primordialmente en Estados Unidos e Inglaterra, pero al mismo tiempo en Turquía se desarrollaba uno de los más interesantes movimientos de rock y psicodelia: El anatolian rock.

Aquí en México algunas comunidades indígenas han adoptado otros géneros musicales para expresarse, como es el caso de comunidades tzotziles en Chiapas, mixes y zapotecos en Oaxaca, mayas en Yucatán, náhuatl al centro y sur del país o seris en Sonora.

Sak Tzevul en Chiapas, Hamac Cazzim en Sonora, Noesis en Oaxaca, son algunas de las bandas pioneras de lo que podemos llamar movimiento de rock indigenista. Pero existen muchas bandas más como Vayijel, Lumaltok, La Sexta Vocal, Las Hijas del Rap, Xipe Totec y muchas más.

La principal característica de estas propuestas es hacer música en su lengua madre, pero eso no es todo. En sus líricas abundan referencias a la cosmogonía propia de su cultura y a su forma de ver la vida. Resaltan sus costumbres. Es decir, lo interesante de todo esto no es que tomen distancia de sus usos y costumbres, al contrario, lo que intentan es preservar sus tradiciones utilizando como vehículo de la música. Esto porque, me platica Damián, vocalista de Sak Tzevul, veían que la mayoría de las costumbres se iban perdiendo entre los jóvenes indígenas y lo que ellos buscaban era mantenerlas vivas.

Así, su prioridad ha sido que los jóvenes de sus comunidades dejen de sentir vergüenza por su cultura y se sientan identificados, algo que han logrado con el paso del tiempo. Por eso para ellos es importante cantar en su lengua y hablar sobre su comunidad.

El problema de esto es que el movimiento ha sido utilizado (y las bandas también) en beneficio de otros, no de los músicos. Si muchas bandas se dicen independientes por no relacionarse con disqueras, los grupos del movimiento indigenista buscan independizarse de las instituciones, sobre todo gubernamentales, que solo los utilizan para presumir y “levantarse el cuello”, cuando los apoyos son mínimos o nulos.

Varios de ellos han tenido presentaciones en Rusia, Francia, Estado Unidos, España o Japón, y, sin embargo, donde menos apoyo reciben es en su propio país. Aquí tienen que lidiar con el mayor obstáculo que se les ha presentado a lo largo de todo este tiempo: la discriminación. En México estamos más dispuestos a escuchar a bandas o artistas en inglés que una banda que cante en lengua indígena, por la simple e increíble razón de que se conoce más el idioma extranjero que los de nuestro propio país.

Incluso desde la academia estos fenómenos musicales, artísticos y sociales han sido utilizados en beneficio de otros, ya que hay investigadores que consiguen recursos para estudiar, por ejemplo, el rock tzotzil, pero las bandas no reciben ningún apoyo, aún y cuando son objeto de estudio. Mantenemos una postura colonialista hacia ellos, observándolos como algo exótico.

Por esta y muchas más razones es que músicos como Damián Martínez, de Sak Tzevul, abren sus propios sellos (Muk Ta Sotz Producer) para ayudar a producir a otras bandas sin tener que estar esperando algún apoyo institucional. Hay toda una serie de artistas buscando expresarse en este movimiento musical indigenista, todos con una identidad propia, no queriendo ser otros sino ellos mismos.

Estos artistas forman parte de nuestra cultura y no están pidiendo otra cosa más que ser escuchados. No son los “sin voz”. Tienen una, muy clara y muy firme. Este rock indigenista es también el otro rock mexicano.

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