Pedro Canale por fin lo logró. Bienaventuranza es la conquista del sonido que el productor argentino de música electrónica buscó desde hace más de una década. Pero para ello tuvo que ir cada vez más hacia lo orgánico, hacia lo terrenal. Bajar a tierra para transitar a lo divino.
Canale es uno de los músicos que ayudaron a definir uno de los sellos indie más famosos de Latinoamérica: ZZK Records. En sus fiestas en Buenos Aires y sus compilados plantearon una estética basada en un abordaje de la cumbia y el folclor a través de las herramientas de la música electrónica. Entre nombres como La Yegros y El Remolón, Chancha Via Circuito sorprendía con su disco debut, Rodante (2008) y con el ya clásico Río Arriba (2010).
A partir de Amansara (2014), Canale profundizó su interés sonoro en la cultura de altiplano sudamericano. En ello influyó su estrecha colaboración con Miriam García, heredera de la folklorista Leda Valladares y guardiana del canto con caja del noroeste argentino. Ese viaje místico encuentra sus mejores resonancias en su más reciente disco, Bienaventuranza, un trabajo que despunta como uno de los mejores discos del 2018.
El llamado del erke, esa sorprendente trompeta usada en el folclor del altiplano, abre Bienaventuranza como si fuera el inicio de un ritual sonoro. “Los pastores” es una hermosa melodía apoyada por un charango cristalino, que da pie a “Ilaló”, con la selvática voz del ecuatoriano Mateo Kingman.
Y es que Bienaventuranza mantiene una dualidad que pareciera definir la geografía sudamericana: altiplanos y selvas. Chancha sorprende con algunos de sus mejores tracks, que aprovechan el hálito de los instrumentos andinos: “Barú”, “Nadie lo riega” (con Miriam García) y “Sierra Nevada”. Otros temas son húmedos, llenos de percusiones tropicales. En “La victoria”, la colombiana Lido Pimienta aporta sus vocales sobre una base de reggae y calypso; y “Alegría” nos electriza con un estruendo de tambores. Tracks que dejan a un lado la tecnología de la música electrónica y se nos revelan llenos de matices orgánicos, giros sonoros y hallazgos.
El tema que cierra es el estremecedor “Gira Gira”, una muestra que el canto con caja, las bagualas, coplas y vidalas, son un camino de ida, una puerta de acceso a los rituales más profundos del habitante de los Andes. Nos demuestra que, quizá en el fondo, la música sagrada de ciertos folclores y la música electrónica nunca estuvieron del todo alejadas, sino que transitaban caminos parecidos en búsqueda de expandir las fronteras de la percepción.
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