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Son negro: un acercamiento a la música folklórica afromexicana

El censo de México en 2020 permitirá conocer con exactitud el número de personas que se asumen afromexicanos en el país. Sin embargo, algunos investigadores llevan años registrando las tradiciones musicales negras de estados como Oaxaca, Guerrero, Veracruz y Coahuila.

El día de San Valentín de 1831 moría fusilado en las murallas del convento de Cuilapam, Oaxaca, el general Vicente Guerrero, acaso el primer y único presidente de México de origen afrodescendiente, quien concretara un hecho inédito en el mundo occidental: La abolición de la esclavitud en 1829. Muchos años antes que Estados Unidos y varios países de Europa.

A unos cientos de kilómetros de ahí, en la llamada Costa Chica, en los actuales estados de Guerrero y Oaxaca, y en la costa de Veracruz, los descendientes de esos esclavos de la época colonial encontraron un lugar el cual llamar propio. Ahí, en pleno siglo XX siguen reivindicando la herencia afro como parte esencial de su cultura y su vida cotidiana. Componente que ha sido sistemáticamente negado en México, amparado bajo el mito fundacional del mestizaje indígena-español.

El censo que en estos se encuentra en marcha en México es el primero que incorporará la pregunta respecto si el poblador se considera a sí mismo de origen afro. La pregunta específica es: “Por sus costumbres y tradiciones, ¿se considera usted afromexicano, negro o afrodescendiente?”. Esta sencilla parte del cuestionario permitirá al INEGI conocer con detalle cuál es la verdadera presencia de la población afro en el país. Según muestras intercensales, llegaría hasta 1 millón y medio de personas.

El comercio de esclavos africanos entre los siglos XVI y XIX es uno de los sucesos más trágicos de la historia de la humanidad. Sin embargo, incidió profundamente en la conformación identitaria y cultural de los países de América Latina y Estados Unidos. En el campo específico de la música, es imposible concebir gran parte de la música pop occidental sin el aporte fundacional de las comunidades afro. Desde el candombe uruguayo, la samba brasileña, y los diversos géneros caribeños, hasta el rock, el jazz y el hip hop estadounidense.

Si bien la presencia de comunidades afro es mayor o menor en unos países que en otros, en México, al igual que en otros lugares de Latinoamérica como Argentina o Chile, el componente de esta “tercera raíz” fue sistemáticamente ignorado por historiadores e investigadores, a pesar de obras fundacionales como La población negra de México (1519-1810). Estudio etnohistórico, de Gonzalo Aguirre Beltrán, y subsecuentes trabajos que han buscado conocer mejor estas identidades desde la historia y la antropología.

La costa central de Veracruz y la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca es donde se encuentra la mayor parte de comunidades afro de México, desde la época colonial. Ahí los carnavales, la danza y la música se han mantenido como rasgos identitarios donde plasmar y celebrar la herencia negra.

Lo que se sabe es que la costa central de Veracruz y la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca es donde se encuentra la mayor parte de comunidades afro de México, desde la época colonial. Ahí los carnavales, la danza y la música se han mantenido como rasgos identitarios donde plasmar y celebrar la herencia negra.

Quizá un buen modo de sumergirse en esa oculta negritud mexicana sería asistir a alguno de los carnavales del Veracruz profundo, como el Yanga, o el Carnaval de Coyolillo de Actopan. O, el caso de la costa del Pacífico, visitar la población de Cuajinicuilapa, sede del Museo de las Culturas Afromestizas y de diferentes asociaciones que trabajan con el reconocimiento de las poblaciones afro.

En 1996 la Fonoteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia lanzó el disco Soy el negro de la costa… Música y poesía afromestiza de la Costa Chica, que compila un trabajo de varias décadas a cargo de Gabriel Moedano Navarro y que se publicó como homenaje al investigador Gonzalo Aguirre Beltran. Aquí aparecen grabaciones de los años sesenta, setenta y ochenta, que dan cuenta de la diversidad de prácticas musicales afro de la región: desde corridos y coplas, hasta los bailes como la danza de diablos o los fandangos de “artesa”, una plataforma de madera con extremos labrados con formas de cabeza y cola de animales donde las parejas suben a zapatear (parecida a las tarimas de los fandangos veracruzanos).

Sin embargo, uno de los géneros más interesantes de la Costa Chica (y no sólo propio de las comunidades afro) es la chilena, cuyo nombre ya nos da una pista sobre su origen. Éste llegó a la costa del Pacífico mexicano gracias a los barcos que hacían la ruta desde Sudamérica, trayendo consigo la cueca de Chile, que fue adoptada en la región y que persiste en la actualidad como género masivo de alcance regional.

En el año 2000 apareció Atención pongan señores… el corrido afromestizo de la Costa Chica, en la misma colección de la Fonoteca del INAH, otra investigación de Gabriel Moedano enfocada en este género en particular. Ambos discos se encuentran digitalizados (incluyendo el muy necesario booklet) en la mediateca del Instituto Nacional de Antropología e Historia, y a veces es posible encontrarlos en CD en la red de librerías Educal. Son dos álbumes que nos permiten acercarnos a la cultura musical afro de la Costa Chica y de México, y al trabajo de Moedano, quien falleció en 2005.

Por último no podemos dejar pasar la producción musical de la que quizá sea la única población afro del noreste de México, los mascogos, un grupo que se estableció en el norte de Coahuila, huyendo del esclavismo en Estados Unidos, y que pudieron fundar la población de El Nacimiento (municipio de Múzquiz) en 1852, cuando acordaron con el gobierno mexicano resguardar la frontera.

En 2015 se editó el disco Mascogo Blues, un disco que surgió a partir del documental Gertrudis Blues (2003), de Patricia Carrillo, que recoge la historia de Gertrudis Vázquez, matriarca de la comunidad, donde se grabaron sus cantos, verdaderos spirituals en un inglés rudimentario que fueron pasando de generación en generación. Un álbum que es posible encontrar en instituciones culturales de Saltillo y en el bar El Cerdo de Babel.

Así, con todo y este breve repaso por algunas producciones discográficas, el mapa de las músicas afro en México es un mosaico que está todavía por completarse. El sueño de Guerrero al poner fin a la esclavitud hace ya casi 200 años sigue en pie. La meta de reconocernos un país también negro es una cuenta pendiente por saldar también desde la música.

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